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Zinegoak

"Queremos devolver lo que hemos recibido: esperanza de que haya un hito cultural"

Mikel Domínguez | EITB Media

El director de Zinegoak, Pau Guillén, está satisfecho porque el festival de cine LGTB de Bilbao se celebrará de manera presencial del 1 al 14 de marzo, como reza su lema, "sin género de dudas".

Pau Guillén, director del Festival de Cine y Artes Escénicas Gaylesbitrans de Bilbao. Foto: Zinegoak

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Zinegoak fue uno de los últimos eventos culturales que pudieron disfrutarse en Bilbao antes de que estallara la pandemia. La incertidumbre seguirá sobrevolando unos cuantos meses más, pero al menos el Festival Internacional de Cine y Artes Escénicas Gaylesbitrans ha logrado afrontar su 18ª edición de manera presencial, a partir de mañana, 1 de marzo, hasta el 14. Además, Lekeitio se suma a la capital de Bizkaia como sede oficial con varias proyecciones los días 6, 7 y 8.

La sección oficial con 18 películas a concurso, repartidas en las habituales DOK, FIK y KRAK, viene acompañada de una retrospectiva sobre el cineasta francés Sebastièn Lifshitz, que ha recibido este domingo el premio honorífico; una mirada TRANSversal al Brasil actual, y varias sesiones de cortometrajes agrupados en Begiradak.

Al margen del menú, con la presentación habitual de los últimos años, la propia presencialidad del certamen es, visto lo visto, un motivo a celebrar. Esta vez, tras el estreno de las películas en sala, las obras saltarán a una plataforma virtual, donde estarán disponibles para quienes no puedan acceder a Bilbao. Hablamos extensamente con Pau Guillén en su último año como director del festival.

A pesar de las restricciones y la incertidumbre que hay en torno a prácticamente todo, el festival se va a realizar, como dice el lema de este año, "sin género de dudas".

Este festival me está pasando que me emociono todo el rato, porque ha sido difícil tomar decisiones entre tanta incertidumbre. Al final estás manejando unos elementos que no son los habituales y no dependen en absoluto de ti, pero si algo conectaba con el lema era esta idea de Sin género de dudas.

Empezamos a buscar el concepto porque íbamos a hablar de binarismo, de amplitud del género en sí, cómo se expande, cómo todo el concepto de hombre/mujer y trans se abre. Hay una generación más joven que la mía que ha crecido ya con otras herramientas en educación, sensibilización, y sabe lo que es la diversidad sexual de manera amplia, habla de orientaciones, de construcción de la identidad, de expresión de género… En mi generación habríamos dado cualquier cosa por tener esas herramientas. La foto del cartel recoge a esa generación que no tiene dudas en ese sentido, pese a que tenga otras muchas, con sus 20 años. "Mira, al final da igual no saber el concepto de no binario, de género fluido, de género neutro… eso en realidad da igual. Lo importante es saber que ya hay una generación que construye su identidad de una forma distinta y que los límites del género se expanden". Eso es lo que queremos colocar ahí.

A la vez, también era una apuesta personal del festival. Nos preguntábamos: ¿si vamos todo a lo presencial nos la jugamos a que al final no se haga nada?, ¿si vamos a lo virtual perdemos la conexión con la gente? La decisión fue hacerlo lo más presencial que se pudiera, siempre teniendo en cuenta que la circunstancia exigía que hubiera un espacio de virtualidad, por si las restricciones nos barrían.

Foto: Zinegoak

Necesariamente, vamos a ver menos gente en las salas, las sesiones terminarán antes para que podamos volver a casa… ¿Qué es lo que no va a cambiar en Zinegoak?

De ahí sale Sin género de dudas: si el festival tiene sentido básicamente es por la gente, la ciudad, el entorno, por dónde lo hacemos. En el primer análisis, cuando te has quitado el miedo y la incertidumbre de encima, queda clara la idea: vamos a lo presencial, a por nuestra gente. Además, más allá del trabajo de sensibilización, que es necesario y es nuestro espacio fundamental, esto es, hablar de diversidad al gran público a través de la cultura de manera amplia y didáctica, más allá de la parte de acción social, como gestores culturales, nos parecía que era muy importante poder devolver algo de lo que hemos recibido durante mucho tiempo, un poco de esperanza de que haya un hito cultural, de que pase algo en este tedio y en este día de la marmota… Que pasen cosas porque estamos avanzando.

