Historia de Alava 11
La estirpe de la casa del cordon
Historia de la familia conversa Sánchez de Bilbao
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Nos vamos al año 1494 y nos situamos en Vitoria, en el antiguo camino que atravesaba la actual Plaza de la Virgen Blanca y la cuesta de San Francisco para desembocar en la puerta de la Calle Correría. En aquellos momentos se encontraba cerca de este camino la cárcel, por lo que era un lugar muy apropiado para la ejecución que se está desarrollando en plena vía pública. El condenado al que están prendiendo fuego se llama Pedro Sánchez de Bilbao, alias “el relajado”. Había ejercido de físico, es decir, de médico, en el desaparecido convento de San Francisco, cosa que le venía de familia, puesto que su hermano Joanás también era cirujano. No se trataba de un vecino cualquiera de la villa. Además de ejercer la medicina, que era una profesión muy valorada, estuvo casado en segundas nupcias con María Ruiz de Gauna, prestigiosa dama que le permitió emparentar con un buen linaje y también residir en una de las torres nobiliarias más destacadas de la Vitoria medieval, ubicada en la Calle Cuchillería.
Pedro Sánchez de Bilbao había sido condenado a la hoguera en ese año de 1494 por el Santo Oficio, como resultado de un proceso contra él por hereje apóstata judaizante, y es que, como la mayoría de médicos de Vitoria en la Edad Media, era de origen hebreo.
Recordemos que apenas dos años antes había sido decretada por los Reyes Católicos la expulsión de los judíos, lo cual había desembocado en una paranoia colectiva en la ciudad y en un clima enrarecido en el que las acusaciones de judaizante se cruzaban entre los vecinos, muchas veces sin ningún fundamento. Había denuncias falsas por motivos ajenos a las creencias y a la religión, por lo que muchas de esas delaciones se desestimaron y no llegaron a los tribunales. Esta no fue precisamente la suerte de Pedro Sánchez de Bilbao, que fue condenado por judío en un juicio en el que no pudo siquiera defenderse. Y no pudo hacerlo porque en el momento de su condena llevaba ya veintiún años muerto.
El proceso contra este médico se desarrolló como una venganza contra su hijo, Juan Sánchez de Bilbao, por lo que los acusadores simplemente aprovecharon la coyuntura política desfavorable a los judíos para dañar la honra de esta familia. Y como Pedro Sánchez de Bilbao estaba muerto, lo que se quemó en la vía pública fueron sus huesos, desenterrados del convento de San Francisco, donde estaba su sepultura y donde había ejercido la medicina en vida. Además, acompañaron esta quema de una efigie, es decir, de un muñeco creado para la ocasión y que sustituía al reo ya difunto. Y para mayor vergüenza de la familia, colgaron un sanbenito con su nombre, es decir, el traje de saco que se solía colocar a los condenados para escarnio público, en el segundo pilar de la izquierda de la iglesia de Santa María. Pero esta desgracia que sufrió Pedro Sánchez de Bilbao no fue un hecho aislado, fue sólo uno de los episodios de una larga tragedia familiar que se va a cebar en sus hijas e hijos, los habitantes de la Casa del Cordón.
Juan Sánchez de Bilbao “el Rico”
El heredero de Pedro Sánchez de Bilbao, de nombre Juan, no se dedicó a la medicina, como el padre, sino que se convirtió en uno de los mercaderes más prósperos de Vitoria. Comerciaba con textiles y además recibía rentas de varias propiedades y casas, y también ejercía de prestamista. No en vano, debido a su éxito en los negocios, le apodaron “el rico”. Quizá debido a su riqueza y al poder que alcanzó en la ciudad, fueron legendarias sus enemistades con otros linajes y familias vitorianas, especialmente los Isunza y los Escoriaza. Por eso no nos debe extrañar que muriese debido a uno de estos encontronazos. A inicios de 1493, estando en la plaza de la villa, en la actual Virgen Blanca, recibió una estocada a manos de Martín de Escoriaza, su rival. Juan “el rico” no murió al instante, pero la herida de la espada le dejó muy malherido y al borde de la muerte. Por ello le dio tiempo a redactar un nuevo testamento que modificase el que había escrito en 1491, cuando se encontraba aquejado de una enfermedad. Este testamento es un documento muy importante para las historiadoras porque nos revela varias de las obras que financió en la ciudad, sobre todo en el convento franciscano al que tan vinculado estaba su familia.
Las obras de Juan Sánchez de Bilbao en el convento de San Francisco
No sabemos si por fe auténtica, por limpiar el pasado judío de su linaje o por tradición familiar, Juan Sánchez de Bilbao tuvo una fuerte vinculación con el desaparecido convento de San Francisco de Vitoria. En su testamento dejó estipulado que tanto él como su esposa, Inesa Rodríguez de La Puebla, se enterrarían en un sepulcro de suelo que tenían comprado en la nave de la iglesia de San Francisco, justo debajo de un predicatorio o púlpito que también habían financiado. Asimismo, ordenaron construir un altar dedicado a Santiago y gracias a una donación de Juan “el rico” se pudo erigir una nueva enfermería dentro del convento, probablemente en honor a la labor médica de su padre en el cenobio. Por supuesto, ordenó, como era costumbre en la época, enterrarse con el hábito de los frailes franciscanos, cuyo elemento más característico es el cordón basto que cuelga de la cintura. Precisamente este cordón es el motivo decorativo más característico de su palacio en la calle Cuchillería y también el que le da nombre.
