Oiarzabal, proyecto 2x14x8000
Expedición Lhotse: Unos lo llaman aclimatación, otros sadomasoquismo
Redacción
Juanito Oiarzabal, Lolo Gonzalez y Juanjo Garra se palntan en el campo base.
Después de la noche Toledana en el campo I, que os relatamos en la anterior crónica, tocaba volver a empezar, y más cuando tienes al lado un animal de las cumbres, un insistente taladro que te recuerda que hemos de subir, que hemos de instalar, que hemos de aclimatar, que hemos de portear, que hacemos tarde… esa es la idiosincracia del hiperactivo Juanito!
El miércoles 27 de abril, a las 4’30 h de la madrugada estamos desayunando en la tienda comedor, un té, un café con leche (preparado en termo la noche anterior) y algún atrevido unas galletas príncipe, es lo que da de sí la hora. A las cinco de la madrugada empezamos nuestro deambular. Primero son 15 minutos para calentar el organismo, antes de ponernos los crampones en el glaciar. Ya conocemos el Solo Khumbu de veces anteriores, vamos ostensiblemente más rápidos, las escaleras que nos protegen del fondo de las grietas nos son más propicias.
Contamos con dos sherpas de altura para cinco expedicionarios, para facilitar la tarea de largos porteos que conlleva la equipación de la ruta de una montaña como el Lhotse. Ellos son Norbuck y Lakpa. Hasta ahora no han tenido mucho trabajo; resfriados inoportunos y toses generalizadas daban al trasto con el traslado de parte del material. Ellos parten delante nuestro para realizar un porteo al campo II y bajarse a dormir el mismo día al campo base.
La primera sorpresa la encontramos al llegar al Campo I. Nuestros sherpas porteaban con menos carga para coger material de ese campo hacia el Campo II. Curiosamente, siempre surge un mal entendido, y así es, parte del material lo acabamos porteando nosotros. Con las mochilas aumentadas de talla y peso, nos enfrentamos a la segunda y temida etapa de la jornada, el valle del silencio. A penas representan 400 m de desnivel, pero tienen trampa. Es un valle con una disposición geográfica muy particular, hendido entre los contrafuertes del Nupse y Everest, siendo interrumpido drásticamente al fondo por la inmensa pared del Lhotse. A pleno sol, con la reverberación de la nieve hacen de su transitar un suplicio, una inmensa y longitudinal planicie que gana lentamente metro a metro, donde la pelea está en no deshidratarse en el intento por llegar a alguna parte sorteando grietas. El consejo es llevar para ese trayecto ropa clara, para reflejar mejor los rayos asfixiantes del astro rey. Aun así, nueve insoportables horas de trayecto (con filmación incluida) nos llevan finalmente al Campo II, donde nuestros porteadores han dejado un depósito de material.
Con el ánimo que nos caracteriza, después de la espartana jornada, acalorados, nos disponemos a buscar un emplazamiento para la tienda de campaña. Tiramos los últimos cartuchos paleando nieve para hacer una plataforma lo más confortable posible. Una vez estamos instalados, empezamos a fundir nieve para hidratarnos. Es un pequeño placer estar estirado a pierna suelta encima de los sacos, mientras murmuramos sobre los caprichos del trayecto.
El jueves 28, lo dedicamos a descansar. La ratonera del valle del silencio, hace que a pleno sol haya temperaturas escandalosas (34ºC), pero cuando este se retira, el frio corresponde a los 6.428 m de la latitud. Estas oscilaciones térmicas, juegan malas pasadas a nuestro organismo, que no sabe a qué atenerse. A media mañana hemos de poner los sacos de dormir cubriendo la tienda para protegernos de la calima insoportable. Si fuera de la tienda se está mal, dentro peor. Ordenamos el material lo mejor posible y nos dedicamos a contarnos batallitas anteriores y futuros anhelos.
El viernes 29 ya va en serio, hacemos lo que los alpinistas calificamos como una punta de altura. Intentamos subir lo más alto posible para que el organismo se aclimate a ese medio que nos es hostil, y recuerde (un acto que algunos calificarían de sadomasoquismo) esa altura conseguida y las curiosas condiciones con déficit de oxigeno para la próxima vez. Por cierto, no olvidemos que el caprichoso valle del silencio sigue delante nuestro. Pues efectivamente, si antes de ayer fue deshidratación, la jornada de hoy es prima hermana: insolación! Volvemos a ganar metro a metro hasta la pared del Lhotse, es un trayecto cansino, poco vistoso alpinisticamente, pero de obligatorio tránsito. Lolo y Juanito consiguen llegar mediante las cuerdas fijas hasta los 7000 m, cerca del campo III. Juanjo tiene un gran problema con sus botas de altura La Sportiva, curiosidades de la adaptación, sus maléolos son maltratados hasta la saciedad una y otra vez por las caprichosas botas. Está buscando otras botas por el campo base…
El sábado 30 de abril, en tres ligeras horas, Juanito, Lolo y Juanjo se plantan en el campo base, persiguiendo la añorada calidez de un hogar pasajero pero acogedor.
Los entresijos de la vida: Entre el juzgar y el prejuzgar.
El Staff, que nos ayuda a hacer del campo base un espacio más acogedor, está conformado por un cocinero y dos kichen boys. Passang es nuestro atento cocinero, Senge es el simpático ayudante que está omnipresente en todas partes y que habla un poco de inglés.
El tercer personaje, no es dado a estar en contacto con nosotros. Hemos de confesar que hasta ayer no conocíamos su nombre. Lo apodábamos cariñosamente como el aguador, todo el día se lo pasa con una gran garrafa a la espalda, yendo y viniendo, glaciar arriba, glaciar abajo buscando lugares donde extraer un poco de agua o nieve y llevarla a la cocina para su transformación.
De complexión delgada, fibroso y estatura poco generosa. Piel curtida por el sol y por las sorpresas de la vida. Atiende con excesivo respeto, cuando le diriges la palabra mira a través de ti o hacia el suelo. Pocas veces habíamos oído su voz.
Ayer en la cena, en ese trasiego de platos de la cocina a la tienda comedor, apareció nuestro personaje. Con su gorra marrón de lana vuelta hasta las cejas y su anorak marcadamente trabajado por los continuos acarreos. Siempre las manos cruzadas a la espalda. Le pedimos a Senge que nos tradujera la conversación, se llama Lakpa. Lleva ya 55 años de trasiego por esta vida. Que injusto y cruel es prejuzgar, que fácil es etiquetar y que sonrojante es conocer otra historia sorprendente.
Nuestro sencillo y silencioso aguador, ahora llamado Lakpa, resulta que a lo largo de su vida había ejercido como sherpa de altura. Eso no es todo, con voz temerosa y su mirada perdida, nos confiesa que había subido a la cumbre del Everest, Lhotse y Makalu. Ni tan siquiera recuerda los años en que lo hizo.
Para nosotros, Lakpa ha estado en la cumbre de tres grandes colosos. Él no le da más importancia, sigue trabajando, ahora en el escalafón menos privilegiado del Staff, para mantener a los suyos. Ha estado en la cúspide, ha tenido prestigio, fama y una digna posición en su momento en el mundo de las expediciones.
Recordémos una vez más, que el éxito es efímero, la fama pasajera y la vida, tarde o temprano, nos pone a cada uno en su lugar. La dignidad de nuestro aguador, su sencillez, nos dan una verdadera lección de vida. Detrás de cada persona, seguramente hay una historia apasionante, seamos capaces de descubrirla, y de no prejuzgarla gratuitamente.