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II REPÚBLICA

"Mi padre acabó siendo falangista, sabiendo que era hijo de un fusilado rojo"

En el aniversario de la proclamación de la Segunda República en Eibar rescatamos del olvido a los 52 presos republicanos asesinados en la matanza de 1936 en Cadreita. Eduardo Escobar, nieto de uno de los fusilados, publica ‘53 cigüeñas’ (Pamiela), con documentos e historias hasta ahora silenciadas.

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"Mi abuelo se escondió en cuanto empezó la guerra civil, pero enseguida lo apresaron y fue fusilado el 23 de agosto del 36 en Cadreita", cuenta Eduardo Escobar, nieto de Miguel Antonio Escobar y autor del libro '53 cigüeñas Valcardera. 1936'. "Me metí en esta aventura casi sin quererlo, pero es que yo era el depositario de una serie de documentos, que estaban ahí dormidos y que me legó mi padre de una manera muy peculiar". Fue en su lecho de muerte, cuando su padre le confió un secreto durante años guardado: La existencia de una carpeta que, bajo el título Campeonato de pelota, contenía documentos sustraidos de un almacén de los locales de Falange en Pamplona. La joya de la corona son 30 páginas arrancadas del libro de actas de las reuniones de la Federación Socialista de Navarra.

A pesar de ser "el hijo de un rojo que los falangistas fusilaron", con 9 años -y tras llegar a Tolosa huyendo de las represalias- Eduardo Escobar Zarategui ingresó en los Pelayos, las juventudes carlistas. Con la unificación obligada por Franco de todas las vertientes políticas del régimen, acabó en el partido único: la Falange Española Tradicionalista y de las JONS. Reconoce Escobar que el proceso de escritura le ha permitido entender a su padre, quien "tuvo que sobrevivir y convivir al lado de los verdugos".

'53 cigüeñas', el título del libro, hace referencia a un momento muy especial. En 2014, mientras se celebraba en Valcardera el homenaje anual a las víctimas, el orador detuvo su discurso por la irrupción de una bandada de cigüeñas que pasaron volando por encima de los congregados. Una de las asistentes tomó la instantánea de las aves con el cielo de fondo, con un dato sorprendente. En la fotografía se contaban cincuenta y dos cigüeñas, seguidas a corta distancia por la número cincuenta y tres. 52 fueron los fusilados y solo uno, Honorino Arteta, consiguió escapar y relatar después lo ocurrido la noche del 23 de agosto de 1936.

 

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