Queríamos que la presencialidad fuera sencilla en cuanto a la movilidad. ¿Cómo hacer que el festival llegue a más sitios sin que la gente se mueva? Ahí aparece Euskal Zine Bilera. ¿Y si Lekeitio se convierte en la primera sede oficial del festival fuera de la ciudad? Durante tres días de programación, lo que esté ocurriendo en Bilbao ocurrirá también en Lekeitio, y viceversa. Se dará la misma programación oficial, coordinando horarios y proyecciones e intercomunicando salas mediante encuentros virtuales con los autores.

Llevamos ya un año viendo festivales de cine desde casa y Zinegoak también va a tener su espacio online. ¿Esto es algo que ha llegado para quedarse?

No lo sabemos. Estar en Filmin nos permite que nos conozca otra gente, y está muy bien, pero tampoco estamos buscando específicamente saltar y ampliar el margen. Filmin es una plataforma que queremos utilizar a nuestro favor, en base a nuestra necesidad. Cuando terminemos y veamos qué tal ha ido analizaremos y decidiremos. ¿Por qué no podemos volver a recuperar toda nuestra presencialidad en sala durante dos semanas y que Filmin sea ese espacio donde mucha gente, cuando pasa el tiempo, pueda ver películas que habitualmente no se pueden ver en ningún sitio? Vamos a ver qué tal esta edición y luego tomaremos decisiones.

Otorgáis el premio de honor a Sebastien Lifshitz, que es un viejo conocido que estuvo en la primera edición.

"Lifshitz es una de las voces más brillantes cuando se habla de creación donde lo LGTB está presente"

Es un viejo conocido y además es una de esas personas a tener en cuenta. Una de las voces más brillantes cuando se habla de creación donde lo LGTB está presente, desde luego. Cuatro de sus títulos han pasado por el festival. Empezó en 2005, cuando ganó el premio a la mejor película con Wild side (2004). Después estuvo con Plein sud (2009), luego volvió con Bambi (2013) y terminó estando en la gala inaugural de 2017 con Les vies de Thérèse (2016), un documental que a muchos dejó en shock.

Sébastien hace algo muy bonito. Más allá de construir un cine de nicho, habla de cuestiones humanas que nos conciernen absolutamente a todas las personas independientemente de todo lo demás, y lo hace a través de personajes y personas LGTB. En La vie de Thérèse habla de la muerte, de su dignidad y de la amplitud de la vida, que es fantástica y maravillosa, hasta que una persona muere; de que morir es un proceso a tener en cuenta y hay que vivirlo hasta el final de forma natural, no poniéndose la venda. En vez de hablar de la muerte de manera general, busca una persona como Thérèse, que ya había protagonizado Les invisibles (2012).

Siempre intenta hablar desde ahí de cosas que conmueven de una forma profunda, retratando de una forma a priori sencilla, pero que siempre te llega. Les invisibles, por ejemplo, fue de las primeras veces que se hablaba de mayores LGTB, algo tan colocado en el discurso últimamente. Fue de las primeras veces que se hacía esa recuperación de memoria. En este momento tiene seis nominaciones por Adolescentes (2019) en los César de la Academia de Cine Francés. De repente, durante el Festival de Cine de Sevilla, se nos ocurrió otorgarle el premio honorífico, y todo el equipo lo vimos claro.

SECCIÓN OFICIAL

18 películas compiten en las secciones FIK, DOK y KRAK de la sección oficial, que está atravesada, según Guillén, por "dos líneas muy claras de historias".

La primera línea es la que se refleja también en el cartel, propia de una nueva generación más joven que se está "construyendo". En Cosas que no hacemos (DOK, Bruno Santamaría) se ve ese "despertar en la juventud", cuando ocurre algo que "necesito expresarlo de alguna forma", en la compleja realidad de México. Algo parecido hace Alltid Amber (DOK, Lia Hietala y Hanna Reinikainen) desde Suecia, con una película en esa "época de lío, mareo, frivolidad e intensidad emocional y vital" de una generación con "herramientas que permiten ir, venir, pensar, equivocarse, volver a levantarse y decidir". Guillén también enmarca a la brasileña Valentina (FIK, Cássio Pereira dos Santos) dentro de esta línea. Esta película, además, ha motivado la programación de Indianara y Bixa Travesti en la retrospectiva sobre el colectivo trans en el Brasil de Bolsonaro.

