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Álvaro Arbina

La historia del esclavo negro que triunfó como payaso tras huir de Sopuerta

Radio Euskadi

Monsieur Chocolat fue el primer payaso negro de la historia. Fue vendido como esclavo a un indiano bilbaíno, huyó de él y se convirtió en el payaso más famosos de París.

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Álvaro Arbina en su sección El Armario del Tiempo de 'Boulevard Magazine' de Radio Euskadi nos cuenta la odisea del primer payaso negro de la historia, con huida de por medio.

En París en el año 1888 irrumpe un negro vestido con chaqué y sombrero de copa en el escenario del Nouveau Cirque. Su éxito es rotundo e inmediato. Asombra al publico y lo conquista. Acaba de nacer el primer artista de circo negro de la historia. En poco tiempo, ese mimo desconocido se convertirá en un ícono de la cultura popular francesa.

Rafael, que así se llama el payaso, nació esclavo en Cuba en algún momento entre 1865 y 1868. Sus primeros años los pasó en la Habana de la década de 1870. Rafael se vio pronto separado de sus padres, que fueron vendidos como esclavos para una plantación. Quedó huérfano tan pronto que en sus memorias dice no conservar recuerdo alguno de ellos. Quedó al cuidado de una negra habanera que durante algunos meses fue su madre de leche.

Un día Rafael llamó la atención de un comerciante español que paró la pelea que el bravo negrito mantenía con otro niño que le había insultado. Admirado por la fortaleza y el genio de Rafael, aquel caballero preguntó al niño por sus circunstancias, visitó así a su madre adoptiva, y tras un negociar con ella lo compró por 18 onzas de oro, el equivalente al sueldo de cuatro meses de un funcionario capitalino.

El comerciante no era otro que el vizcaíno Patricio Castaño Capetillo. Había emigrado a Cuba como un pobre jornalero sobre el año 1850, y tras años de paciente trabajo, se hizo escandalosamente rico hasta convertirse en un indiano dueño de aserraderos, comercios, terrenos e ingenios azucareros en la zona de Cienfuegos. Cuando se iniciaron las trifulcas por la independencia cubana, el indiano viajó de vuelta a Bilbao con su mujer, sus hijos Adela y Nicolás y el pequeño esclavo Rafael.

La llegada de Rafael al pueblo vizcaíno de Sopuerta debió ser un acontecimiento extraordinario. Tenía 11 años. Don Patricio había traído al negrito como criadillo para su anciana madre, quien por cierto le trataba bien y hasta le cogió cariño. Como los campesinos del pueblo jamás habían visto un negro, intentaron blanquearle la piel con un cepillo.

Así que harto y despellejado, el sirviente se escapó. De poco sirvió que la familia Castaño emitiera un bando de busca y captura. La requisitoria no prosperó al ser Rafael un hombre libre, dado que en España la esclavitud se había abolido en 1837 y él llevaba tiempo pisando la tierra de los vascos.

En sus primeros días como persona libre, el mozo cubano sobrevivió trabajando como minero, como cargador en los muelles y bailando en los cafés de la villa, en clara premonición de lo que habría de ser su exitoso destino. Fue precisamente en un café donde, cuando tenía unos 16 años, le descubrió el clown inglés Tony Grice, por entonces enrolado en la Compañía Ecuestre del Circo Alegría que actuaba durante las fiestas de Bilbao del mes de agosto.

Asombrado por la fuerza y la vitalidad del mozalbete cubano, Grice le invito a unirse al circo. Rafael dijo que sí y acompañó a Grice a cambio de comida, techo y algunas monedas. Inicialmente ejerció como criado de la mujer del inglés y, más tarde, Grice le tomó como su aprendiz en un circo suyo que viajó a Madrid, y de ahí, en poco tiempo, se produjo su gran salto a la cuna del espectáculo, la capital parisina, donde triunfó.

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