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Entrevista

Alex Gurrutxaga: "Xabier Lete es el principal cantante de la patria"

eitb.eus

Hace diez años que falleció el poeta y cantante Xabier Lete. Más allá de su gran influencia como creador, hemos querido saber más sobre su obra.

Alex Gurrutxaga ha analizado la obra de Xabier Lete en su libro "Aberriaren poeta kantaria"

Euskaraz irakurri: Alex Gurrutxaga: "Xabier Lete da aberriaren kantari nagusia"

Este viernes, 4 de diciembre, se cumplen 10 años de la muerte del poeta y cantante Xabier Lete (Oiartzun, 1944 - San Sebastián, 2010). Lete fue un creador cultural de gran fama e influencia, sin duda, y es indiscutible el lugar dentro de la cultura popular vasca de Euskalerri nerea, Izarren hautsa, Nafarroa, arragoa y Xalbadorren heriotzean, por mencionar algunas de sus obras.

Pero más allá de estos hitos indiscutibles clavados en la memoria colectiva, el creador guipuzcoano realizó una cuantiosa y poliédrica aportación, escrita y cantada, y hemos hablado con Alex Gurrutxaga (Zarautz, 1988), doctor en Literatura Vasca y escritor del libro Xabier Lete. Aberriaren poeta kantaria (Alberdania, 2020), para saber más sobre el “poeta cantante” que cantó a la patria, a los temas sociales, al existencialismo, a la esperanza, a la impotencia, a la dignidad y a la muerte.

Hace diez años que falleció Xabier Lete. Pese a su indiscutible alcance, ¿crees que en general su obra tiene el peso que merece? ¿Cómo definirías su aportación?

Mi impresión es que Lete tiene lugar muy notable en la sociedad, y además, que se va ampliando. Creo que cada vez somos más conscientes de su aportación. Otra cosa es cómo estamos en el ámbito académico y de investigación; en pocas palabras, creo que hemos andado un poco tarde: es probable que la calle se haya enterado antes que la academia del valor de Lete. Pero eso también está cambiando, y el ámbito de la investigación también se está completando.

"Es probable que la calle se haya enterado antes que la academia del valor de Lete"

De cualquier manera, no creo vayamos a agotar la figura de Lete pronto. Fue un artista complejo y rico, como también fue su aportación. Como dijo el maestro Antton Valverde, si ha habido alguien que ha sabido comunicarse con los vascos, ese ha sido Lete. Si damos por cierta esa afirmación, y yo creo que lo es, es evidente de qué clase de figura estamos hablando.

¿Por qué disco o libro crees que tendría que empezar alguien que todavía no ha profundizado en la obra de Xabier Lete?

Antes que nada, esa pregunta manifiesta una carencia. Lete publicó muchos discos y libros, pero, aunque conseguir la música puede ser fácil, la mayoría de los libros no se pueden adquirir hoy en día. La carencia es evidente. Si queremos garantizar la transmisión cultural, las obras de nuestros poetas y cantantes tienen que estar disponibles y en ediciones apropiadas. Se trata de una urgencia en ese campo, con Lete y con otros muchos autores.

En el caso de Lete, para acercarse a sus canciones, mencionaría el primer disco, el que solo llevaba el nombre Xabier Lete. Ahí están las piezas que convirtieron a Lete en un gran icono: Ni naiz, Nafarroa, arragoa, Alzateko Jaun, Sehaska kanta… Casi todo el disco es antológico.

Para sumergirse en su poesía, en cambio, y como complemento de lo que acabo de decir, el último libro de poemas sería una opción excelente: ahí hay otro Lete, que está en la última curva de la vida, que nos habla con otro temple y otro tono. Hay poemas maravillosos en Egunsentiaren esku izoztuak.

Como comentas en el ensayo que has hecho sobre Xabier Lete, “Aberriaren poeta kantaria” (ese podría ser, respondiendo a la pregunta anterior, una ventana adecuada para sumergirse en sus obras), cuando publicó su exitoso segundo disco, los críticos elogiaron la nueva forma que aportó a las letras de los cantautores. ¿Qué moldes rompió y qué caminos abrió en la composición de canciones?

