Efectos del estrés en el cerebro: cuando la tensión se traduce en violencia

La capacidad que tiene el estrés de modelar el cerebro, sus funciones y la conducta social es objeto de investigación por parte de la nerocientífica Carmen Sandi. La investigadora cántabra, afincada en Suiza desde hace 15 años, trabaja en la Escuela Politécnica Federal de Lausana  donde dirige el Instituto de Cerebro Mente (BMI, Brain Mind Institute) y en su seno, el laboratorio de investigación sobre genética del comportamiento. Invitada por el centro de investigación en neurociencias Achucarro, ha ofrecido en Bilbao una conferencia sobre la influencia que tiene el estrés agudo y crónico en las conductas sociales y agresivas.

El estrés cambia la estructura del cerebro y su programación, afectando a las capacidades cognitivas, como la memoria a largo plazo. También afecta a la conducta social, sobre todo si la situación de estrés crónico se da en una atapa temprana. Explica Carmen Sandi que se ha observado una tendencia a la sumisión, cuando el estrés se produce en la primera infancia, mientras que esta situación, vivida en la pubertad, puede provocar una conducta más antisocial y tendencia a la agresividad.

Entre los experimentos que realizan con roedores han podido reproducir situaciones de violencia de machos hacia hembras. Los machos jóvenes que han padecido miedo intenso en sus primera etapas se comportan de forma “abusona” con las hembras con las que se emparejan, mientras que estas acaban desarrollando un comportamiento depresivo. Este estrés en los padres y la ansiedad en las madres se traslada, según han podido comprobar, a las crías.

En las pruebas con personas, también se estudia cómo relacionar estrés y comportamiento agresivo. Los psicópatas, por ejemplo, tienen respuestas fisiológicas más bajas de lo normal al estrés, y se estudia si este factor es determinante en la conducta psicópata.

Anfibios en la zona minera

Ion Garin y Pello Isasi, del departamento de Herpetología de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, presentan la investigación realizada en charcas en la zon de Peñas Negras, en Bizkaia, donde la actividad minera ha dejado un paisaje en el que abundan estas pozas, habitadas por 9 especies de anfibios. Los estudios realizados, además de valorar las poblaciones de estos anfibios, como la rana de San Antonio, buscan dar a conocer la riqueza ambiental de estos ecosistemas semi-artificiales.