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Entrevista

"Una de las premisas de 'Maitasunaren itxiera' es ir a matar con la palabra"

Natxo Velez | EITB Media

Los actores Miren Gaztañaga y Eneko Sagardoy estrenan el 29 de abril en el Arriaga “Maitasunaren itxiera”, una cruda obra escrita por Pascal Rambert. Hemos hablado con ellos mientras la preparan.

Miren Gaztañaga y Eneko Sagardoy, actores de "Maitasunaren itxiera"

Euskaraz irakurri: "Hitzarekin bestea hiltzera joatea da 'Maitasunaren itxiera'ko premisetako bat"

“Maitasunaren itxiera”, obra de teatro escrita por Pascal Rambert (Niza, 1962), es una batalla, un furioso combate hablado entre un hombre y una mujer que van a separarse.

A un lado del espacio escénico, blanco y despejado, se alza el hombre, Eneko (los personajes toman los nombres de los actores que los interpretan). Dice verse prisionero dentro de la pareja, envuelto en una red que lo anquilosa, y, una vez que toma la palabra aduciendo que “eso se acaba”, encadenará con furia torrencial tantas palabras como pueda con un único objetivo: alejarse, caiga quien caiga, de esa relación. Blandirá con desenfreno palabras dolorosas, de un filo tan cortante como el que solo puede pulir el profundo conocimiento sobre aquel a quien hemos amado. Eneko quiere construir un muro de palabras entre el mundo que ambos compartieron y aquel que le espera, quiere salir indemne de un campo de batalla oral que luce ya desgarrado, salpicado por restos de palabras sanguinolentas.

El amor es ya un cadáver, según Eneko, y Miren, la mujer, “lleva su piel”. Acaba de recibir el incesante ataque verbal del hombre, encajando en ocasiones golpes penetrantes hasta el desmayo, pero ha llegado su turno y no lo va a dejar pasar. No permitirá que su pareja salga ilesa.

Miren no emprenderá una guerra de bayonetas contra un cónyuge al que ya no reconoce, pero tampoco se quedará muda; no aceptará la unilateralidad “porque no estoy de acuerdo”. Hablará desde la decepción pero con humanidad a esa persona que tiene delante, y a la que su iracundo discurso ha convertido ya en un extraño, en “un insignificante desertor que se va por la puerta pequeña”.

Nos hemos colado en los ensayos de “Maitasunaren itxiera” para hablar con Miren Gaztañaga y Eneko Sagardoy, quienes interpretan a Miren y Eneko, y saber más sobre este texto tan hermoso como despiadado y cruel.

¿Cómo os topasteis con este texto y por qué decidisteis traducirlo al euskera? ¿Cómo ha sido el proceso hasta el día de hoy?

Miren Gaztañaga: Eneko y yo fuimos a ver “La clausura del amor” de la compañía madrileña Teatro Kamikaze, y fue una experiencia muy potente: nos encantó la obra y salimos pensando “¡qué bonito sería hacer eso!”.

Son cosas que ocurren a veces: se te quedan dentro una especie de semillas vinculadas al trabajo. Te quedas pensando “¿y si hiciéramos esto alguna vez en euskera?”… Pero quedó en eso, en un sueño.

Un día, charlando con el director de programación del Arriaga, Andoni Olivares, sobre el trabajo de Kamikaze y lo bien que escribe Pascal Rambert, surgió de nuevo esa frase… “¿Te imaginas que Eneko y yo hiciéramos esto en euskera?”.

Y entonces hubo un clic. Lo vio posible, contactó con Pascal…. Le dije a Eneko que la cosa avanzaba, y fue entonces cuando nos entró el miedo (ja, ja, ja). Cuando los sueños se convierten en realidad, aparece el miedo, pero también las ganas.

Eneko Sagardoy: Tenía tantas ganas, que comencé a traducir el texto sin tener todavía el sí de Pascal. Y luego hemos sabido que esa fue una de las claves para que aceptara, haber comenzado a traducir el texto.

Pascal hace “Clôture de l’amour” cada año en un solo idioma nuevo, y nos ha dicho que a la hora de elegir la adaptación de este año tuvo muy en cuenta que el traductor de la obra fuera uno de los actores. Le pareció muy interesante.

Precisamente, el lenguaje es eje principal de la obra. Los personajes usan como arma un lenguaje extremadamente preciso y afilado. ¿Cómo ha sido el trabajo de adaptación?

Eneko: He utilizado dos versiones, la original en francés y la traducción al castellano.

El propio Rambert ha dicho que le encanta la versión en castellano.