Antes que nada, voy a mencionar dos testimonios. Por un lado, que en esa época alguien nombró a Lete “poeta de la canción vasca”. Por otro lado, lo que declaró Bernardo Atxaga: que las letras de Lete lo dejaron asombrado. Son un par de ejemplos nada más, pero demuestran la particularidad que tenían estéticamente las formas de relatar de Lete.

Una parte del cancionero se construía sobre textos simples. Más aún en algunos ámbitos de la canción protesta; ya sabes, reivindicaciones políticas, lemas fáciles… Piensa que en algunos momentos la sutileza, el lirismo y la profundidad no estaban bien vistas; para algunos eran insustancialidades. Sin embargo, Lete jugó en otra liga, y eso no le importó nada. Él era poeta, y las piezas como la canción Nafarroa, arragoa o el recitado de Sinesten dut están por encima de la exigencia política de la época. La gente percibió que ahí había poesía musicalizada.

De paso, se puede decir que su forma de cantar también contribuyó. Algunos dicen que Lete cantaba mal; yo creo que no. Tenía una forma de cantar muy expresiva, y eso es, por encima de la afinación perfecta, una de las claves de la música popular.

En pocas palabras, me parece que esa expresividad que tenía en la forma de decir las cosas, a largo plazo, le ha traído el reconocimiento de la gente.  

¿Qué relación tuvo Xabier Lete con su obra? Cambió y adoptó sus trabajos anteriores a nuevas versiones.

Resumiría la actitud que tuvo Lete en ese sentido con dos palabras: inconformista y perfeccionista. Cambió sus piezas durante toda su vida, continuamente. Si una canción o poema de Lete tiene dos o tres ediciones, casi nunca son iguales. Eso demuestra la lucha que tenía como poeta: el poeta, como él decía, intenta decir lo que no se puede decir. ¿Qué es lo que no se puede decir o agotar con palabras? La muerte, la vida, el amor, la transcendencia…

Por supuesto, el poeta está condenado a fracasar: estas verdades gigantes, las que están por encima de nosotros, no se pueden agotar con palabras. Pero ese es el destino del poeta, debe esforzarse en ello. Así que, mientras Lete lo intentaba constantemente, su obra cambiaba y volvía a nacer continuamente.

Alex Gurrutxaga ha publicado la obra Xabier Lete. Aberriaren poeta kantaria (Alberdania, 2020)

En el asfixiante ambiente del final de la década de los 70, como muchos otros artistas, Lete reivindicó “medios de expresión ricos, libres de la esclavitud de la funcionalidad política”. ¿Cómo compaginó Lete el compromiso artístico, la autonomía del arte y el patriotismo?

Según dejó escrito, el compromiso y la autonomía del arte no son contradictorios de por sí, si se cumple una condición: es el propio artista quien tiene que decidir “mojarse”, desde su autonomía, no porque una línea política le presione. Dicho de otra manera, el compromiso tiene sentido, si el gesto viene desde la libertad del comprometido; si no, eso no es compromiso, sino acatar, rendirse o lo que sea.

En cambio, en el sentido estético, Lete (y como Lete los artistas más importantes de la época) no podía aceptar una expresión artística que se sometiera a la política. Hoy en día, quizás, defender la autonomía del artista sea hipocresía, pero en la década de los 70 esa postura no era tan evidente como hoy en día. Ten en cuenta que a algunos les parecía mal que los cantantes cobraran. De hecho, en esa época, la urgencia de la revolución apretó mucho las cosas.

"No podía aceptar una expresión artística que se sometiera a la política"

Lete, como he dicho, no se rindió a esa angustia; tampoco muchos otros grandes cantantes y creadores. Pero desde su autonomía y su propia voluntad cantaron muchos temas, e hicieron muchas reivindicaciones que creían necesarias. Lete era un profundo abertzale. ¿Cómo no iba a escribir sobre ello? Diría más: en mi opinión, Lete es el principal cantante de la patria.

Precisamente, en tu libro dices que Urrats desbideratuak (1981), es su libro “más desesperado y más oscuro” a nivel existencial, político, social y artístico. ¿Qué se quedó, con la perspectiva del tiempo, a un lado y al otro de ese trabajo?

