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'El armario del tiempo'

La increíble historia de Emilio Álava y Sautu y su Citroën 5 CV

Radio Euskadi

Emilio Álava y Sautu subió en 1924 con su Citroën 5 CV la cima del Gorbea y las escaleras desde el Matxete hasta Villa Suso.

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Álvaro Arbina nos traslada en 'Boulevard Magazine' de Radio Euskadi a 1924, a un pueblo en las faldas del Gorbea, a finales de octubre. Los pueblos de entonces estaban bastante aislados y en lugar de carreteras asfaltadas, eran caminos embarrados, llenos de piedras y de surcos, los que cruzaban el pueblo. Los lugareños, que lo mismo nunca han ido a Vitoria, a sólo veinte kilómetros, cuidan sus huertas y sus tierras y de pronto, ven cruzar por el pueblo un automóvil amarillo, que va traqueteando por el irregular y pedregoso camino, cuesta arriba, hacia el Gorbea.

Los felices años veinte eran tiempos de retos. Y la presencia de un Citroën 5 CV, que equivalía al 600 de la época y al que se le apodó El Alpinista, era precisamente consecuencia de un reto que pasaría a la historia. Unas horas después, alcanzaba la cruz del Gorbea.

Emilio Álava y Sautu pilotaba su Citroën 5 CV debido a una apuesta con su amigo y contrincante comercial Toribio Erentxun, concesionario de Ford, que le había comprometido unos días antes en el popular Café Iruña de Vitoria y apostó con él que no subía al Gorbea con su Citroën.

La Gaceta del Norte, la denominó entonces como una formidable hazaña automovilística, una arriesgadísima excursión, campo a través, escalando alturas que se creían inaccesibles, hasta alcanzar la cima.

Más tarde, en el mismo Café Iruña, hablando de que había cambiado la transmisión al coche, dijo que 'ahora ya subía hasta escaleras'. Alguien se rió de la guasa y dicho y hecho: a las 11 de la noche fueron a las escaleras y subieron las escaleras desde el Matxete hasta Villa Suso.

En 1966 volvió a subir al Gorbea en el mismo coche, con 77 años, y acompañado de otros amigos, vestidos de blusa. Esta vez había fotógrafos profesionales que hicieron del acontecimiento algo sonado. La cumbre se llenó de montañeros y curiosos y salió en medios nacionales.

Y claro, días después, repitió la otra gran gesta en una plaza de la Virgen Blanca abarrotada de gente. Ascender las escaleras del Machete. Por cierto que esta vez, en mitad de la ascensión, le dio por bajarse del coche y llenar el radiador con vino de Rioja. Y ya para terminar, la gesta se repitió una vez más en el año 2004. Al volante iba su hijo, en el mismo coche amarillo, que a sus 80 años seguía en forma.

Emilio compró el coche en 1924 en Francia, y aún hoy en día, cien años después, sigue en circulación como el vehículo más antiguo registrado en Vitoria.

Emilio Álava y Sautu también fue un gran deportista. Fue el segundo alavés en participar en unos Juegos Olímpicos. Lo hizo en Helsinki, en 1952, en la especialidad de tiro olímpico, modalidad de tiro con pistola rápida a 25 metros de distancia, a la edad de 63 años. Se convirtió en el deportista español que ha competido en unos juegos con más edad, un récord no superado.

Años antes estuvo a las puertas de participar en los JJ. OO. de Berlín 1936, pero, como a muchos otros deportistas, la Guerra Civil acabó con sus intenciones. Ya en las olimpiadas de Helsinki, fueron 53 los participantes de 28 países en su especialidad, y Álava logró llegar a la final consiguiendo un decimotercer puesto con un total de 568 puntos.

Aunque Emilio ya era conocido desde muchos años antes, concretamente desde 1907. Era ciclista, y llegó a ser campeón de Álava entre 1907 y 1910 y ganó varias pruebas en esos años. Tras dejar el ciclismo marchó a Argentina y empezó a participar en tiro olímpico.

Además de buen piloto y tirador, Emilio Álava fue un consumado jugador de ajedrez, un descubridor y un conocido inventor. Dispone de varias patentes, entre ellas, un sistema de suspensión de disco en vehículos de ruedas, o un novedoso sistema para espolvorear o distribuir productos en polvo. Pero lo que más llama la atención, en este faceta emprendedora de Emilio, es el apodo con el que fue conocido en la prensa española de entonces: El rey del petróleo.

Al parecer, empezó a circular el rumor de que Emilio atesoraba un método secreto infalible para la detección de yacimientos petrolíferos y que España poseía grandes reservas de hidrocarburos. Incluso llegó a ofrecer una subvención a fondo perdido de 1 millón de pesetas a la compañía petrolífera que realizara prospecciones en una de las zonas indicadas por él. Sin embargo, a pesar de obtener un gran eco por parte de los medios de comunicación, Emilio no tuvo éxito en sus llamamientos y a pesar de invertir mucho tiempo y dinero murió sin que ninguna compañía petrolífera, ni el estado hicieran caso a sus llamamientos. Su método secreto estaba basado en los principios de la radiestesia, algo muy poco “científico” y los lugares donde él decía que habría que perforar no coincidían con los que la ciencia decía.

Emilio falleció en la capital alavesa, el 18 de abril de 1974, a punto de cumplir los 85 años. Pero esta no fue la única participación en las olimpiadas para la familia Álava, ya que 16 años más tarde de la presencia de Emilio en Helsinki, su hijo Javier Álava Quintana (Vitoria, 26 de junio de 1940) participó en las olimpiadas de 1968 de México.

Álava Quintana compitió en la misma modalidad que años atrás había participado su padre, tiro rápido 25 metros. Javier consiguió un 45º puesto de un total de 56 participantes, con una puntuación de 570 puntos, 2 puntos más de los que había conseguido Emilio.





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