Análisis
Centralidad y poder
Iñigo Herce
Las elecciones han dejado a un PNV fortalecido y al resto de formaciones de la CAV en una posición más debilitada. Han confirmado, eso sí, que Podemos ha entrado en la política vasca para quedarse.
El PNV se ha convertido en el claro ganador de las elecciones del 24-M. Su victoria en los tres territorios le sitúa en una posición inmejorable a la hora de afrontar los imprescindibles pactos postelectorales. Ser primera fuerza en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa da a los jeltzales la oportunidad de marcar el ritmo y de elegir a sus compañeros de viaje para los próximos cuatro años. Su situación es indudablemente más fuerte que la de hace cuatro años, cuando sólo logró conservar Bizkaia, y le sitúa en la centralidad de la política vasca, una posición que había perdido en sucesivas convocatorias electorales y que empezó a recuperar con su victoria de las autonómicas de 2012. La victoria en Gipuzkoa y San Sebastián suponen la guinda para una noche que ni los más optimistas esperaban en Sabin Etxea ni en el GBB.
Andoni Ortuzar, cuya estrategia compartida con Iñigo Urkullu ha sido refrendada en las urnas, ya ha adelantado que la estabilidad institucional será la máxima que guíe la actuación de los jeltzales a la hora de elegir a sus socios, una opción ineludible, a la vista de que la gobernabilidad no está garantizada en casi ninguna institución de hacerlo en solitario. Apunta así hacia la necesidad y voluntad de buscar un socio que ofrezca mayorías suficientes.
Podemos es la otra fuerza triunfadora de la noche. Su irrupción le sitúa en tercera posición en número de votos en la CAV y como cuarta fuerza en Navarra. Todas las formaciones salvo el PNV acusan la irrupción de la nueva formación, aunque también los jeltzales tendrían menos votos de compararse con las autonómicas de 2012. El partido liderado por Roberto Uriarte ha entrado con ímpetu en la escena vasca y su respaldo le garantiza que, en adelante, tendrá que ser tenida en cuenta en la políticas vasca.
EH Bildu no ha podido repetir la vibrante noche vivida en 2011. Los rostros y el ambiente de la sede de la coalición eran el marco de una decepción que ha admitido sin ambages Asier Arraiz. El presidente de la formación no ha tenido empacho a la hora de hacer autocrítica y ha admitido una pérdida de conexión con los ciudadanos. Sin el impulso recibido hace cuatro años con su reciente legalización, EH Bildu ha experimentado los mismo vaivenes que el resto de partidos sometidos al escrutinio de los ciudadanos.
El Partido Socialista tampoco tiene motivos para la alegría. Son tercera o cuarta fuerza en las principales instituciones y su condición como segunda fuerza en San Sebastián es demasiado poco rédito para un partido que hace dos años estaba gobernando en Ajuria Enea. Aunque no ha sufrido un descalabro, Podemos se ha convertido en una amenaza seria para su presencia institucional. Paradójicamente, sin embargo, sus cifras pueden convertirle en un partido que cuente a la hora de establecer pactos que garanticen la gobernabilidad en Gipuzkoa y San Sebastián, Bizkaia y Bilbao. Sus cinco escaños en Alava sin embargo le reducen a una posición de escasa relevancia.
El Partido Popular ha tenido unos resultados amargos, sólo compensados en parte por la victoria de Javier Maroto en Vitoria. El todavía regidor de Vitoria ha revalidado su victoria y le ha dado a Arantza Quiroga la única alegría de una noche en la que ha visto cómo su partido se convierte en la quinta fuerza en número de votos.
El otro punto de atención de la noche ha estado centrado en Navarra. UPN ha mantenido su posición de primera fuerza, pero la fragmentación del Parlamento foral abre la puerta, por vez primera a un cambio de gobierno. Para ello deberán unirse sin embargo Geroa Bai –gran triunfo de Uxue Barkos al ser la primera opción abertzale- junto con EH Bildu, Podemos e Izquierda-Ezkerra. Una posibilidad real pero que habrá que amalgamar en una operación tan novedosa como inédita. La voluntad manifiesta por todas estas fuerzas de desplazar a los regionalistas y hacer real el cambio en la comunidad foral puede ser la fuerza que haga posible este complicado movimiento político.