La casa del Cordón
Es una auténtica suerte que se haya conservado el fastuoso palacio que mandó construir Juan Sánchez de Bilbao en la calle Cuchillería. Este personaje había heredado de su madre, María Ruiz de Gauna, el torreón medieval que había sido lugar de residencia y símbolo del poder familiar en Vitoria. Esta torre era estrecha y tenía funciones defensivas que a veces hacían incómoda la vida de sus habitantes. Por ello Juan Sánchez de Bilbao quiso construirse un palacio digno que sirviese al mismo tiempo como residencia particular, como lugar de reuniones de negocios y tienda, e incluso para hospedaje de grandes personalidades. Debido a que la torre iba unida al prestigio del linaje y a un solar desde el que se ejercía el poder, la costumbre era rodear el antiguo torreón con unos nuevos muros y mantenerlo como una estancia más en el interior del nuevo palacio. Es precisamente la estrategia que se siguió en la Casa del Cordón.
La fachada es todo un alegato cristiano y franciscano. Además del grueso cordón que le da nombre y que rodea una de las puertas, vemos también una representación de San Francisco en plena visión recibiendo en las palmas de manos y pies los estigmas de Cristo, pero también aparecen referencias a Cristo con las letras IHS (Jesús Hombre Salvador) y a la Virgen, en el lema que hay sobre la puerta de menor tamaño, donde se lee “Ave María”. En este punto tenemos que desmentir una popular leyenda sobre esta puerta que ha proliferado en los últimos tiempos. Se suele decir que Juan Sánchez de Bilbao hizo un acceso tan bajito para obligar a los cristianos y nobles a que entrasen haciendo una reverencia a su casa, en venganza por el trato que dispensaban a los judíos. Nada más lejos de la realidad. En ocasiones se nos olvida que el nivel de la calle actual no es el mismo que el que había en la Edad Media, cuyos restos quedan muy por debajo de nuestras aceras, por lo que la puerta original, en consecuencia, era mucho más alta.
Si veíamos una exagerada decoración cristiana al exterior del palacio, de cara a la galería, en el interior la temática cambia. Lo vemos sobre todo en la sala principal, que conocemos por su majestuosa bóveda gótica, y que queda dentro de la antigua torre, reformada para acoger un salón. La iconografía de las claves nos da pistas sobre Juan Sánchez de Bilbao, su profesión y sus lealtades.
OCULTAR ORIGENES
Por ejemplo, encontramos referencias al negocio de los paños que le hizo rico. Vemos representada la figura de un mercader que aparece junto a este producto, quizá un retrato del propio Juan. Al lado destaca también su marca comercial, consistente en un anagrama de su nombre con el bastón de San Juan Bautista, una media luna invertida y una estrella de ocho puntas, que era la heráldica familiar. Este motivo lo encontramos también, a modo de letrero que identificaba su tienda, en la fachada de su casa.
Además, vemos referencias a los Reyes Católicos, como las iniciales de la reina y del rey, los símbolos de las flechas y del yugo que los identifica a ambos y por supuesto su escudo, que ocupa la clave central de la sala noble. Aparece sin la granada en la esquina inferior, lo cual nos indica que fue colocado antes de la toma de Granada por parte de los reyes y que es anterior a 1492. Recordemos que esta fecha es también la de la expulsión de los judíos, lo que nos dice que, a pesar de proceder de un linaje hebreo, antes de tomar esta determinación, Isabel y Fernando tenían buena relación con esta familia de comerciantes vitorianos. Prueba de ello es que los propios Reyes Católicos se hospedaron en esta casa a su paso por Vitoria, en el antiguo torreón de los Gauna, probablemente antes de la construcción del palacio de Juan Sánchez de Bilbao. Quizá “el rico” quiso recordar de este modo que su casa había sido digna de reyes.
Pedro Sánchez de Bilbao “el reconciliado”
De poco le sirvió a esta familia el haberse codeado con la realeza en el pasado. Tras la expulsión de los judíos de 1492 todo cambió. Ya hemos visto como dos años después de este decreto Pedro Sánchez de Bilbao, el patriarca de la familia, había sido quemado en efigie en un lugar céntrico de la villa. Pues no fue el único miembro de los Sánchez de Bilbao acosado por la Inquisición y por su pasado judaizante. El hermano de Juan “el rico”, también llamado Pedro, como su padre, fue víctima del acoso constante del Santo Oficio. Para diferenciarlo del progenitor fue apopado “el reconciliado”. Pedro “el reconciliado” fue condenado por herejía y apostasía el 31 de enero de 1496 por el tribunal de la Inquisición de Calahorra.