Eneko: Sí, también hablé con la traductora al castellano, Coto Adánez, para consultarle sobre algunas claves, pero he de decir que en ese ámbito ha sido totalmente necesaria y muy enriquecedora la labor de Danele Sarriugarte (la escritora y traductora ha ayudado en la traducción y adaptación del texto), ya que, por ejemplo, ha adecuado varias expresiones del francés.

Yo, casualmente, estaba estudiando francés cuando comencé con la traducción, y ha sido una especie de ejercicio. Pero la verdad es que la traducción al castellano es maravillosa.

De todas formas, tengo que decir que no se me ha hecho tan complicado. He sentido la escritura muy cercana, como si la conociera de alguna manera. La traducción ha sido una gozada.

¿Cuánto te has permitido alejarte del texto?

Eneko: Me he dado cuenta de lo importante que es la creatividad para traducir. El texto carece de puntuación, y eso condiciona la traducción al euskera: dónde poner los verbos… Así que hemos tenido que acometer dos procesos decisivos: primero, pensar cómo traducirlo; y después, decidir cómo acometerlo desde la interpretación, como actores. 

Al no haber signos de puntuación, el sentido de algunas frases depende de las decisiones que hemos en la interpretación. Pero se trata de un texto tan potente, tan rítmico y estético, que lo más importante era mantener esa fuerza viva. Y creo que lo hemos conseguido.

Miren: Hemos tenido que tomar decisiones, elegir si tomar una dirección u otra.

Eneko: En octubre, Pascal vino a Bilbao e hicimos una serie de lecturas del texto en torno a la mesa junto a la ayudante de dirección, Lucia Astigarraga. Después de eso, pudimos hacer una nueva versión del texto con sus aportaciones y aclaraciones.

Miren: Sí, pero, de todas formas, él deja todo bastante abierto. Te ofrece, claro, el contexto, ya que escribió este texto a partir de una vivencia real: estaba en el final de una relación, y quería reflejar eso.

Así que nos ofreció varias claves para comprender todo mejor, pero nos ha dejado desarrollarlo desde nuestra organicidad.

Eneko: Pascal también es actor, y eso ayuda mucho.

Centrándonos en la interpretación, ¿cómo se dinamiza la intensidad de un texto de este calibre para no verte arrollado por su potencia, su solidez y su peso?

Eneko: En mi caso, tenía muy claro que me lo quería aprender como si se tratara de un rezo. Quería ser capaz de decirlo muy rápido para tener esa tranquilidad.

Luego es cuando ha llegado un crac; yo lo sentí ayer mismo, mientras pasaba el texto con la ayudante de dirección. En un momento dado, comienzas a dosificar los gritos, ese enfado, porque es cierto que la musicalidad y la potencia del texto te pueden llevar a viciarte, a soltar todo demasiado rápido y quitarle así importancia a lo que dices, pasando de puntillas sobre el texto.

Creo que ahora tenemos delante un proceso precioso. Ya nos sabemos el texto, hemos sido capaces de aprenderlo, y ahora llega el momento de tomar diferentes decisiones: cuándo descubre el personaje el texto, cuándo lo tenía pensado de antemano y todos esos matices. De alguna manera, se trata de desaprender lo aprendido.

Miren: Eso es. El otro día Lucía me decía: “Miren, di todo lo que tienes que decir porque necesitas decirlo”. Eso es lo que estamos haciendo ahora.

Además, se trata de un proyecto especial para nosotros, porque llevamos muchos meses trabajando el texto. Hemos tenido mucho tiempo. Eso no es habitual, y te da la posibilidad de recuperar ese placer.

Memorizar es la labor más aburrida para un actor, y esta vez lo hemos vivido muy conscientemente. Hemos ido muy poco a poco acercándonos a un automatismo, a respetar escrupulosamente todas las palabras del texto y a darnos cuenta de que tienes que relajar ese respeto. En otros procesos más cortos eso se pierde, y esta vez está siendo apasionante. 

Los lectores y espectadores tendemos a concentrarnos más en el texto, pero no parece fácil llevar a escena al oyente de estos monólogos. ¿Cómo habéis trabajado esas interpretaciones?

Miren: Acabamos de ponernos a ello. Hasta ahora, hemos concentrado mucho la energia en que cada uno tuviera su parte muy asentada, quizás por el vértigo que nos da este trabajo. Ahora, una vez que hemos interiorizada nuestra parte, nos hemos comenzado a abrir al otro.

Al principio, temía este momento, pero, cuando hicimos una residencia para ensayar en el espacio Azala, se me fueron todos los miedos. Al tener delante a Eneko diciendo las cosas con la intensidad que pone vi que es a eso a lo que me podía agarrar. Existe algo que te sostiene en esa escucha activa.

