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Análisis

Regalo envenenado para Manuel Valls

Jesús Torquemada

Redacción

El cargo de primer ministro es muy ingrato en Francia. El primer ministro es una especie de pararrayos que ponen los presidentes.

Dicen que Manuel Valls, el nuevo primer ministro francés, es muy ambicioso y que aspira a ser presidente de la República Francesa. Pues, si es así, ha elegido el camino más complicado.

El cargo de primer ministro es muy ingrato en Francia. El primer ministro es una especie de pararrayos que ponen los presidentes; cuando el primer ministro se quema con tantas críticas, lo quitan y ponen a otro. Es lo que ha hecho Hollande.

Ha convertido al anterior primer ministro, Ayrault, en chivo expiatorio, y ahora pone a Valls con la misma intención. Lo que Hollande le pide a Valls es casi imposible de llevar a cabo. Por un lado, Valls tiene que contentar a la gente de izquierdas que votó a Hollande y que lo que quiere es que se mantenga el gasto público para atender a las necesidades sociales.

Por otro, tiene que cumplir las exigencias de Bruselas para reducir el déficit público francés. El déficit público se reduce gastando menos o recaudando más, pero Hollande ha prometido bajar los impuestos, no subirlos.

Y, además, todo eso hay que hacerlo reduciendo el paro, que sigue por encima del 10% y eso los franceses no lo soportan. Así que lo más probable es que Valls se queme. Y si sucede lo improbable, que consiga salir vivo políticamente de ésta, entonces sí que no tendrá techo.