Entrevista
Eider Rodriguez: "Me he movido entre lo público y lo privado. En el medio queda el artificio, la novela"
Natxo Velez | EITB Media
La escritora Eider Rodriguez publica "Eraikuntzarako materiala", una "novela de no ficción" que recoge y modela los restos de una relación entre un padre y una hija mediatizada de medio a medio por el alcohol.
Euskaraz irakurri: Eider Rodriguez: "Publiko eta pribatuaren artean aritu naiz. Tartean, artifizioa dago, nobela"
Eraikuntzarako materiala (Susa, 2021), la nueva novela de la escritora Eider Rodriguez (Orereta, 1977), es una obra escrita contra el silencio. Rodriguez se aleja esta vez de los relatos, formato habitual en su obra, y dirige una carta de amor a un padre recién fallecido tras una vida marcada por el alcohol y a sí misma. De todas formas, se trata de una carta que, por ser real, se muestra honesta, apasionada, afilada y dolorosa, muy lejos de perfecciones e idealizaciones.
La literatura sirve para desentrañar y comprender, y Eraikuntzarako materiala, escrito desde una honestidad incondicional, responde a ese objetivo desde el convencimiento de que algunas cosas solo se pueden entender si se escriben. La narradora de la novela afirma que las palabras tienen el poder de metabolizar, y Eraikuntzarako materiala nos invita a conectar con las reflexiones y sentimientos decantados en la memoria de Eider Rodriguez, arrebatados al silencio a través de frases aceradas.
Hemos hablado con Rodriguez sobre el resultado de su inmersión en tantos y tan prolongados silencios.
¿Por qué llega ahora Eraikuntzarako materiala? ¿Ha mediatizado el proceso de escritura el hecho de que se trate de una historia tan íntima y la consiguiente implicación que ello conlleva?
Después de terminar de escribir un relato y cuando estaba a punto de comenzar uno nuevo, me di cuenta de que me iba a costar dar vida a personajes de pura ficción: me parecían de cartón, fue una sensación muy extraña.
Charlando con la editora, le comenté la historia que ha terminado por ser Eraikuntzarako materiala. Ya la tenía en la cabeza, aunque no encontraba el valor para escribirla, entre otras cosas porque estaba basada en personas reales. Fue ella la que seguramente me dio el empujoncito que necesitaba. Y sí, el proceso ha sido diferente al de los libros anteriores: una vez comencé a escribir, las palabras me han llegado como a borbotones.
El libro es un sincero ejercicio de ficción, ya que, a pesar de que tenga mucho de ti, pertenece a la ficción. ¿Te preocupan las lecturas que pueda hacer la gente? ¿Qué miedos tenías antes de publicarlo y qué reacciones te han llegado?
La palabra ficción me crea inquietud... Me parece difícil nombrar el libro mediante los términos de que disponemos, pero pienso que el que más se le acerca es el de novela de no ficción. Se me hace duro denominarla ficción, más aún hablar de autoficción. En cambio, el término novela no me crea ninguna inquietud. Así que creo que el más adecuado es novela de no ficción.
Sobre los miedos, ¿qué decir? Mi mayor miedo era cómo se verían aquellos y aquellas que aparecen retratados y retratadas. En las fotos, nadie se ve acorde a la imagen que tiene de sí mismo, ¿no? Además, sería imposible, porque nadie es igual mirado a través de otros ojos que visto por sí mismo. La mirada es subjetiva, y ya estaban avisados y avisadas.
¡De momento, no he tenido ningún susto!
'Eraikuntzarako materiala'
El texto rezuma dolor. En la narración no hay compasión, ya que, como dice la narradora, eso pondría al escritor por encima de los personajes y las lectoras y los lectores, muy al contrario de su aspiración por tratarlos de tú a tú. ¿Qué tipo de lector tienes en mente cuando escribes con el objetivo de publicar?
Sí, ha sido una forma de mirar al dolor frente a frente. Mi manera de gestionar el miedo ha sido liberarlo hasta que ha remitido, con su complejidad y su incoherencia. También hay compasión, pero el libro no está escrito desde ese sentimiento. Diría que hay muchos sentimientos; no todos bellos ni loables, pero todos son sentimientos.
No suelo tener a un o una lectora concreta en mente. Y en este caso, menos aún. Es cierto que lo he escrito con intención de publicarlo, pero las palabras provienen de una profunda intimidad. Me he movido entre dos extremos, lo público y lo privado. En el medio, queda el artificio, la novela.
¿Qué recompensa ha tenido, si es que la ha tenido, el dolor que te acompañó durante el proceso de escritura? La narradora afirma que las palabras tienen el poder de metabolizar, pero ¿cómo has emergido del proceso de escritura?
Escribir me ha ayudado, ha sido como sacarte una espina demasiado antigua. Y sí, ha sido así: el propio hecho de escribir traslada los hechos a otro lugar, los metaboliza; te lleva, por ejemplo, a revisar el dolor, o la vergüenza, o la dependencia, o el amor, y esa revisión genera irremediablemente un cambio.
