Miguel Ángel Blanco
Y la sociedad vasca estalló
D.P.C. | EITB Media
El asesinato de Miguel Ángel Blanco hace 25 años convulsionó a una sociedad vasca que se echó a la calle en masa para plantar cara al terrorismo.
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Euskaraz irakurri: Euskal gizarteak ETAri 'aski da' esan zionekoa
El asesinato a cámara lenta del concejal del PP en Ermua Miguel Ángel Blanco por parte de ETA hace ahora 25 años supuso un shock colectivo que convulsionó a la sociedad vasca y plantó las semillas de la deslegitimación social definitiva del terrorismo.
Miguel Ángel, de 29 años, era un desconocido para la opinión pública, un joven concejal de pueblo sin mayores aspiraciones políticas que fue convencido por amigos para afiliarse al PP, un chaval normal de los de toda la vida, y por ello, la sociedad vasca empatizó con él desde el primer momento.
Además, el plus de crueldad que mostró ETA por poner día y hora límite a la vida del joven tuvo un efecto efervescente sobre las conciencias. Aquella condena a muerte, ejecutada 48 horas después del secuestro, fue la gota que colmó el vaso tras años de hartazgo acumulado, y la sociedad vasca plantó cara al terrorismo en masa.
Así, el crimen desató una ola de indignación y enfado nunca antes vista, una rebelión cívica contra ETA que posteriormente se conoció como "Espíritu de Ermua" y cuyo éxito radicó precisamente en su espontaneidad explosiva sin siglas ni banderas políticas.
Quizá conocedora de ese pulso social perdido, o quizá debido a otros factores, pero ETA nunca volvió a cometer otro secuestro, aunque su actividad terrorista se alargó durante 14 años más en los que asesinó a 67 personas.
Primeras manifestaciones: del estupor a la esperanza
Las manifestaciones para exigir la liberación de Miguel Ángel comenzaron el mismo 10 de julio de 1997, pocas horas después de que ETA reivindicase el secuestro a través de una llamada a la emisora Egin Irratia y diese a conocer su chantaje: el edil sería asesinado si el Gobierno de España no acercaba a todos los presos a cárceles vascas en 48 horas.
La respuesta social fue inmediata, con una primera manifestación multitudinaria convocada para esa misma tarde en Ermua por el alcalde, Carlos Totorika (PSE-EE), y anunciada por la Policía Municipal calle a calle megáfono en mano. Esta inercia de contestación social no se detuvo en los siguientes días y las movilizaciones fueron constantes mañana, tarde e incluso noche, con vigilias nocturnas a la luz de las velas.
El punto álgido de estas protestas tuvo lugar en Bilbao, a las 12:00 horas del sábado 12 de julio de 1997, a pocas horas de que finalizara el ultimátum de ETA, cuando se echaron a la calle más de medio millón de personas en una ciudad de algo más de 340.000 habitantes. Fue, y sigue siendo, la manifestación más multitudinaria de la historia de Euskal Herria.
Aquella marcha contó con una nutrida representación política e institucional del más alto nivel. Acudieron, entre otros, el lehendakari, José Antonio Ardanza; el presidente del Gobierno de España, José María Aznar; y el entonces príncipe Felipe de Borbón.
Al término de la manifestación, la hermana de Miguel Ángel, Mari Mar Blanco, tomó la palabra para dirigirse tanto al Ejecutivo de Aznar como a ETA: "Decimos al Gobierno y a las personas que retienen a mi hermano que todo en esta vida se puede solucionar con flexibilidad en los razonamientos".
Estas movilizaciones masivas alumbraron una llama de esperanza y comenzó a calar la sensación de que esta contestación social sin igual haría recapacitar a ETA. ¿Cómo desoír este clamor?
Miguel Ángel es asesinado: De la esperanza a la rabia incontenida
Los relojes marcaron las 16:00, hora en la que expiraba el ultimátum de ETA, y la esperanza se tornó en desengaño y rabia incontrolable 40 minutos después, cuando un moribundo Miguel Ángel Blanco fue localizado tiroteado en una zona montañosa de Lasarte. El desenlace que nadie se quería creer, ETA desoyó al pueblo vasco y descerrajó dos disparos en la cabeza al joven de Ermua, que falleció al día siguiente en el hospital tras 12 horas de agonía.
20 minutos después del hallazgo del joven, sobre las 17:00 de aquel 12 de julio, en Ermua, el alcalde Totorika anunció en la plaza del pueblo lo que nadie quería escuchar: "Miguel Ángel ha sido asesinado", aunque en esos momentos aún mantenía un débil hilo de vida. Los vecinos rompieron a gritar de dolor.
La rabia prendió en aquella localidad, pero se extendió rápidamente a otras ciudades y las protestas llegaron hasta las sedes de Herri Batasuna. Estas protestas dejaron una imagen histórica: seis ertzainas que custodiaban la sede de HB en Donostia-San Sebastián ante una multitud enfurecida se despojaron del casco y el verduguillo, mostrándose por primera vez a cara descubierta. Varias personas se acercaron a abrazarles.
Ertzainas se muestran a cara descubierta en Donostia-San Sebastián
Mientras tanto, en Ermua, la sede de HB fue incendiada y el alcalde Totorika acudió a sofocar las llamas, extintor en mano.
Totorika sofoca un incendio en la sede de HB de Ermua
El enfado social no fue solo contra la propia ETA, también contra sus simpatizantes. En ese sentido, en una manifestación celebrada en Madrid el 14 de julio, la periodista Victoria Prego proclamó: "Con la paz y con la palabra, pero también con la ley: ¡A por ellos!".
De aquellos días son también otras imágenes que han pasado a la historia como las manos blancas, los lazos azules, los "ETA, dispara, aquí tienes mi nuca" o los mozos colgando el pañuelo rojo tras la suspensión de los sanfermines.
En el contexto político, los años posteriores trajeron el fin, tras varios años de tensiones, del Pacto de Ajuria Enea, que englobó a los partidos contrarios al terrorismo, y el nacimiento del Pacto de Lizarra, que aglutinó a las fuerzas soberanistas. También fueron años de intentos políticos por fagocitar el "Espíritu de Ermua", de maniobras para equiparar el terrorismo con todo el nacionalismo vasco y de enfrentamientos entre bloques en Euskadi.
El secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco no supuso el fin inmediato de la violencia, pero cambió a la sociedad vasca para siempre.