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'La trinchera infinita' es la 'alegoría sobre el miedo' de Arregi, Garaño y Goenaga

Agencias | Redacción

Los directores Aitor Arregi, Jon Garaño y Josemari Goenaga han contado la historia de un "topo" escondido tras la Guerra Civil, con los actores Belén Cuesta y Antonio de la Torre.

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Euskaraz irakurri: 'Lubaki amaigabea', Arregi, Garaño eta Goenaga zinegileen 'beldurraren alegoria'

Aitor Arregi, Jon Garaño y Josemari Goenaga, directores de Handia y Loreak, salen de su "zona de confort" en La trinchera infinita, una cinta minuciosa y emotiva donde recrean la vida entera de un "topo" andaluz escondido tras la Guerra Civil, en una "alegoría sobre el miedo" que también es una historia de amor. La película se ha estrenado en el Zinemaldia, y podrá verse en las salas a partir del 31 de octubre.

"Si Higinio está escondido es por miedo, todos tenemos miedo a algo: a dar el paso, a dejar el trabajo, a salir del armario", ha explicado Garaño en rueda de prensa. Arregi ha precisado que siempre quisieron crear "un diálogo entre el pasado y el presente" y que el espectador de hoy "vea que las ropas cambian, pero las inquietudes humanas son siempre las mismas".

Recibidos con aplausos por una multitud de periodistas en el Kursaal, los equipos vasco y andaluz responsables de La trinchera infinita han coincidido al destacar el trabajo de los actores principales, Belén Cuesta y Antonio de la Torre, precisos en el tratamiento de los acentos hasta el "mimo", según el productor andaluz Olmo Figueredo.

"Era uno de los miedos que teníamos", ha señalado Cuesta, en su papel de Rosa, la mujer que por amor "hace el recorrido que hacen: sufre, tiene miedo, cuida, lucha, envejece, es madre", según explica la malagueña, quien cree haber hecho uno de los papeles más importantes de su vida.

"Sí queríamos honestidad y verdad, fundamentales para contar la historia", ha añadido la actriz.

En ese sentido, De la Torre ha contado que buscaron "asesores" de los pueblos y pactaron las expresiones, porque tampoco era lo mismo el andaluz de los años 30 que el de hoy. "Es la herencia de nuestros padres, de nuestros pueblos. Les podemos decir a los 'millennials' que venimos de ahí", ha bromeado el actor.

El malagueño es Higinio, un republicano que acaba de casarse con Rosa cuando estalla la Guerra Civil, y la vida de él pasa a estar seriamente amenazada. Con la ayuda de su familia, decide utilizar un agujero cavado en su propia casa como escondite provisional. Pero las cosas se complican, Franco gana la guerra y el miedo a una muerte segura, además del amor que sienten el uno por el otro, les condena a un encierro que durará más de 30 años, hasta la muerte del dictador.

Esta historia no es verídica, como ocurre con la cinta de animación 30 años de oscuridad que Manuel H. Martín hizo en 2012 e inspiró a los tres directores, aunque prefirieron no sujetarse a esa "servidumbre".

Los directores, que se repartieron el trabajo por etapas y misiones —algo que les funciona desde hace 20 años "por friki que suene", ha dicho Arregi—, usaron el punto de vista de Higinio, que "no ve todo, no escucha todo, y no confía en que su familia no le oculte cosas", para contar la historia.

La cinta avanza esos treinta años con los actores, que envejecen, engordan, enloquecen a ratos y se resignan, otros. "El planteamiento era no salirnos de ese encierro y ver esos 30 años en la historia de un matrimonio y también de un país. Ver cómo el miedo condiciona sus vidas", ha resumido Goenaga.

Sin olvidar, concluye, que "lo político se mantiene como contexto; está desde lo más llano, desde cómo podía vivir un matrimonio un pueblito andaluz, acercándonos a ello desde una forma muy doméstica, no se habla de lo jodidos que estamos con Franco, sino que se oye en su voz. Era hacer un acercamiento humano sin dar la espalda a la realidad que están viviendo".

En la primera sesión, la mayoría de espectadores han salido satisfechos del Kursaal.

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