Entrevista
Unai Elorriaga: "Cuando me estorbaba la realidad, saltaba por encima de ella sin ningún reparo"
Natxo Velez | EITB Media
El escritor getxoztarra publica la novela "Francesco Pasqualeren bosgarren arima", crónica de las andanzas de un familiar lejano que llegó desde Sapri a Euskal Herria, tejida a través de quince relatos.
Euskaraz irakurri: Unai Elorriaga: "Errealitateak traba egiten zidanean, salto egiten nuen gainetik ezelango beldurrik gabe"
La literatura, el arte en general, sirve para completar la vida. Poemas, canciones, novelas, películas y obras de teatro nos trasladan a lugares a los que no llegamos en nuestro día a día, completan con grises los insatisfactorios negros y blancos, difuminan límites, sacuden inercias, ensanchan la dimensión de lo posible y completan vacíos.
Precisamente, en su séptima novela Francesco Pasqualeren bosgarren arima (editorial Susa, 2024), el escritor Unai Elorriaga (Algorta, 1973) ha llevado de la teoría al papel la potencialidad de literatura para rellenar huecos: ha recogido las andanzas reales de un pariente lejano, Francesco Pasquale (Sapri, 1825 – Bermeo, 1910), y ha completado con material de ficción, en quince relatos y varios apuntes biográficos complementarios, los resquicios abiertos por el avance del tiempo y el consiguiente olvido.
De todas formas, la nueva novela de Elorriaga demuele el muro que separa Historia de historia, siempre en favor de la ficción y la literatura: quince cuentos autónomos nos guían a través de las aventuras de Francesco y, de su mano, por el retrato de algunas vidas representativas del siglo XIX en Europa: clase trabajadora, violencia, caciquismo, migración, persecución política, hogar, muerte, nostalgia…
Hemos podido hablar con Elorriaga sobre algunas de las vías que abre la novela.
¿Por qué cauce conociste las andanzas de Francesco Pasquale y por qué te parecieron una materia prima adecuada para la literatura?
Hace mucho tiempo que conocíamos en casa la historia de aquel pariente llegado de Italia, pero no teníamos muchos datos. Un día, en 2016 si no me equivoco, alguien de la familia que no conocía hasta entonces me dijo que hace tiempo realizó una pequeña investigación en torno a Francesco (lugar y fecha de nacimiento, matrimonios, etcétera) y que la tenía recogida por escrito.
Me la envió y encontré en sus escritos otros materiales interesantes: el siglo XIX, que siempre me ha resultado atractivo, por un lado, y otras visiones del mundo, por otro. Así que noté un hilo que me unía a todo ello. Algo que me resultaba lejano hasta entonces se me tornó en familiar, y comencé a visualizar las historias.
¿Por qué "la quinta" alma? ¿A qué hace referencia?
El número cinco tiene una vertiente mágica en el imaginario vasco. Ha cumplido durante mucho tiempo la función que hoy en día le corresponde al once, "hamaika", de artículo indeterminado simbólico: existen unos versos de Muñagorri, por ejemplo, que dicen "Bost negar egiteko/nunbait jaio giñan" o la canción Agur Xiberua dice "Bostetan geroztik/negar egiten dit/Xiberua zuri", que luego repite en el estribillo: "Bostetan elki deitadazüt hasperena". Aparece en varios textos antiguos…
Además, el cementerio de mi pueblo, el lugar de encuentro de las ánimas, se encuentra en la calle Bosgarrena.
El libro combina datos y acontecimientos reales con pasajes inventados por ti. ¿A qué atribuyes la actual abundancia de ficciones atravesadas por la realidad? ¿Crees que los lectores y lectoras (algunas y algunos de ellos) necesitan una base real para procesar la ficción?
Creo que existen casos diferentes. El mayor peso suele recaer en la biografía, y, habitualmente, el material obtenido de datos reales resulta superficial, ya que es la realidad la que dota de fuerza a la narración (se explicite esto o no).
Según lo que me han comentado en más de una ocasión, el público quiere cazar dator reales, establece un filtro para diferenciar un estadio de otro, le atrae la cercanía de la realidad. Pero mi novela no responde a todo esto: hay mucha gente que ha leído el libro como si Francesco fuera un personaje de ficción (que lo es) y solo al final, al ver las fotos, se han dado cuenta de que existió realmente. La propia aparición de esas fotos es una de las muchas sorpresas que ofrece el libro.
Si hubiera comenzado a escribir el texto desde cero, sin apoyarme para nada en la realidad, el resultado sería muy parecido. A veces dudo si he acertado contándolo en la presentación y las entrevistas, ya que carece de importancia.
Como escritor, ¿qué ventajas te ha ofrecido y a qué te ha obligado tener que ceñirte a la realidad o, dicho de otro modo, poder agarrarte a ella?
Solo ha habido ventajas. Y es que en el momento en que la realidad me resultaba un estorbo, saltaba por encima de ella sin ningún reparo
Lo único que le ha dado es un cierto color, quizás el color del siglo XIX.
Además, algunos aspectos no quedan totalmente resueltos en el texto, como por ejemplo el posicionamiento político de Francesco o su posible activismo en el Reino de las Dos Sicilias del siglo XIX. Has dejado algunos huecos a las lectoras y lectores en la historia, en tu rescritura de la Historia, para que los rellenen…
Lo que pasa es que no se pueden resolver, es imposible. Existen hipótesis sobre por qué se fue, de qué huyó.
