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HISTORIA DE ALAVA

Morir en la Vitoria del siglo XIX

Isabel Mellén nos traslada a la ermita de Santa Isabel, a las afueras de la ciudad de Vitoria. Es 18 de marzo de 1808. Se va a inaugurar el cementerio de Santa Isabel

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En un inicio, los cristianos que morían querían enterrarse cerca del lugar de descanso eterno de personas consideras santas, así que lo hacían ad sanctos, cerca de los santos. De este modo, se generalizó la costumbre de enterrarse alrededor de las iglesias, que albergaban las reliquias de este tipo de personajes, pero no dentro, espacio reservado únicamente a las personas que se habían ganado ese derecho por tener halo de santidad. Pero el dinero todo lo corrompe y ya vemos cómo hacia mediados y finales de la Edad Media el interior de las iglesias comienza a ser un espacio de privilegio donde las élites sociales construyen sus sepulcros, sus capillas funerarias y sus losas sepulcrales a cambio de cuantiosas sumas de dinero.

Esta tradición se prolonga en los siglos siguientes, aunque a partir del siglo XVIII se va democratizando, ya que poco a poco se permite que todo el mundo tenga su tumba en el interior. A esta época pertenecen los encajonados, tumbas subterráneas que recorren todo el suelo de la iglesia y que se venden a las familias como lugar de enterramiento colectivo. A día de hoy, sobre todo en las zonas rurales, es muy frecuente ver estos encajonados todavía en el suelo de la iglesia, que se configuran así como un auténtico cementerio.

A pesar de las resistencias iniciales, en Álava, como en el resto del reino, no quedó otro remedio que terminar acatando la ley, aunque costó encontrar una ubicación para el nuevo cementerio. Como ya hemos visto, finalmente el lugar escogido fue la antigua ermita de Santa Isabel. Esta situación geográfica, alejada de los límites de la ciudad de Vitoria a inicios del siglo XIX, generó un cambio de costumbres al que las vitorianas y vitorianos tuvieron que ir paulatinamente adaptándose.

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