Vitoria, 3 de marzo de 1976
Relato de los sucesos del 3 de Marzo de 1976 de Vitoria-Gasteiz
Jesús Barredo | Radio Vitoria
3 de marzo 1976, cinco obreros fueron abatidos por la policía en Vitoria-Gasteiz.
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El Tres de Marzo figura con un imborrable crespón negro en la historia de Vitoria. Cinco trabajadores resultaron muertos, abatidos por los disparos de la Policía Nacional, en aquel entonces las Fop - Fuerzas de Orden Público - a las puertas de la Iglesia de San Francisco de Asís, en el transcurso de una jornada de Huelga General.
La mayor tragedia que se recuerda de estas características en Vitoria, llegaba después de dos intensos meses de luchas obreras por el logro de un convenio y desafiando al sindicalismo vertical del franquismo.
Cuatro meses antes, el 20 de Noviembre de 1975, Franco moría en la madrileña clínica de la Paz, Juan Carlos de Borbón heredaba el relevo e iniciaba el primer periodo de la transición, accediendo a la máxima jefatura del Estado.
Carlos Arias Navarro era el primer presidente del gobierno de la monarquía; un gabinete en el que figuraban, junto a otros, tres hombres que tuvieron un peso específico en los últimos años del franquismo y a lo largo de la transición: Manuel Fraga Iribarne, Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo Sotelo.
Manuel Fraga Irirbarne era ministro de la Gobernación y Adolfo Suárez ocupaba la Secretaría General del Movimiento. También eran ministros en aquel primer gabinete: Martin Villa, de Relaciones Sindicales, y José Solís de Trabajo.
En Alava las máximas autoridades eran el gobernador civil, Rafael Landín Carrasco, el presidente de la Diputación, Manuel Lejarreta, y el alcalde de Vitoria, José Casanova. En la Institución Eclesiástica, el Obispo de la Diócesis de Vitoria era Monseñor Peralta.
En Enero de 1976 se registraron las primeras huelgas en Vitoria a las que se fueron sumando progresivamente casi la totalidad empresas del cinturón industrial.
La restricción y represión de libertades eran el denominador común de aquella época. Las iglesias constituían los únicos lugares que reunían las condiciones de espacio y seguridad para celebrar reuniones y asambleas.
La tensión crecía día a día con las cargas policiales en las calles
Paros, huelgas, manifestaciones, palizas policiales, barricadas, detenidos heridos…, todo ello se adueñaba de la actualidad en los meses de Enero y Febrero. Bajo este marco de circunstancias se llegaba a un 3 de Marzo con una convocatoria de Huelga General y una asamblea conjunta a las cuatro de la tarde en la Iglesia San Francisco de Asís en el barrio de Zaramaga.
La policía acordonó el lugar con compañías especiales antidisturbios, procedentes de otras capitales. Uno de los testimonios más fríos y sobrecogedores lo constituyen las grabaciones de las conversaciones policiales de aquella trágica tarde del tres de Marzo de 1976.
El balance de aquel sangriento miércoles de ceniza fue de cinco muertos y centenares de heridos. Pánico, indignación, rabia contenida, impotencia, gritos de histeria y desolación definían un tenso clima en las calles de Vitoria, con grupos de gente en todas las esquinas, que se manifestaban al mismo tiempo que buscaban un portal o la casa de un vecino para protegerse de las persecuciones policiales.
Dos días después, el cinco de Marzo de 1976, se celebraban los funerales con los féretros de tres de los cinco muertos en la Catedral Nueva; una catedral llena de gente que abucheó la presencia de Monseñor Peralta, porque en cierta medida se le hacía también responsable de la irrupción policial en la Iglesia de San Francisco.
Uno de los momentos de mayor tensión fue el sermón. Una homilía escrita y aprobada por los 120 oficiantes y que leía un sacerdote tras indicar que había sido ligeramente resumida por el obispo, intervención que reprobó la multitud congregada en el recinto religioso.
La expectación y la tensión llegaron a su punto más álgido cuando terminado el acto religioso propiamente dicho, el líder obrero, Jesús Fernández Naves, se dirigió a los asistentes. Su presencia fue acogida por una fuerte ovación con la que de alguna manera se respondía a los rumores que habían hecho circular por Vitoria, diciendo que varios líderes obreros habían abandonado la ciudad tras recibir grandes cantidades de dinero.
Naves se dirigió a los reunidos diciendo, entre otras cosas, que las autoridades no estaban en los funerales porque no podían estar bajo el mismo techo rezando los asesinados y los asesinos. El líder obrero apeló a la unidad de acción, recordando que las iglesias eran el único lugar donde era posible reunirse, evidenciando la patente falta de libertades, tras la muerte de Franco.