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FOTOPERIODISMO

"Nos espera un verano duro en Ucrania; la confrontación, además de cruenta, puede ser decisiva"

La reportera, María Senovilla, con más de 300 días en el escenario bélico, niega que exista censura para informar sobre la guerra, pero advierte al mismo tiempo de la estrategia de propaganda de la Federación rusa para crear opinión favorable al Kremlin en territorios hispanohablantes.

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Ha hecho un alto en el camino de su trabajo en Ucrania retratando la realidad de la guerra. Finalista en los premios Cirilo Rodríguez (los Oscar del fotoperiodismo), la periodista, fotógrafa independiente y corresponsal de guerra María Senovilla visita Euskadi para participar en el ciclo de conferencias Grandes Mujeres que organiza el Museo del Nacionalismo Vasco de Sabino Arana Fundazioa. Pero este es solo un alto en el camino. Se muestra dispuesta a volver al conflicto y afrontar lo que, en su opinión, puede ser un momento decisivo para el devenir de la guerra.

Rusia y Ucrania se preparan para una contraofensiva que pueden hacer que este verano de 2023 sea "duro". Ucrania está terminando de recibir todo el armamento llegado desde EEUU y Europa (incluidos los carros de combate Leopard) y cuenta con nueve brigadas nuevas "armadas hasta los dientes". Rusia, dice Senovilla, "tampoco se va a quedar descalza" en esta nueva fase bélica. Y por eso, esta bregada periodista considera que "la confrontación que se puede producir este verano, además de cruenta, puede ser decisiva".

Es la periodista que más tiempo continuado ha estado en suelo ucraniano cubriendo el conflicto. 300 días que comenzaron con el éxodo masivo de mujeres, niños y ancianos a las pocas horas de estallar la guerra. De hecho, aún recuerda con nitidez el recorrer a la inversa las kilométricas caravanas de gente que huía de la guerra. Tampoco olvida los "bombardeos sistemáticos en zonas civiles". "Son crímenes de guerra que documentamos día a día", asegura. Pero si hay algo para lo que no estaba preparada, reconoce, es para las cámaras de tortura que se encontró en las zonas bajo control ruso y recuperadas por el ejército ucraniano, ni tampoco para escuchar cómo las propias víctimas narraban el horror al que fueron sometidos.

En su trabajo retratando y narrando lo que allí ocurre, Senovilla dice no haber hallado censura. Dice que los canales oficiales ucranianos se han perfeccionado mucho y que, aunque en el frente de combate "obviamente si hay cosas que no les da la gana de enseñar, no te las van a enseñar", no hay problema para moverse de una ciudad a otra, "ni hay que pedir permiso para entrevistar a las víctimas de un bombardeo". La otra cara de la moneda, sin embargo, la encuentra en las redes sociales, en "los insultos tremendos" que recibe a diario por su trabajo. Son fruto, asegura, de la "estrategia de propaganda" puesta en marcha hace una década por la Federación rusa en territorios hispanohablantes con el objetivo, dice, "de crear una opinión favorable al Kremlin" y a sus intereses políticos y económicos.

Lo que no cambia, critica, es la precariedad que asiste a un fotoperiodista o corresponsal de guerra freelance. "Cubrir una guerra es carísimo", asegura. Y no es solo por el hecho de que ser freelance suponga ser autónomo, advierte, sino porque en España significa también "ser precario", con sueldos que pueden llegar a ser cuatro veces inferiores que los que reciben compañeros de profesión de otros países. Diferencias económicas para una profesión que también muestra diferentes miradas sobre el mismo hecho en función de si quien la retrata es hombre o mujer. "Nos fijamos en otros detalles, en otras sensibilidades", defiende. Una mirada "complementaria" la de las profesionales femeninas que aún es minotaria. Y es que todavía, lamenta, son pocas las periodistas freelance sobre el terreno.

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