Eneko: Diría que esta obra no admite trampas. Es curioso, pero es como aprenderse dos monólogos, uno hablado y el otro escuchado, porque en este otro también hay pies: si ella dice “no llores”, tú tienes que estar llorando, y todo eso hay que aprenderlo.

"Es curioso, pero es como aprenderse dos monólogos"


Además, el oyente aparece en primer término en la escena, aunque esté medio de espaldas. Y yo, cuando he visto la obra como espectador, he disfrutado mucho con la interpretación del oyente. Existen muy pocos actores que escuchen bien, porque siempre ponemos el foco sobre la palabra. 

En este caso, tenemos que conseguir -¡y lo conseguiremos!- que si un espectador decidiera centrar su atención únicamente sobre el oyente, ahí estuviera ocurriendo algo en todo momento.

Miren: Eso es maravilloso. Para nosotros, es un entrenamiento gigante. Muchas veces, en las obras tienes que seguir un montón de instrucciones: aquí te tienes que levantar, ahí entra el vídeo… Por el contrario, este trabajo es muy performativo: estamos sobre el escenario desde el principio hasta el final y tiene un carácter muy de directo.

El texto y el espacio están delimitados, pero estaremos totalmente desnudos, abiertos a lo que ocurra. Será puro rock and roll. ¡Performance y rock and roll! Y como actriz será un reto intentar disfrutar de esa desnudez.

Eneko: A pesar de que tenga mucho texto, Pascal dice que “Maitasunaren itxiera” es una pieza de danza. Y lo entiendo, en un sentido. Las palabras destrozan al otro y a cada uno de ellos, y ese proceso se tiene que ver en los cuerpos, además de en la emoción.

Eneko Sagardoy, el director Pascal Rambert y Miren Gaztañaga

El cuerpo además está muy presente en el texto. ¿Cómo se trabaja ese campo, que a los que no somos actores o actrices nos es más ajeno? ¿Cómo acompaña la palabra con el cuerpo?

Miren: Cada uno tiene su técnica. Yo creo que es una cuestión de actitud: tienes que definir dónde te colocas a la hora de trabajar, y dejar a las palabras reverberar dentro de ti, en tu cuerpo. Es como decirte “mi cuerpo está aquí y ahora, y acompaña lo que estoy diciendo”.

Eneko: Si pones el cuerpo en eso que estás diciendo, siempre es más fácil. Las palabras no surgen desde un vacío, sino desde un cuerpo. Y es importante confiar en eso.

"Las palabras no surgen desde un vacío, sino desde un cuerpo"


Ambos monólogos nacen del dolor, pero el hombre quiere arrasar con todo y la mujer habla con una mayor humanidad; Miren recoge, al menos, las cenizas del incendio desatado por Eneko. Desde vuestro punto de vista, ¿la obra ofrece al menos las cenizas al espectador o es una llama cuyo final solo ofrece el vacío?

Eneko: No lo sé, creo que caben ambas cosas. Una de las premisas que nos dio Pascal fue que fuéramos a matar con la palabra. Y así es. Pero, a pesar de que en mi monólogo exista una voluntad por destrozar, creo que en el subtexto se adivina que mi personaje no quiere, que le da pena, pero que lleva a cabo el plan de destrucción de una manera racional. Ha comprobado que ya no existe nada entre los dos.

Prefiere que la palabra anteceda a la emoción, y carga esas palabras con metralla. En ese sentido, sí que creo mi personaje no tiene ninguna intención de dejar nada vivo.

Miren: En el caso de mi personaje, ella recibe todo esto. Y, como ocurre en la vida cuando te dejan después de una relación, se ve haciendo cosas absurdas para aguantar, para intentar mantener la situación, hasta que se da cuenta de que no hay nada que hacer.

En un momento dado, el personaje dice: “Esta ha sido mi última debilidad, voy a seguir”. En ese momento pasa a otro estadio y presenta diferentes estados de ánimo, pero ya es consciente de que no va a quedar nada de la relación.

Eneko: En ese punto, les quedan algunos aspectos que negociar, tanto sobre cosas materiales como sobre aspectos inmateriales. Y eso me parece muy bonito. ¿Qué ocurre con el legado inmaterial que deja cada relación?

El texto habla sobre ello, y me parece precioso. El lenguaje que surge de una relación, las frases hechas, las promesas, el humor… ¿Qué ocurre con todo eso? ¿Se muere y desaparece o lo tenemos que repartir?

Existe algo muy bonito ahí, cuando se pasada del “nosotros” al “yo”.

Entonces, ¿hay lugar para la esperanza?

