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Efeméride

La cultura vasca recupera a Xabier Lete en el décimo aniversario de su muerte

M. D. | eitb.eus

El mundo de la cultura ha empezado a homenajear al poeta y cantautor Xabier Lete, y también a investigarlo, cuando se cumplen diez años desde que falleció.

Cartel del documental 'Ni naiz Lete'.

Euskaraz irakurri: Kulturak Xabier Lete omentzeari ekin dio, haren heriotzaren 10. urteurrenean

"Erreka zikinen iturri garbiak aurkitu nahi dituen poeta tristea" o el poeta triste que quiere encontrar la fuente limpia de los ríos sucios, Xabier Lete, falleció tal día como hoy hace diez años. El 4 de diciembre de 2010, a las puertas del invierno, cuando el año estaba a punto de finalizar, como otras figuras de su época y su compañera Lurdes Iriondo, se fue. Sus canciones son ahora populares. Prueba de ello es la que dedicó al bertsolari Xalbador, convertida en himno en las gargantas del pueblo, pero no es ni por asomo la única.

Aprovechando el número redondo del décimo aniversario, parece que el mundo de la cultura está tratando de recuperar a Lete. De alguna manera, la cultura está sacando del olvido a Lete y le está dando el reconocimiento merecido, y de igual manera que el pueblo canta sus melodías y letras, también se pone a analizar su obra. Fue sobre todo poeta, escritor y cantante, pero también intelectual, y su camino autodidacta le llevó hasta la política.

Este año, diez escritores han tratado y homenajeado el carácter polifacético de Lete en el libro Urrats urratuak. Xabier Lete gogoan. Mañana, sábado, se ofrecerá el oratorio sinfónico-coral de Joxan Goikoetxea Hesia urraturik, "una alegoría que reconstruye la colección de textos y melodías" de Lete, en el Kursaal de San Sebastián. En octubre, la pandemia impidió estrenar el espectáculo Xabier Lete: gezur eta egia gurea dirigido por Fernando Bernues.

Aprovechando el aniversario, se está comenzando a rellenar el espacio vacío y abundan las obras sobre su trabajo y homenajes. Del mundo de la investigación es quizás la aportación más completa: el ensayo Xabier Lete. Aberriaren poeta kantaria de Alex Gurrutxaga, a partir de su propia tesis doctoral.

Ayer se estrenó en la sede de EITB el documental Ni naiz Lete, que se podrá ver el 6 de diciembre en ETB1. Una oportunidad para conocer su mundo artístico e íntimo.

Como explicó Gurrutxaga en Euskadi Irratia, a Lete no le gustaba contar su sufrimiento, pero sí sufrió. A partir de 1985, por la enfermedad grave que le diagnosticaron. Eso le alejó de su cargo de diputado de Cultura de Gipuzkoa y fue la antesala de una larga lucha contra la enfermedad. Pero antes también se podía intuir en su existencialismo y sus divagaciones sobre la vida y la muerte, en el cancionero que le hizo grande.

Su camino lo empezó como poeta, y participó en el grupo Ez Dok Amairu, que dio una nueva vida al panorama cultural vasco. Se hizo cantante de pura casualidad. Antes de un concierto, sustituyó a última hora a Benito Lertxundi, que no podía salir al escenario. "Cantas tan mal que tendrás un éxito enorme", le debió de decir Joxan Artze.

Empezó a cantar de casualidad, cuando sustiyó a Lertxundi en un concierto de Ez Dok Amairu

Desde ese momento, unió poesía y canción, y sus ideas poéticas y existencialistas siempre fueron de la mano de la melodía. Lete tenía una voz especial, sí, muy fuerte y oscura, de gran potencia, pero no cantaba mal. Se profesionalizó en 1971, algo mal entendido en la época, y pronto empezó su camino en solitario.

En la década de los 70 Lete recuperó "los secretos de los vascos", como el Jaun de Alzate de Pío Baroja, y empezó a marcar su camino. "Ni naiz", "Nafarroa, arragoa, "Sinesten dut, "Seaska kanta", "Giza aberea" y la propia "Altzateko Jaun" son del disco de 1974; "Langile baten seme", "Haur andaluz bati seaska kanta" y el "Izarren hautsa" interpretado más adelante por Mikel Laboa son del de 1976, y "Lore bat, zauri bat", "Xalbadorren heriotzean" y "Haizea dator ifarraldetik" son del álbum de 1978. La canción fue una manera de dar voz a su poesía.

En palabras de Gurrutxaga, Lete fue en esa época un "poeta social" y un "cantante protesta", y su trabajo estuvo atravesado por el existencialismo. La oscuridad, la melancolía, las preguntas sin respuesta, la opresión, la soledad, la ironía… "Ez zaidazu galdetu gauza ilun guztien arrazoi gordeaz, nora ote dihoan denbora aldakorrak daraman bidea", cantaba.

Como se ve en "Euskalerri nerea", también vivió a lo largo de su historia un desengaño con su propio pueblo. Sufrió una desconexión con lo que se esperaba de él en los escenarios en los años 80, donde tuvo mucho que ver la situación política y social del país. Fue uno de los firmantes del Manifiesto de los 33 contra la violencia de ETA en 1980. Le dolía la violencia, y esa "valentía para ser incómodo", en palabras de Gurrutxaga, también le trajo sufrimiento. "Eran tiempos duros. Nos abrió las puertas a un nuevo sujeto, pero la sociedad vasca aún no estaba preparada. Estamos en deuda con aquellos que nos traicionaron por amor", dice Gurrutxaga.

Los siguientes años los pasó en la política y enfermo. Cuando volvió en la década de los 90, lo hizo en busca de otra voz. Nos trajo la melodía de la Habanera, realizó una labor de recuperación de viejos bertsos, y estuvo siempre reescribiendo y reinterpretando sus propias canciones a lo largo de su carrera, como hizo más de una vez con "Izarren hautsa". Fue un perfeccionista, y nunca dejó de buscar. Dentro de ese interés pueden entenderse los casos de plagio que han sido comentados al final de su trayectoria.

Quizás Euskal Herria nunca sea capaz de devolverle todo lo que él entregó al pueblo: sus abundantes canciones, poesía, ideas, respuestas y sentimientos. El décimo aniversario de su fallecimiento parece un momento adecuado para homenajear a una figura que va más allá de la canción, pero, como subraya el doctor en Literatura Gurrutxaga, el mejor homenaje es "la investigación, el debate y la transmisión".

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