He utilizado esas hipótesis para acercarnos la historia, y hablar, por ejemplo, de la clandestinidad, sobre la que algo sabemos ya que la hemos vivido. Por lo tanto, aunque los hechos se sitúen en el siglo XIX, se habla sobre algunos problemas del propio siglo XX.
Francesco Pasqualeren bosgarren arima puede ser considerada como una novela, pero la historia está compuesta por relatos autónomos. ¿Han sido estos relatos los que, al encadenarse, han definido el hilo del libro o, por el contrario, son estas narraciones las que se han acomodado a una línea narrativa superior?
Cuando me planteo los libros, tengo que tener todo el texto muy claro en mi mente, es una obligación que me impongo. Al menos el esqueleto tiene que estar pensado sin ningún cabo suelto.
Por tanto, sabía desde el principio que iba a ser una novela, que iba a estar compuesta por relatos, que estos tendrían un inicio y un desenlace cerrados y habría diferentes narradores y narradoras, ambientes, tonos, registros, ritmos… Así que todos los fragmentos, narraciones, estaban planificados.
Lo único que hago durante el proceso de escritura es alimentar ese esqueleto, rellenarlo. O quizás simplemente envolverlo con una piel, pues ya tenía entrañas.
Las primeras narraciones rezuman cierto toque mágico, ambiente mediterráneo y la inocencia propia de la infancia y la juventud, a pesar de una sensación continua de tensión política, pero el libro se torna en profunda tragedia una vez el protagonista llega a Euskal Herria o, si prefieres, deja Sapri. ¿Ese cambio de tono es algo buscado?
Puede que la inocencia sea consustancial a la infancia y la adolescencia de todas y todos, pero creo que los cuentos, es decir, lo que ocurre alrededor del protagonista, no son para nada inocentes: matan a personas con violencia, hay palizas, sangre, abusos de poder…
Sí es cierto que con la llegada de su madurez Francesco se ve obligado a hacer frente a todo tipo de desgracias, y seguramente muchas de ellas estén relacionadas con el destino de una persona que ha migrado. De todas formas, lo que le ocurrió a Francesco era muy habitual en el siglo XIX (y, obviamente, antes).
A nosotros y nosotras nos resulta extraño y duro, porque la medicina ha avanzado muchísimo, pero parece que entonces era el pan de cada día.
Se asoman al libro los compositores Richard Wagner, Robert Schumman y Giuseppe Verdi, en sendos acercamientos literarios y biográficos a sus figuras. ¿Por qué estos tres compositores y por qué esta mirada bidimensional hacia ellos?
Siempre me han fascinado los grandes músicos, seguramente porque su forma de crear me resulta totalmente críptico. La música siempre me ha parecido un arte cercano a la prestidigitación, no la consigo alcanzar pero ella logra atraparme.
Además, Giuseppe Verdi me ha parecido un gran creador desde que yo era pequeño, desde que vi una serie en torno a él. Aparecía en la pantalla con más o menos la edad que yo tenía entinces. Luego lo vi crecer, y la gente comenzaba a llamarlo "maestro" por la calle.
Recuerdo que pensaba: ojalá alguna vez, aunque sea una sola, alguien me llame "maestro" de la misma manera que se lo dicen a Verdi.
Cuando comencé a reflexionar sobre Francesco, me vino a la cabeza el compositor, y me di cuenta de que mi familiar y el músico compartieron durante muchos años época y origen. Me pareció un contraste precioso.
Wagner y Schumann se sumaron tirando de ese hilo.
Este micromundo que durante años solo te ha pertenecido a ti ya es de todas y todos. ¿Te sorprenden las lecturas de tus obras que realizan el público y la prensa?
Siempre te sorprende la lectura de algún o alguna periodista, lectora o lector. Con el discurrir de los años, llegas a ser capaz de prever lo que dirá la mayoría, pero siempre hay algun detalle que te deja fuera de juego.
De todas maneras, cuando crees que tienes todo bajo control, siempre surge una interpretación asombrosa que pone el libro patas arriba. Y eso es fabuloso, porque el texto ha puesto en funcionamiento la mente de una persona inteligente, porque ha existido un movimiento en sus entrañas que lo ha llevado a reflexionar.
Uno de los mayores esplendores de la literatura es ese encuentro entre dos cerebros.
¿Tienes algún otro proyecto entre manos? ¿Has comenzado a emborronar hojas en blanco?
Antes de acometer mi próximo gran proyecto, quisiera escribir un pequeño ensayo: me gustaría guardar en un texto más completo nuestro espectáculo literario y musical Odola kantari. El espectáculo solo dura una hora, y he tenido que dejar muchas cosas fuera. Estoy escribiéndolo como ensayo, más completo.
Eso sí, al tratarse de un tema bastante sangriento, quisiera salpicarlo con humor (creo, además, que lo necesitamos).
¿Qué lee el escritor? ¿Qué lecturas recientes te han llamado la atención y por qué?
He leído uno cuentos de Horacio Quiroga y, como siempre me ha ocurrido con este escritor, algunos textos me han parecido maravillosos y otros ni fu ni fa.
También he disfrutado mucho con En busca de Klingsor de Jorge Volpi y Maniac de Benjamín Labatut.
Carpas para la Werhmacht, de Ota Pavel, me ha llevado a la risa y a la reflexión, igual que el inquietante La historia de mis dientes, de Valeria Luiselli.