30 aniversario del golpe
¿Qué es de los golpistas del 23-F?
Redacción
El exgeneral Armada y el exteniente coronel de la Guardia Civil Tejero viven apartados de la vida pública y pasan sus horas entre cuadros, libros y flores.
Treinta años después de la intentona golpista del 23-F, dos de los principales implicados, el exgeneral Alfonso Armada y el exteniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero viven apartados de la vida pública y pasan sus horas entre cuadros, libros y flores.
Tejero, cuya imagen al entrar aquel día en el Congreso pistola en mano y al grito de "íQuieto todo el mundo!" permanece en la retina, alterna su existencia entre un pueblo de su tierra natal, Málaga, y la capital de España, en donde también residen gran parte del año Armada así como Pardo Zancada.
Muy aficionado a la pintura, el exguardia civil combina esa actividad con el cultivo de distintas especies en un huerto de Vélez Málaga y se habla de que escribe sus memorias.
El ex general Armada vive entre la capital de España y el Pazo de Santa Cruz de Rivadulla, muy cerca de Santiago de Compostela propiedad de su familia desde el siglo XVII, considerado un oasis en que se dan gran variedad de plantas y en el que explota comercialmente distintas variedades de camelias.
El tercer condenado a treinta años de prisión junto a Tejero y Armada por el Consejo Superior de Justicia militar, el teniente general Jaime Milans del Boch, murió en 1997 y fue enterrado en la cripta del Alcázar de Toledo por su defensa del baluarte durante la Guerra Civil.
De los tres, sólo Tejero permaneció preso más de quince años, ya que Armada fue indultado por razones de salud y salió de prisión en 1989 y Milans fue puesto en libertad el 1 de julio de 1990.
De los 33 procesados por aquellos hechos, 30 lo fueron por delito de rebelión militar en el juicio que se celebró en el Tribunal Supremo, que dictó sentencia en 1983.
El único implicado civil en la rebelión, el abogado y máximo exponente del sindicato vertical franquista, Juan García Carrés, falleció de un ataque cardiaco en 1986.
Dos décadas después de la noche más larga de la España democrática ninguno de los condenados pertenecía ya al Ejército y el intento de golpe del 23-F dejó de ser asunto de los tribunales para convertirse en historia, al prescribir los delitos por la rebelión militar.