Álvaro Arbina
Luchas medievales por el amor de una mujer
Radio Euskadi
Viajamos al siglo XV, una época de torneos medievales, caballeros, damas… y muchos desafíos.
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El escritor Álvaro Arbina rememora en "Boulevard Magazine" de Radio Euskadi una legendaria gesta del medievo conocida como la del Passo Honroso de Suero de Quiñones. Fue un gran desafío medieval, donde los caballeros cruzaban lanzas y a veces se mataban. Se anunció por toda Europa y acudieron a ella 68 caballeros. Entre ellos Lope de Mendoza, uno de los miembros más importantes de la familia alavesa de los Mendoza que aún conserva en pie su propia casa torre amurallada. Lope de Mendoza no solo fue marqués y caballero, además de luchar para la Corona de Aragón y de participar en desafíos medievales, también fue un muy respetado poeta.
El desafío del Passo Honroso de Suero de Quiñones tuvo lugar en el año 1434, cerca de León, en pleno camino de Santiago. Aquel año el rey Juan II de Castilla estaba con su corte en el castillo de Medina del Campo, cuando recibió una llamativa visita. Un caballero leonés, don Suero de Quiñones, se presentó con nueve compañeros, todos armados, con la idea de pedir permiso para lanzar un desafío: quería retar a cualquier caballero que pasara por el puente de la localidad, hasta romper 300 lanzas en todos los combates que fueran necesarios y en el plazo de 30 días, entre el sábado 10 de julio y el lunes 9 de agosto.
Un paso honroso consistía en que un caballero se comprometía a defender como mantenedor un puente u otro punto de tránsito obligatorio, mediante combates singulares con otros caballeros aventureros hasta ser vencido o concluir el plazo y condiciones fijadas en la carta de desafío que se publicaba para atraer contendientes.
El objetivo concreto de la gesta del caballero leones Suero de Quiñones era liberarse de la prisión del amor de una dama, cuya identidad no reveló, y que le obligaba a llevar al cuello una argolla los jueves, símbolo de la atadura de su corazón. Una vez cumplido el desafío, su intención era quitarse la anilla y llevarla en peregrinación para presentarla a los pies del apóstol, en Compostela.
El rey aceptó la idea y promovió todo tipo de apoyos para que pudiera celebrarse. Incluso puso a disposición del evento a su propio cronista, Pedro Rodríguez de Lena, para que registrara todo lo que aconteciera.
Fueron 68 los caballeros se acercaron para batirse con Suero o cualquiera de sus nueve acompañantes, que se hacían llamar los 'defensores' del puente. Hubo alemanes, italianos, portugueses, combatientes del reino de España y entre ellos el poeta alavés Lope de Mendoza.
El desafío del leones Suero se organizó sin escatimar en recursos. El caballero enamorado pertenecía a una familia muy poderosa y pudiente, que permitió que se levantara una gran liza, con graderíos para el público y una tribuna para los jueces, además de numerosas y lujosas tiendas de acampada para los contendientes. Si cualquier caballero quería participar pero no podía permitirse el costo de caballos, armaduras y armas, él los ponía de su bolsillo. Si un participante perdía un caballo o su equipamiento, Suero los reponía. Cada día se comenzaba con una misa solemne y se terminaba con un gran festín. Hubo para todos comida, alojamiento y la asistencia de los mejores cirujanos que por la zona se pudieron encontrar.
Lope de Mendoza acudía al torneo descalabrado también por amor. En este tipo de desafíos, uno de los combatientes lo hacía en calidad de conquistador y el otro en calidad de defensor. Lope fue conquistador y se batió contra uno de los 9 defensores del puente. Cruzaron lanzas durante siete cruentas carreras. Según el cronista, se golpearon y se destrozaron las corazas. Partieron las lanzas varias veces. Al séptimo asalto, Mendoza acertó en el pecho de su contrincante. Se dice que rompió su lanza en rajas. Lo derribó del caballo. Cayó brutalmente al suelo. No lo mató, pero la fiereza del asalto y el peligro de muerte concluyó con el lance.
Lope de Mendoza ya había participado todo lo que las reglas del Paso le permitían. No podía hacer más carreras. No podía batirse con otro combatiente. Había roto más lanzas de las permitidas, que eran tres. Aún así, al parecer no debió de resultarle suficiente y recurrió a Suero para pedir una prórroga. Le relató su historia de amor. Le dijo que él había acudido allí a batirse en armas en servicio de una dama a la que amaba con locura, pero por la cual no era amado. Por ello le suplicaba le dejase combatir más, a ver si así ganaba la voluntad de la señora. Suero de Quiñones le respondió que él mismo visitaría a la dama en cuestión a notificarle qué buen caballero y gran guerrero le servía, pero las normas había que respetarlas y no podía dejarle combatir más.
El desafío concluyó después de que se realizaran 727 carreras y se partieron 166 lanzas. Suero de Quiñones y sus compañeros peregrinaron hasta Santiago, donde el caballero entregó su argolla amorosa. Al año siguiente se casó con Leonor de Tovar, a la que todas las conjeturas señalan como la señora a la que su corazón había estado encadenado.