El futuro del patrimonio industrial

Del rumor de las olas, a la fortaleza del hierro.

A mediados del siglo IXX, la zona marítima de Euskadi sufrió un cambio profundo. Del comercio y la explotación de barcos de madera era uno de los negocios de la burguesía local.

Sin embargo, según argumentan en un artículo el profesor de la Universidad del País Vasco, Pedro Pérez Castroviejo, y el miembro de AVPIOP, Jose Villar, el traslado de las aduanas y un arancel proteccionista originó la aparición de altos hornos en Bolueta y Barakaldo.

Era la primera piedra de las muchas que deberían edificar el futuro fabril de una zona tradicionalmente volcada a la extracción de mineral.

Sin embargo, avances técnicos, como el procedimiento Bessemer, convertirán al mineral del valle de Somorrostro, en el extremo noroccidental de Vizcaya, en un producto indispensable por su bajo contenido en fósforo.

El muelle de hierro en la salida de la ría de Bilbao obró el milagro suprimiendo en 1877 la barra de Portugalete que permitió la navegación por la ría de Bilbao. El Depósito Franco, el edificio Ilgner o el horno alto número 1, construido en 1958, son otros exponentes de este dinamismo emprendedor que modificó el paisaje.

En San Sebastián, la fábrica de tabacos de la capital donostiarra, construida entre 1886 y 1913, en el interior, las naves de Patricio Echevarria en Legazpia o la línea del Plazaola que funcionó entre 1902 y 1953 como ferrocarril minero dando servicio a otras minas, las ubicadas la cabeza del Leizaran.

Tierra adentro, en Álava, encontramos otra forma de entender la industria, la transformación como el de azucarera alavesa en Vitoria-Gasteiz. Una fábrica de singular arquitectura de estética manchesteriana, construida en 1904 según el proyecto de Fausto Iñiguez de Betolaza, o el trujal de moreda de Álava son sólo algunos de los rincones. Estampas de una historia que aparece inventariada gracias a los esfuerzos de quienes hoy nos visitan.