Creo que he salido del proceso un poco más libre.
Más allá de la duración, ¿qué puertas te ha abierto y qué límites te ha impuesto el cambio del relato a la novela? ¿Te has visto obligada a agudizar los recursos literarios más enfocados al ritmo, como anáforas, enumeraciones, párrafos largos y otros más cortos, diálogos en estilo directo...?
Al escribir, siempre le doy mucha importancia al ritmo. Para ello, he utilizado esos recursos que has comentado y otros, como los silencios, por ejemplo.
Hay muchas ideas, fragmentos e imágenes, la muerte deja un pequeño caos a su alrededor, y no quería renunciar a esa sensación de caos y locura, quería que apareciera, pero al son de una danza en la que cupieran el pasado, el presente, el futuro, lo trascendental y las tonterías, las facturas, los orgasmos, las personas rotas, el amor y el asco.
Leer en voz alta me ha ayudado mucho en esa labor.
La novela está presentada en cuatro capítulos. ¿A qué se debe? ¿Qué aporta a la historia esa suma de puntos de vista y por qué decidiste añadir en el último capítulo las cartas enviadas por tu padre a tu madre cuando estaba en la mili?
Quería o necesitaba muchas capas y texturas para reflejar los diversos y a veces contrapuestos sentimientos que atraviesan una relación compleja. Para ello, me era imprescindible utilizar más de un punto de vista: está la hija en primera persona; está la hija en tercera persona; está el padre en primera, segunda y tercera persona; y en todas ellas está la perspectiva actual y pasada.
La parte de las cartas, traducidas magistralmente por Joxe Mari Berasategi, me parece fundamental, porque se trata del único momento en que el padre habla con su propia voz, sin la interferencia de la hija.
Es importante escuchar la voz de la gente, de toda la gente; por supuesto, también en literatura. Guardan matices irrepetibles e insustituibles.
Eider Rodriguez
Dentro del drama, aparecen de vez en cuando golpes de humor. ¿Qué lugar ocupa el humor en tu concepción de la literatura, incluso dentro de una historia tan oscura como la que nos ocupa?
El humor es interesante a la hora de contar una historia porque cambia el tono y, por tanto, el ritmo, casi siempre introduce una pequeña sacudida, te obliga a moverte del sitio en el que te encuentres...
En una narración tan sórdida como esta, necesitaba el humor como las plantas necesitan el sol; tanto en la vida como en la literatura, para mí es un arma para avanzar; seguramente, la más letal que tengo.
Las plantas, por cierto, tienen una gran presencia en la historia, partiendo desde la propia portada, y ofrecen un asidero entre tanta oscuridad. Son, como el humor, rayos de luz entre tanta sombra...
Sí, así es, pero fue después de escribir el libro cuando me di cuenta de la presencia de las plantas... Podría darte la misma respuesta que a la anterior pregunta, pero sustituyendo humor por plantas.
Las plantas son seres insignificantes y diminutos apostados en los márgenes del torbellino en el que vivimos: ocuparnos de ellas, mirarlas... es un gesto de resistencia tan absurdo como consciente.
La protagonista utiliza el silencio contra su padre, aunque a la vez afirme que "los gritos que no se han expulsado infectan mi interior". ¿Cómo vive la protagonista el silencio y cómo lo has llevado al texto de Eraikuntzarako materiala?
El libro, depende de cómo lo mires, puede estar hecho de fragmentos. Los espacios entre esos fragmentos son silencios, y para mí forman parte de la escritura, se trata de elementos muy cuidados.
El silencio es un recurso literario más: hay palabras sobre el silencio, hay pasajes silenciados, pero quizás lo más importante es que en los márgenes hay espacios en blanco que tienen la voluntad de actuar como cemento.
Has explicado que mientras escribías el libro has escuchado La Pasión según San Mateo de Bach. ¿Cómo escribe Eider Rodriguez? ¿Qué necesitas alrededor o qué te molesta?
Escribí aproximadamente la mitad del libro mientras escuchaba La Pasión según San Mateo, aunque entonces no sabía nada sobre esa obra (después, Maite Larburu ha completado mi limitado conocimiento sobre la obra). A veces, necesitaba una especie de diapasón que me diera el tono, y por eso comencé a escucharla.
Una gran parte del libro la he escrito en la cama, y otra en cafeterías. Para escribir, suelo necesitar a mi lado alguna bebida (igual no resulta creíble, pero ¡sin alcohol!), y el menor número de estímulos externos posible. Si hay luz agradable, mejor todavía.
¿Qué tres o cuatro libros han llamado tu atención últimamente?
Dos de kilómetro cero: "Faith" de Lander Garro y "Flor fané" de Sara Morante; "Karena", de Alaine Agirre; y "Gu gabe ere", de Itziar Ugarte.
Después de un tour de force emocional como el que has realizado al escribir este libro, ¿vislumbras un gran abismo a la hora de enfrentarte de nuevo al papel en blanco?
Tenía ganas de escribir ficción, y ya estoy saciando esa hambre.