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Opinión

La Columna de José Félix Azurmendi (01.03.2014)

José Félix Azurmendi analiza la actualidad de Euskal Herria en su crónica semanal en "Alguien te está escuchando".

Yolanda, “Esto no puede ser no más que una canción; quisiera fuera una canción de amor, romántica, sin reparar en formas tales que pongan freno a lo que siento ahora a raudales. Te amo, te amo, eternamente, te amo”. Si decimos hoy Yolanda no pensamos en la que a Pablo Milanés le desnudaba con siete razones, en la que le colmaba de amores eternos. Yolanda es hoy, para todos, la presidenta, la brava navarra nacida en Burgos, criada en Portu y realizada en Pamplona.

Yolanda no se arredra. Yolanda da la cara. Yolanda no dimite y le pasa la patata caliente a un señor que vive en Madrid y dirige –es un decir- un partido que no es el suyo pero que puede ser, si conviene, amigo ocasional.

Yolanda dice que Pérez Rubalcaba y Elena Valenciano son inteligentes y no permitirán a los socialistas navarros presentar una moción de censura apoyada por los proetarras. Yolanda dice que no dimite, porque se ha demostrado que no ha existido corrupción y ha utilizado como argumento mayor que así lo ha confesado el proetarra Patxi Zabaleta. Zabaleta ha dicho más cosas, pero ésas no vienen al caso. Por una buena causa, la suya, no importa apoyarse en el proetarra.

Yolanda, Yolanda, eternamente, Yolanda.

Pablo Milanés escribió Yolanda en 1970, y en 1970 recordó en carta a un amigo del exilio Manuel Irujo, alarmado por la evolución democrática de José María de Areilza, el ominoso discurso que el primer alcalde de Bilbao nombrado por Franco había pronunciado el 8 de julio de 1937, “al siguiente de San Fermín”, precisaba don Manuel. Pedía en ese discurso Areilza la aplicación pura y dura de las leyes de la guerra a los vascos vencidos, a los vascos separatistas y socialistas.

Andaba por esos años en París el actual alcalde de Bilbao. Pudo muy bien habérselo oído, puesto que tenían el ex ministro navarro y aquel joven Azkuna buenas y comunes amistades.

La actitud de éste en relación a los retratos de los alcaldes de la Villa ha facilitado que muchos hayan tenido primera noticia de aquel ominoso discurso, hayan tenido ocasión de saber que otros alcaldes de Bilbao, como Oriol y Pilar Careaga, fueron los más fachas entre los fachas del franquismo.

Para explicar la actitud de Iñaki Azkuna, buen conocedor de la historia, no se me ocurre otra explicación que la de hacer un guiño amable a buena parte de sus votantes, encantados con esa transición amable de la memoria. Luego, herederos de aquellos que sufrieron la aplicación de las leyes de la guerra, han tratado de corregir al alcalde, pero salvándole la cara, sin ceder del todo ante quienes lo habían denunciado.

¿A qué vino la Comisión Internacional de Verificación? Como dice su propio nombre, a verificar; a certificar y publicitar que ETA se reafirmaba en su decisión de abandonar la estrategia armada, mediante el gesto simbólico de inutilizar unas armas. Nada más y nada menos. Los miembros de la Comisión, por más que algunos se empeñen en lo contrario, no son unos pardillos que se dejen engatusar por las malas artes de ETA. Son gente experimentada, además de bien intencionada.

¿Por qué se han enfadado tanto algunos con su visita? Un pacifista vasco reconocía el otro día que en general los abertzales se habían alegrado con ella y los más beligerantes de los que no lo son se habían indignado. Los abertzales quieren que todo esto se arregle cuanto antes y con bien, sin retaliaciones, sin cebarse en los presos y sus familias. Los indignados dicen que se tiene que acabar con memoria, justicia y reparación, como si esa hubiera sido la norma en el pasado, como si no todos fueran acreedores a la memoria justa y reparadora.

Otra cosa: Si es verdad que los servicios franceses detectaron a los protagonistas del acto de Toulouse, cosa probable, y que incluso seis guardias civiles monitorearon la operación, como dicen algunos confidenciales españoles, ¿por qué no los detuvieron con las armas en la masa, en lugar de citar luego a los verificadores a sus tribunales, a sus audiencias, a sus prefecturas?

La Administración española y buena parte de los creadores de opinión no dejan de poner trabas a la hoja de ruta, a la agenda que el autodenominado movimiento vasco de liberación ha diseñado. Les parece inaceptable que quienes fueron derrotados en su estrategia político-militar hayan sido capaces de pasarse a la política manteniendo al menos su cuota de representación.

Dijo Pérez Rubalcaba en una reciente campaña electoral en Donostia: les hemos quitado las armas, les quitaremos los votos. Tampoco en eso parece haber acertado.

A la Administración española le sienta mal la internacionalización del conflicto, porque se empeña en convencer de que aquí no hay conflicto. Que lo único que hay es una organización terrorista, que se ha visto obligada a rendirse.

Le molesta que gentes extrañas se inmiscuyan en sus asuntos internos, les molesta que tribunales ajenos juzguen sus actos e incluso los condenen, les molesta que buena parte de las agencias de prensa sigan hablando de ETA como organización separatista vasca.

Acaba de decir Obama que los pueblos tienen derecho a elegir su futuro. Se refiere, naturalmente, a Ucrania, a Crimea.

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