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Álvaro Arbina

El origen del caserío vasco

Radio Euskadi

En "Boulevard Magazine" de Radio Euskadi hablamos de la historia arquitectónica de nuestros caseríos.

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En El armario del tiempo el escritor Álvaro Arbina analiza el origen del caserio vasco.

El caserío tal y como lo conocemos hoy solo tiene 500 años. Podríamos denominarlo como caserío moderno. El origen de la palabra baserria viene de épocas tardorromanas. Las más recientes hipótesis apuntan a que el caserío, como unidad de vida y trabajo permanente de una familia nuclear, con abuelos, padres e hijos, surge a finales del siglo II, con la primera gran crisis del Imperio Romano. Pero en estos orígenes el caserío nunca está solo. Forma parte de una comunidad más amplia. Baserri, o caserío, es en realidad una aldea.

Se necesitaron casi 1500 años para inventar el caserío tal y como lo conocemos hoy. Muy pocas comunidades y pueblos han conseguido erigir a lo largo de su historia una vivienda rural tan perfecta y eficiente como la de los caseríos. La singularidad de la arquitectura rural vasca radica en haber logrado sintetizar en un único edificio, colosal, de hasta mil metros cuadrados distribuidos en dos y tres plantas, todas las funciones esenciales: lagar, vivienda, cuadra, granero y pajar.

Una de las razones que impulsó el nacimiento del caserío moderno hace 500 años fue el apaciguamiento de las guerras de banderizos. Los Reyes Católicos dirigieron la agresividad de los guerreros feudales en la lucha contra los musulmanes. Hasta entonces era difícil tener casas aisladas, porque están eran inseguras y estaban expuestas a los ataques de otros bandos. Pero con la relajación de las guerras, los labradores se liberan del yugo de los señores banderizos y empiezan a diseminarse por los valles. Encontrando así libertad para aprovecharse de los recursos de unas tierras que hasta entonces eran inseguras.

A partir de entonces, el propietario del caserío nombra heredero de la vivienda a uno solo de los hijos e hijas. Hasta entonces, era obligatoria la repartición de los bienes, de manera que se caminaba no hacia un minifundio, sino a un microfundio, tal como ocurrió en Galicia. El nuevo propietario se quedaba con la vivienda y las tierras, pero debía ayudar económicamente a los hermanos para que pudieran buscarse un oficio. Pero aquí no sucede eso. Los labradores vascos comienzan a hacer lo mismo que los nobles y los señores de las torres. Y al diseminarse por los valles, hay mas tierras y mas espacio para el ganado. Algunos se enriquecen. Y así surge el caserío moderno, que es la expresión arquitectónica de la libertad del labrador vasco que alardea de ser como un pequeño noble.

El caserío vasco moderno de hace 5 siglos se construye con tecnología importada y mano de obra profesional. Mezcla recursos y estilos. Incorpora los últimos avances tecnológicos de la carpintería estructural gótica europea del momento. Es la tecnología de armar en roble de los maestro suabos del sur de Alemania. De ahí vienen nuestros caseríos. Grandes puzzles de ensamblaje de madera. Una tecnología que los vascos usamos de manera magistral para construir el esqueleto del caserío como una jaula autoportante. De hecho, hay cálculos estructurales que aseguran que si prescindiéramos de los muros, el edificio se mantendría perfectamente en pie. Y no hablamos de un muro cualquiera. Hablamos de un metro de muro. Y encima con una calidad sorprendente, del mismo nivel que el de las catedrales góticas del sur de Francia, porque de ahí viene la influencia. Es asombroso que se encuentren estos muros como refugio de cuadras y pajares.

En la construcción de los caseríos se produjo una democratización de los mejores hallazgos, una especie de interculturalidad arquitectónica. Un agricultor vasco gozaba de adelantos arquitectónicos que en otros sitios de Europa eran privilegio de las élites. 

Los enigmáticos constructores de estos geniales caseríos fueron los jefes de obra vascos que trabajaron y aprendieron con los grandes arquitectos alemanes y franceses que levantaron las grandes catedrales góticas de Castilla y Andalucía. Profesionales bien instruidos que dejaron dibujos y planos de una clarividencia y una rigurosidad tal, con detalles constructivos y despieces de carpintería y cantería, que con ellos los técnicos de hoy en día serían capaces de edificar un caserío exactamente igual.

Prueba de esta calidad arquitectónica es la atención que los caseríos ha captado entre los expertos. Un ejemplo famoso es el de arquitecto suizo Alfred Baeschlin, que vivió en el País Vasco a principios del siglo XX y fue el artífice del palacio de Ajuria Enea. Además de esto, fue un gran investigador y divulgador de la arquitectura tradicional. Residió en Abadiño un par de años, durante los cuales recorrió Euskadi estudiando los caseríos vascos y escribiendo artículos sobre nuestras construcciones en importantes periódicos. Además de varios libros muy bien ilustrados que son una autentica delicia.

En la actualidad no existe ningún caserío de más de cinco siglos. Los más antiguos datan del 1490. Hasta entonces sólo hubo cabañas. Pero entre todos los caseríos vascos hay una peculiaridad que se repite en muchos. Que es el caserío lagar. O la maquina habitada, como la llaman los expertos. Un caserío que era a su vez una vivienda y una especie de fábrica donde se producía sidra.

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