Malpensando
Parábola con Ramas
Jose Antonio nos cuenta un cuento con sabor a telefonía móvil
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Érase una vez un reino que quería sus propios árboles. No es que los árboles que ya tenía no le gustaran, pero consideraba que, aunque estaban ahí, no eran del todo suyos. De modo que, usando el tributo de los campesinos, el reino empezó a plantar árboles aquí y allá. No eran demasiado bonitos, algunos ni siquiera daban una sombra consistente, pero eran suyos. Los árboles propios del reino. Un día, el rey, agotado de tanto trabajo, abdicó del trono y se hizo presidente de la empresa de árboles. Pero no lo hizo del todo bien, acumuló deudas, y su heredero, el nuevo rey, decidió privatizarla. Unos reyes extranjeros, pájaros de mal agüero, compraron casi todos los árboles librando a la empresa de sus deudas. Eso, de rebote, hizo muy ricos a sus responsables. Al final, y después de años de dimes y diretes, la empresa de árboles propios acabó en manos de una empresa de árboles ajenos. Los campesinos no notaron nada en las hojas ni tampoco en los troncos. A decir verdad, muchos ni siquiera se dieron cuenta de que, en el fondo, aquello no tenía nada que ver con los árboles.