Elena Aizpitarte: "Aprendí a coser en Balenciaga. Entré a los 14 años"

Era octubre de 1951 cuando Elena Aizpitarte se convirtió en trabajadora de Cristóbal Balenciaga. De madre modista y padre linternero, aunque a ella le gustaba el ballet, disciplina en la que se formó, el destino le llevó al taller del reconocido modista. "En aquella época la idea del oficio estaba muy inculcada en las clases sencillas", reconoce Aizpitarte. "Entré como aprendiza. Encantada, porque estaba en régimen de Seguridad Social".

Pasó 11 años de su vida trabajando en el taller que Cristóbal Balenciaga tenía en San Sebastián, donde pasó por todos sus escalafones: aprendiza, ayudante y oficiala. "Era todo un ritual. Te pasabas dos o tres años aprendiendo a marcar la costura, o la ropa que nos venía ya cortada. Pasábamos hilos" y posteriormente, añade, aprendían a confeccionar faldas, para, finalmente, realizar las labores de oficiala. "Se trabajaba con una artesanía, pureza y exquisitez total, que ahora sería muy difícil".

Sobre el trato que dispensaba el modisto de Getaria a las trabajadoras que cosían en su taller, Aizpitarte comenta que Cristóbal Balenciaga apenas se pasaba por esas dependencias. "Si él venía al taller, trataba sobretodo con las personas que se ocupaban de probar a la clienta y con la cortadora". Por ello, "para nosotras era una figura entre mística y misteriosa", apostilla.

En los 11 años que estuvo trabajando para Balenciaga, tuvo también que desfilar en una ocasión al ausentarse la modelo titular. "Fue una minicolección de trajes y abrigos". El desfile tuvo lugar en Sevilla y Elena Aizpitarte fue seleccionada por uno de los ayudantes del modisto. "Como yo iba a ballet, a lo mejor di algunas volteretas que igual gustaron algo más". Sobre esta última experiencia, relata que "me gustó mucho. Cobré algo más en dietas".