Par mí, el estudio de ese libro ha sido clave. Lete no publicó ningún disco desde 1978 hasta 1991. Y se ve muy claramente la diferencia entre una y otra época. Hay un salto evidente, poético, estético… ¿Pero qué pasa en ese intervalo? ¿Qué ocurre en la transición y en la década de los 80? Eso es un gran tema y aún me gustaría investigarlo más.

La cosa es que en ese giro apareció Urrats desbideratuak, un libro impresionante, oscuro y duro, unido a su época, increíble desde el punto de vista de expresión poética. Me sorprende lo poco que se ha reivindicado la fuerza poética de ese libro. Eso sí, no puede ser más oscuro. El título lo dice todo. Es dantesco.

¿Qué había antes de esos pasos torcidos, de esos pasos desviados? Pues, lo que había antes de que Franco muriera: sueños, utopías, un destino por construir. Y luego, ¿qué? Pues, adaptarse como se puede a la nueva realidad, que no era, ni mucho menos, la soñada anteriormente. Y como testigo de ese desengaño, ahí está, entre otros, el libro de poemas de Lete.

De la asertividad y el apasionamiento del comienzo, la obra musical y poética de Lete mudó en su segunda etapa, en la década de los 90, a “los sentimientos, emociones y espiritualidad dirigidos al entendimiento”. En tu opinión, ¿a qué se debe esa calma que muchas veces  viene en la madurez?

Yo creo que ahí entran diferentes elementos. En el caso de Lete, por un lado, tiene mucho que ver su biografía más íntima. A mediados de las década de los 80 se le manifestó una enfermedad crónica, una enfermedad del intestino: casi muere, y desde entonces tuvo que aprender a vivir con la enfermedad. Es evidente que aquello afectó directamente a su modo de vida, y también a su creación.

Por otro lado, están los cambios históricos. A principios de los 60 y los 70, predominaban la poesía social y el canto protesta; eran conocidos Albert Camus y Bertolt Brecht; eran iconos Gabriel Aresti o LLuis Llach… Pero (y aunque sea torpe simplificarlo así) esos lenguajes se quedaron atrás pronto.  Entonces, los artistas buscaron también nuevos medios de expresión estética que se adecuaran a la nueva realidad, y Lete no fue la excepción.

Has escrito el artículo “Kaliayev eta Antigona. Ohar zenbait Xabier Leteren ikuspegi etikoaz” para el libro colectivo Urrats urratuak. Xabier Lete gogoan que se acaba de publicar. ¿Qué tema has analizado en él?

En primer lugar, he tenido mucha suerte por participar en una obra colectiva como esta. Para completar el puzle de Lete se necesitan muchos puntos de vista y muchas plumas, y para mi es un lujo estar ahí.

Mi artículo se centra en el punto de vista ético de Lete. Es un tema complejo, pero he intentado dar algunas ideas básicas. Kaliayev es un personaje de la obra Les justes de Camus; precisamente un personaje que Lete representó en los 60. Antigona, en cambio, es un personaje al que guió la compasión, la piedad, y Lete también lo conocía muy bien.

¿Por qué  Antigona y Kaliayev? Pues, porque además de tener relación con Lete, ambos personajes se mueven en la difusa y compleja línea entre la política y la ética: he observado el punto de vista de Lete desde ahí. Tras estudiar el camino y el comportamiento de Lete, creo que el peso de la ética fue para él más importante que las circunstancias políticas cambiantes. Especialmente, Lete deja bastante claro que no soportaba la política violenta, independientemente de su fuente y su expresión.

¿Te atreverías a escoger una canción y un poema de Lete?

Atreverme sí, pero sabiendo que siempre me voy a quedar corto… De hecho, si algo define a Lete, es la pluralidad, la complejidad, ser diverso. Dicho con una palabra que aprendimos de él, Lete fue arragoa, un crisol en él se unieron muchas materias y caminos.

¿Una canción? Langile baten seme. Me parece que en ella se ve como Lete consiguió caminar junto a este pueblo, ponerle palabras a este pueblo. “Horretan badet bizi geraden herriaren antza”, decía la letra, y quizá sea así. Entre los poemas, en cambio, nombraría el que se conoce por el nombre Biandintz. Puede que sea una de las piezas más bonitas de la última época poética de Lete.

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