Análisis
Cuando los formatos cambian y vuelven a cambiar
Begoña del Teso | Cannes
Cannes es también ese lugar donde todo atrevimiento técnico es posible.
Hou Hsiao-Hsien, autor de ‘The Assassin’, la película que media Costa Azul quiere ver envuelta en oro el domingo a las 8 de la tarde, ama por encima de otras muchísimas opciones cinematográficas los grandes planos suntuosos donde no solo tengan cabida sus personajes, sus objetos y sus sombras sino en los que el propio espectador, decenas de espectadores, pudieran tener cabida, pudieran hundirse. Sin embargo su filme, que luego será amplio y rojo, elegante y negro, brillante y dorado comienza en un formato estrecho de poroso blanco y negro.
Tres veces tres cambia el cuadro, el formato de su esplendorosa pero herida hasta el tuétano ‘Mountains May Apart’ Jia Zanghke, autor de la inmensa ‘Touch of Sin’. El comienzo de la narración, que sucede en 1999 y nos sitúa ante una mujer que elige mal entre los dos hombres que la desean está rodado en formato 1:33. Lo que pasa en 2014 cuando ya el retrato de China es tumefacto tiene un cuadro más estándar, 1:85. Cuando nos estrellemos contra un cercano y sin futuro a la vista 2025 saltaremos a la gran pantalla, al scope,
Juega también con el formato, que se diría fuera para todos arma narrativa y cronológica, Laszlo Nemes en otra candidata a premio coronado, ‘Le fils de Saul’.
En un mundo donde con nuestros dedos ampliamos y reducimos al gusto la pantalla de nuestros teléfonos inteligentes no parece extraño, comentan con razón en ‘Libération’ quue los cineastas utilicen como penúltimo (nunca habrá un último) recurso de narradores los bordes mismos, las esquinas, los ángulos de la pantalla.