Se conservan los testimonios que muchos vecinos dieron en su contra y la mayor parte de los argumentos van sobre lo mismo. Se decía que iba a visitar a muchos judíos, probablemente amigos de la familia desde antiguo, y sobre todo estaba bajo vigilancia su dieta. Se le acusaba de comer la misma comida que los hebreos y de sentarse con ellos a la mesa, además de que se le había visto poner excusas cuando se le ofrecía carne de cerdo, alimento vedado a los judíos. En varias ocasiones se le escuchó decir que le dolía la cabeza para evitar el tocino o el lechón y en su lugar solicitaba un par de huevos u otro alimento más ligero.
Con todos estos testimonios, el Inquisidor mandó una carta de citación a Pedro Sánchez de Bilbao “el reconciliado” el 3 de febrero de 1496 indicándole que debía presentarse en el plazo de veinte días ante el Santo Oficio. Para que se diera por enterado, se leyó públicamente esta citación en Logroño y unos días más tarde en Vitoria, en la iglesia de Santa María, recién nombrada colegiata. Cuando fueron a su casa a notificárselo sólo se encontraron con su esposa, Juana Sánchez de Maturana, puesto que Pedro “el reconciliado” se había fugado. Al no aparecer el reo, fue declarado “rebelde y contumaz y por público descomulgado”.
Pero su historia no acaba ahí. El 31 de enero de 1497, justo un año después de su condena, Juana Sánchez de Maturana, su esposa, se personó en Logroño y presentó, en nombre de su marido, un breve papal, es decir, una notificación escrita por parte del mismísimo Alejandro VI, el papa Borgia. En este escrito el pontífice le eximía de culpa y daba por zanjado el proceso. Sin embargo, dieciocho años más tarde, de nuevo la Inquisición quiso procesar al “reconciliado”. En esta ocasión fue su hijo Juan el que compareció, alegando que ya había muerto y que, por lo tanto, no podía ser juzgado. Pero era tanta la inquina que despertaba la persecución contra los judíos que quisieron hacerle lo mismo que a su padre Pedro el “relajado”. Plantearon la posibilidad de quemarle “en estatua”, es decir, hacer una figura a su imagen y semejanza y prenderle fuego en la hoguera. Por ello el juicio se alargó más allá de su muerte y el Santo Oficio no se detuvo hasta que de nuevo salió a colación el breve papal de Alejandro VI en el que exculpaba y rehabilitaba no sólo a Pedro “el reconciliado”, sino también a toda su familia.
El asesinato de Teresa Sánchez de Bilbao
Pedro “el reconciliado” tuvo un final más o menos apacible, a pesar de vivir mucho tiempo en la cuerda floja y bajo la amenaza de la Inquisición. Pero de nuevo la desgracia se cebaría en este clan que atraía la mala suerte. Teresa Sánchez de Bilbao, la hija del médico Pedro “el relajado” y hermana de los otros dos personajes de los que hemos hablado, tuvo un trágico y triste final. Por ello acabó recibiendo el sobrenombre de “la degollada”. El 1 de octubre de 1480 su marido, Juan Martínez de Buendía, la asesinó brutalmente. Además, lo hizo de forma premeditada, como se pudo demostrar en el juicio, puesto que, antes de matarla se había llevado todos sus bienes y los había puesto a buen recaudo. La justicia no se hizo esperar y Juan Martínez de Buendía fue condenado a muerte por el alcalde de Vitoria. Las hijas menores que habían quedado huérfanas pasaron a la tutela de María Ruiz de Gauna y Juan Sánchez de Bilbao “el rico”, es decir, de su abuela y de su tío.
Debido a la firmeza de la condena el asesino trató de eludir la sentencia por todos los medios, huyendo de Vitoria y escondiéndose en paradero desconocido. A los pocos días del homicidio, dio la casualidad de que la reina Isabel la Católica publicó un edicto según el cual se le concedería el perdón real a todos los criminales que acudiesen a la armada para luchar en las guerras contra los turcos, si conseguían sobrevivir. Juan Martínez de Buendía vio la oportunidad de librarse del castigo y se alistó en esas guerras, logrando salir airoso. Por ello, tres años más tarde, regresó a Vitoria, el lugar de su crimen. Aquello provocó la ira de las vecinas y vecinos de la villa, que clamaban que cumpliese con su sentencia. Especialmente duro fue para María Ruiz de Gauna, madre de Teresa “la degollada”, que suplicó a la reina que anulase su perdón, alegando que su yerno no había acudido personalmente a la guerra, sino que en su lugar había enviado a un sustituto a hacerse pasar por él. Finalmente, la reina Isabel accedió y, a pesar de todas las estratagemas que el asesino había urdido para librarse de la pena capital, fue ejecutado el 24 de diciembre de 1483.
De las siete hijas e hijos que tuvo el médico judío Pedro Sánchez de Bilbao, hemos conocido las trágicas vidas de tres de ellos, a las que tenemos que sumar también la condena post mortem que sufrió él mismo. Las envidias, el fanatismo religioso, el poder y el dinero se dieron cita para marcar a sangre y fuego a este linaje que legó a la ciudad una de sus mayores joyas: la Casa del Cordón.