Eneko: Sí que lo hay, a veces. Ya sea en el subtexto o de forma visible, hay lugar para el amor y para el reconocimiento. Lo que ocurre es que al ser el objetivo principal de mi personaje destrozar todo, estos solo se abren paso por pequeñas grietas.

Es inevitable que todo esto salga y se recuerde después de una relación larga e intensa. Y, además, es otra manera de destruir: “Te recuerdo que éramos así, pero ya no lo somos. Tengo presente nuestro pasado y lo valoro, por eso te lo recuerdo, pero ya no queda nada”.

Es el público el que tiene que valorar si se cree o no ese “ya no”.

Miren: Sí. Y Pascal también menciona que la mujer aparece como empoderada. Muestra la típica imagen del ave fénix.

Miren, ¿cómo definirías a Eneko?

Miren: Lo siento muy hermano, la verdad. Si me pongo muy simbólica, diría que somos dos pequeñas piezas de barro salidas de una misma gran pieza. 

"Eneko y yo somos dos pequeñas piezas de barro salidas de una misma gran pieza"


Somos diferentes en algunas cosas, pero siento que venimos del mismo barro.

Y tú, Eneko, ¿cómo definirías a Miren?

Eneko: Estoy totalmente de acuerdo. Yo siempre he dicho que Miren es para mí una referencia y una inspiración.  Ahora, claro, también es una amiga, y tiene mucha fuerza y algo que me llena mucho.

La obra tiene un tono muy agresivo e intenso, y actores y actricez que la han representado en otros idiomas han dicho que ha sido el trabajo más duro de sus carreras. ¿Cómo afronta un actor ese reto? ¿Cómo está influyendo este trabajo en vuestras vidas? 

Eneko: Leer y conocer el texto me ha servido para acercarme a ese dolor. Pero yo tengo una máxima en mi vida, y es que tengo que disfrutar en el trabajo, diga lo que diga y sea cual sea la historia. Eso tiene que ser así siempre. No puedo trabajar, si estoy sufriendo. 

Esa es la manera en la que mejor me lo paso, y no hemos de olvidar que pasamos muchas horas viviendo dentro de ficciones. Así que quiero poder disfrutar durante todas esas horas. Es trabajo, es disciplina, pero no quiero sufrir, ni en mis relaciones ni en el arte. No, al menos, más de lo imprescindible.

Si interpreto a un asesino, lo disfrutaré a tope, y si hago de víctima de un asesino también lo disfrutaré a tope.

Miren: A veces se consigue, y otras veces cuesta más, pero esta vez a mí no se me estará haciendo duro. Nos dijeron que iba a ser un trabajo muy duro, nos aconsejaron que nos cuidáramos mucho… Y, al menos hasta ahora, yo no lo estoy viviendo con esa dureza. Más bien al contrario, hemos conectado desde el placer.

Los miedos y los nervios están ahí, pero nada más.

¿Qué le deseáis a la obra? ¿Con qué propósito habéis impulsado “Maitasunaren itxiera”?

Eneko: Si me pongo muy pragmático, diría, por primera vez, sí he tenido la sensación de que si no hubieran salido funciones hubiera sido un fracaso, por todas las horas invertidas.

Por suerte, sí han salido. Antes de verano, estaremos en el Arriaga, Durango y Hondarribia, y después del verano hay bastantes funciones ya cerradas, además en toda Euskal Herria.

Y luego, ya que el amor nos toca a todos y todas, me emociona pensar que la obra va a tener en los espectadores ecos que ni nos imaginamos. Hace mucho tiempo que no hacía una obra contemporánea, y creo que para algunos y algunas será liberadora, pero para otras y otros resultará incómoda y dolorosa.

Y saber que tenemos ese poder, me da mucha fuerza.

Miren: A mí, desde un ámbito más personal, me llama mucho la atención que Eneko y yo compartiéramos en su día el proyecto “Heriotza bikoitza” y ahora sienta esto como nuestro siguiente trabajo. A pesar de ser una producción del Arriaga, al haberlo impulsado nosotros, lo siento muy nuestro.

 “Maitasunaren itxiera” es el siguiente paso en nuestro camino común. Y me parece también que nos hemos hecho un regalo increíble como actores, aunque tengamos delante un abismo gigante. Hemos construido un gimnasio gigante para crecer en nuestra formación como actores y como personas.

Ambos somos muy autodidactas, hemos aprendido trabajando, afortunadamente, y muchas veces provocamos trabajos que nos permiten seguir evolucionando.

*"Maitasunaren itxiera"

29 y 30 de abril y 1 de mayo. Teatro Arriaga (Bilbao)

8 y 9 de mayo. San Agustin Kulturgunea (Durango)

15 de mayo. Hondarribia