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Análisis

Huracán Podemos

Iñigo Herce

Redacción

No es descartable que Podemos se haga un hueco en las elecciones vascas y mueva el tablero y, por extensión, a todas las fuerzas.

¿Llegarán las réplicas del terremoto Podemos hasta Euskadi? El seísmo, con epicentro en Madrid, parece alcanzar a vastas zonas de la política estatal y afecta a los cimientos del sistema. ¿Hasta dónde? Las encuestas indican una tendencia clara: el movimiento convertido en partido, que en las elecciones europeas de mayo de 2014 demostró que la indignación había llegado a las urnas, es una realidad y amenaza con dinamitar el bipartidismo en España. Su mera presencia en la escena política le convierte en referente ineludible para el resto. Incluso su ausencia de foros y debates se ve suplida con las constantes referencias que los contertulios hacen, habitualmente para criticar sus propuestas, lo que les sitúa en el eje político del momento.

Poco parecen importar, por ahora, la viabilidad real de su programa, sus problemas organizativos, la escasa experiencia de sus militantes, la excesiva dependencia respecto a su carismático líder, sus tics populistas o la incapacidad –buscada o forzada—de concretar aquellos asuntos más comprometidos por los que son interpelados. Tienen el viento a favor, y la indignación proclamada por el escritor francés Stephane Hessel ha encontrado en España un rostro y una fuerza que la cataliza, y cómo. El cóctel elaborado con los ingredientes de la devastadora crisis, la corrupción generalizada y la falta de respuestas de los partidos tradicionales han ofrecido un escenario idóneo para que quien ha puesto voz a los sin voz haya encontrado la tecla que ha activado el voto del enfado. Es probable que su rápido crecimiento tenga un factor coyuntural, pero ¿qué son las elecciones sino una fotografía de la sociedad del momento?

Desde los partidos vascos se ha seguido de reojo la irrupción y evolución de Podemos. En las pasadas elecciones europeas, el partido neonato tuvo 52.386 votos en Euskadi  --el PP tuvo 77.000-- y 20.039 en Navarra. La singularidad de la política vasca ha llevado a los partidos a pensar que el fenómeno Podemos no va a tener una extensión idéntica en Euskadi. Hasta ahora. Porque los líderes vascos empiezan, al menos, a hablar de la irrupción de Podemos y sus posibles consecuencias en el mapa vasco. El PNV cree que su electorado no tiene el riesgo de mudar su voto por la opción de Pablo Iglesias. La izquierda abertzale, segura de la fidelidad de su militancia, cree que la nueva fuerza, de hacerse con un sitio, puede ser más proclive al diálogo sobre el derecho a decidir que, por ejemplo, el PSE-EE. Socialistas y populares, deudores de los designios de sus fuerzas hermanas en España, parecen observar los acontecimientos con mayor preocupación.

Sin embargo, cabe la posibilidad de que parte de la ciudadanía vasca se sume también al nuevo mainstream y quiera utilizar su papeleta para lanzar su mensaje hacia "los políticos de la casta". La última encuesta de la Generalitat de Catalunya, otro electorado sui generis, concede a Podemos una decena de escaños en el Parlament. Uno de los retos que la nueva formación tendrá que afrontar es ver dónde se sitúa en el tradicional eje que marca la política vasca, el que define a los partidos en los campos de "abertzale" o "constitucionalista". El paisaje  político en Euskadi no es el de las 'tarjetas black', el fraude masivo en los cursos de formación o los casos de corrupción a gran escala de Madrid, Valencia o Cataluña.  Pero no es descartable que Podemos se haga un hueco y, por pequeña que sea su presencia, dé alguna sorpresa en alguna circunscripción y mueva el tablero y, por extensión, a todas las fuerzas.