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La cesta, deporte prohibido

Aficionados filipinos luchan contra el cierre del frontón de Cebú

Redacción

Los pelotaris que acuden a este escenario acusan a la iglesia de estar interesado en el cierre. Hay boquetes en el tejado y las paredes están desconchadas. Hay aguas pestilentes bajo las gradas.

Aficionados a la pelota vasca luchan por evitar la desaparición del frontón de Cebú.

Un puñado de aficionados a la pelota vasca, un deporte que causó furor en Filipinas, se esfuerza para evitar la desaparición del moribundo frontón de Cebú, otrora uno de los mayores fortines asiáticos de este deporte.

Las instalaciones de este edificio de aspecto ruinoso donde los pelotaris practican sirven hoy de almacén de trastos, refugio de personas sin hogar y animales, así como de sede de una secta religiosa de orientación cristiana.

Para acceder a la cancha hay que atravesar un largo pasillo a cuyos lados se amontonan muebles desvencijados recogidos por los chabolistas que habitan en el edificio por el que revolotean las gallinas a unos metros de perros recostados sobre sofás pingajosos. Los tifones que azotan el archipiélago cada año han causado boquetes en el tejado, las paredes están desconchadas y debajo de las gradas, en las que años atrás se sentó el público, se ha formado un estanque de aguas pestilentes.

A pesar de este aspecto, varios pelotaris acuden casi cada tarde a practicar la pelota vasca, un deporte que continúa teniendo muchos adeptos en Filipinas cuando ya han transcurrido una década desde que el Gobierno lo condenó al ostracismo a raíz de que prohibiera la competición en castigo a la corrupción que impregnaba las apuestas.

La cesta punta ha iniciado un resurgimiento desde hace un año con la apertura del frontón 'Bizkaia' en la provincia de Cagayan Valley, en el extremo norte del país, donde la empresa vizcaína Master Jai organiza quinielas retransmitidas a diario por televisión pese a la presión de la Iglesia Católica, que se opone a las apuestas.

"Si lo han puesto en marcha allí, donde no había especial tradición, puede volver a Cebú, que fue el frontón más importante junto al de Manila", sostiene Nick Belicerio, uno de los cerca de sesenta jugadores que se dan cita en el frontón cebuano.

Belicerio y sus compañeros se turnan para dar pelotazos con sus cestas ajadas y llenas de remiendos, en muchos casos fabricadas a mano por ellos mismos, al igual que las pelotas.

"Juego dos veces por semana después del trabajo. No entiendo por qué la Iglesia y los políticos han vetado este deporte, es un gran espectáculo que además reportaría riqueza a la ciudad", sostiene Evaristo Lucero, exprofesional de la pelota vasca hasta que la prohibición le dejó sin empleo. "Además de ser un deporte entretenido, puede ayudar a crear empleos y puede hacer que el Gobierno recaude más dinero por las apuestas. Y también es una atracción turística para gente que quiere presenciar un deporte divertido y apostar sin gastar tanto como en un casino", afirma Lucero.

Otro aficionado, Jaime Sacristán, se muestra pesimista sobre el futuro del "Jai Alai" porque, "si el Gobierno reabriera el frontón, la Iglesia presionaría para cerrarlo. Dicen que es porque están en contra de las apuestas, pero en realidad es porque la Conferencia Episcopal no ganaría dinero con ello", protesta el pelotari.

La cesta punta era uno de los deportes más populares de Filipinas entre los años 60 y 80 del siglo pasado, hasta que la administración de la expresidenta Corazón Aquino prohibió las competiciones en 1986, que estaban controladas por la familia de Imelda, la esposa del depuesto dictador Ferdinand Marcos.

Los orígenes de la pelota vasca en el archipiélago se remontan a los tiempos de la colonización española, aunque el juego se estableció profesionalmente de forma oficial en 1945, cuando inició una época de esplendor que atrajo a las mayores figuras mundiales, sobre todo en los frontones de Manila y Cebú.

En la década de los noventa se reanudó la competición en Manila y en Cebú, pero fue anulada de nuevo en 2001 tras el derrocamiento del antiguo presidente Joseph Estrada, acusado de embolsarse una fortuna procedente de las mafias del juego.