Álvaro Arbina
Testimonios vascos desde el holocausto nazi
Radio Vitoria
En el holocausto nazi murieron 64 vascos, la mayoría muertos en el campo de concentración austriaco Gusen, un campo satélite a 3 kilómetros de Mathausen.
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En la sección El Armario del Tiempo de 'Boulevard Magazine' de Radio Euskadi, el escritor Álvaro Arbina nos trae a la memoria lo acontecido en el holocausto nazi. Mauthausen fue conocido, primero, por ser un campo a donde se enviaban enemigos políticos incorregibles, como los denominaban ellos, donde se ajustaban perfectamente prisioneros republicanos vascos. Y segundo, por ser un campo donde se aplicaba la muerte por extenuación, es decir, los abocaban a trabajos incesantes y forzosos y cuando ya estaban moribundos los mandaban al campo anexo de Gusen para asesinarlos. Es por la primera de las razones por las que la mayoría de los fallecidos vascos aparezcan en este campo de concentración.
En la lista del BOE que se publicó en agosto, se ofrecen detalles de los fallecidos, como el nombre, los apellidos, el lugar y la fecha de nacimiento o la fecha y el campo de concentración en el que murieron.
Pero el listado también recoge muertos en otros campos como Dachau, Mittelbau-Dora o Bergen Bensen, entre otros. Por territorios encontramos a 35 vizcaínos, 24 guipuzcoanos y 5 alaveses, del total de 185 prisioneros vascos que hubo en campos de concentración.
El nacionalista Ambrosio San Vicente huyó de Vitoria al comienzo de la Guerra Civil, trabajó como espía de la red francobelga Comète y acabó deportado a los campos de concentración. Fue propietario de una sobresaliente empresa de construcción, en la que trabajaron hasta cien obreros y que entre las obras que levantaron están el palacio de Augusti-Zulueta, actualmente Museo de Bellas Artes, 1912, el palacio de Ajuria Enea, hoy residencia del lehendakari, 1918, algunos chalés del mismo paseo de Fray Francisco y las famosas casas de la contigua calle Elvira Zulueta, que también mandó construir Augusti.
Ambrosio, nacionalista vasco, fue miembro del Araba Buru Batzar durante la República y sucedió a su padre al frente de la empresa. Al estallar la Guerra Civil, primero los falangistas y después los requetés fueron a buscarle, pero pudo esconderse. La empresa fue incautada, lo mismo que la casa con todos los muebles y otros bienes, entre ellos una rica biblioteca vasca. Huido con la familia a Bilbao y después al País Vasco francés, Ambrosio, al comenzar la Segunda Guerra Mundial, colaboró con los aliados, y en particular en la famosa Red Comète que se ocupaba de pasar a España, con identidades falsas, a aviadores que caían sobre los países ocupados por el ejército alemán, así como otras personas que corrían peligro. Concretamente, San Vicente colaboraba como guía en la zona vascofrancesa vigilando la carretera de Urrugne y alojando a los aviadores en su casa tras recogerlos en Bayona.
Estas actividades clandestinas produjeron su detención por las autoridades nazis, el 17 de junio de 1943. Entre los campos de concentración que Ambrosio San Vicente conoció están Buchenwald y Flossenburg. En el momento de su liberación, en otro campo que los alemanes tenían en Checoslovaquia, San Vicente estaba en unas condiciones pésimas de salud.
De los 88 muertos vascos en campos de concentración, murieron 56 en Mauthausen. En ese campo es donde los nazis habían decidido encerrar a los que consideraban "enemigos políticos incorregibles", y en esa categoría estaban las tropas de la República española, los defensores del nacionalismo vasco, y los miembros de la resistencia francesa, entre los que había muchos vascos de Iparralde. Por eso Mathausen estaba lleno de vascos.
Un testimonio terrible es el de Atanasio Gutiérrez, madrileño y trabajador de la Telefónica en Vitoria. Durante los años de la República fue trasladado a Logroño y utilizaba una moto para ir la la capital alavesa. Aquí conoció a quien iba a ser su esposa, Conchi Izar de la Fuente, natural de Armiñón, con la que tuvo un hijo antes de ser exiliado tras la guerra. Sus cartas desde Francia y Alemania en las que se dirige a su esposa y a su hijo de seis años antes de ser asesinado en Gusen en 1941 son realmente conmovedoras.
Lo movilizaron durante la Guerra Civil y combatió con el Ejército republicano. Tras su huida a Francia en marzo de 1939 y el paso por los campos de concentración galos se incorpora a las Compañías de Trabajadores Extranjeros que colaboraron en la fortificación en las líneas de defensa francesas. Tras la invasión nazi es detenido en Saint-Die des Vosges en junio de 1940 y trasladado a un ‘stalag’ o campo de prisioneros en Estrasburgo. El 9 de octubre de 1940 envía la última carta a Vitoria. Fue trasladado a Mauthausen, en Austría, en un convoy dedicado al transporte de ganado, sin comer, sin beber, junto a otros 847 españoles. Fue el 11 de diciembre de 1940. El viaje duró tres días y dos noches. Su número de prisionero era el 4.880. Allí le esperaban temperaturas de 20 y 25 grados bajo cero y el temible comandante Franz Ziereis. Los desnudaron, afeitaron, desinfectaron, les pusieron un uniforme de rayas con un triángulo de color azul con una S, de ‘spaniard’. Posteriormente fue conducido a Gusen, que era una instalación anexa donde murió el 9 de enero de 1942. Según pudo saber la familia fue gaseado y su cuerpo incinerado.
También se dieron casos de supervivientes, como el de Marcelino Bilbao, que salió vivo de Mauthausen después de pasar 5 años allí.
Algo excepcional porque la esperanza media de vida en un prisionero era de sólo 9 meses. Marcelino era un joven huérfano, nacido en el municipio vizcaino de Alonsotegi en el año 1920. A los 16 años se alistó en un batallón de la CNT, durante la Guerra Civil alcanzó el grado de Teniente en el bando republicano, y tras la victoria franquista buscó refugió en Francia. Pero como tantos otros refugiados republicanos en suelo francés, acabó en manos de los nazis. Fue destinado al campo de Mauthausen.
Y durante sus cinco años de cautiverio, estuvo a punto de morir 3 veces: por una herida en la cabeza que sufrió al ser golpeado por un pico, por una fiebre alta que mantuvo en secreto para que los nazis no pensaran que ya no podía trabajar, y por un experimento médico realizado en el campo: le inyectaron compuestos tóxicos directamente en el corazón, para ver qué compuestos causaban antes la muerte, y cuáles provocaban más dolor. En ese experimento en particular, se usaron a 30 prisioneros como cobayas… y sólo hubo 7 supervivientes, incluyendo a Marcelino.
Pero lo más asombroso es que, cuando acabó la guerra, y sin medios de transporte a su disposición, Marcelino aún encontró fuerzas para ir hasta París caminando. Ya en la capital de Francia, fue acogido en casa de un matrimonio vasco. Y al final, se casó con la hija de ese matrimonio. Desde entonces vivió en Poitiers hasta que falleció hace poco, a la edad de 94 años. Con su muerte, perdimos al último superviviente de los prisioneros vascos en campos de concentración.