La segunda línea se plantea cuestiones en torno a la maternidad lésbica, tanto desde un punto de vista tradicional, como Anyáim Története (DOK, Asia Dér y Sári Haragonics), que lo hace "en un entorno complejo como Hungría, con Orban", como más alternativa, con Mães do Derik (DOK, Dê Kelm), que muestra la posibilidad de la maternidad en grupo, con "cuatro mujeres educando y criando". Finalmente, Raquel Marqués reflexiona en Tiempo de deseo (KRAK), en formato de cine ensayo, sobre el deseo y el no deseo de ser madre en una misma relación. "¿Es una opción viable?", se pregunta.

Fotograma de Anyáim Története.

La identidad de género está en el lema de este año, precisamente cuando hay un encontrado debate sobre la ley para el colectivo trans.

El debate atraviesa el festival, pero tampoco creas que modifica su programación y su visión. Siempre estamos abiertos a mostrar absolutamente todas las posiciones. Creo que este debate que se ha polarizado radicalmente. A día de hoy creo que hay dificultad para encontrar lugares comunes para poder resolver esta cuestión. Como festival, tenemos muy clara la apuesta por la realidad de todas aquellas personas que sienten y se quieren construir sea cual sea esa manera, y que hay que buscar un amparo legal para que esto ocurra de la mejor forma posible. Esa es nuestra posición.

Pero a la vez entendemos que esos lugares tan confrontados no permiten que haya un diálogo sosegado o que se encuentren lugares de comunicación. Como festival, si algo hemos hecho siempre, de lo que sinceramente me siento bastante orgulloso, es intentar crear un espacio común de convivencia. Muchas veces, donde había choques fuertes entre varias asociaciones LGTB, hemos logrado compartir una actividad, una sala o tener una vivencia similar en un momento dado.

Las posiciones pueden ser contrarias, que no creo que lo sean tanto, pero creo que es importante que haya lugares donde podamos parar un momento, bajar tensión, hablar y ver adónde se puede llegar. Ese es el espacio del festival. Lo que siempre hacemos es recoger mucha mirada, colocarla encima, permitir que la gente tenga elementos de reflexión y referencias y, desde ahí, seguir construyendo.

Después de diez años en la dirección, termina tu ciclo y el festival se hace mayor de edad.

Este es mi último año como director, y además lo estoy haciendo satisfecho. Después de diez años, creo que he aportado todo lo que tenía que aportar. Creo que le he dado una estructura al festival, una estética que me gusta y que me satisface mucho, esta cuestión de la didáctica a partir de la cartelería, de la mirada amplia para los temas, destinada a un público que no controla nada pero teniendo en cuenta al público que controla mucho lo que está pasando... tener en claro que esto es una herramienta al servicio de la diversidad, no solo de la creación cultural.

Siento que de alguna forma empiezo a repetirme en cuanto a las estructuras y formas, y que creo que es importante que haya visiones nuevas, que haya liderazgos nuevos.

¿Cuánto hemos cambiado desde entonces? ¿Qué papel ha cumplido el festival para el colectivo LGTB y la diversidad sexual y de género desde el cine?

El festival nace como una actividad muy cultural, casi como un componente referencial para el colectivo, y pasa a convertirse en gran difusor de conceptos, muy didáctico hacia afuera y muy reforzante hacia dentro.

En cuanto a Bilbao, cuando llegué desde Alicante me pareció una ciudad súper abierta, donde podías estar muy tranquilo, o al menos en el entorno donde yo me movía. Tengo la sensación de que no era una ilusión, sino una realidad, y cada vez lo he visto más asentado. Es una sociedad plural y abierta de manera general, obviamente con sus fallos, con sus lugares que hay que pulir, con sus presiones por resolver, con sus marcos legales por definir, porque estamos en evolución.

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