Opinión
La Columna de José Félix Azurmendi (24.01.2015)
Kaixo en el Air Force One, y no es la primera vez que los presidentes norteamericanos contactan con vascos. El Papa sigue dando que hablar
Kaixo en el Air Force One
Algo debía saber Obama de los vascos cuando dijo que el alcalde de Boise, nieto de un artzain de Larrabetzu, había viajado con él en Air Force One y no había roto nada. Guste o no aceptarlo, hay que reconocer que el ruido de ETA puso a los vascos en el mundo, mucho más que el holocausto de Gernika o sus emigrantes y exiliados, y que vasco y ruido están definitivamente asociados. David Bieter, el alcalde, es descendiente de vasco y de otros ancestros, pero él, como otros cincuenta mil ciudadanos norteamericanos, ha optado por subrayar y elegir su vasqueidad cada vez que se realiza el censo oficial y se les pregunta acerca de ello.
David le ha hablado a Obama de los vascos en América y de los vascos en Euskal Herria, y le ha propuesto conocerlos sobre el terreno, oir su lengua, conocer su historia y geografía, para entender por qué una comunidad tan pequeña y pacífica se resiste a ser asimilada por sus poderosos vecinos. No vendrá el presidente a Larrabetzu, como tampoco el Papa, mientras lo sean, pero quién sabe si luego, con el Gugem y Loiola de anzuelo, terminan trayéndolos. De momento, Obama ya ha aprendido que Kaixo es un saludo.
No es la primera vez que los presidentes norteamericanos contactan con vascos
El presidente Rooselvet no llegó a recibir a José Antonio Aguirre pero lo hicieron hombres de su entera confianza. El vascofilipino Manuel de Ynchausti, los Sota, tío y sobrino, y el lendakari Aguirre hicieron posible en aquellos primeros cuarenta del siglo pasado que un pequeño coro vasco cantara villancicos en la Casa Blanca. Hubo que esperar muchos años para que otro presidente norteamericano tuviera un gesto con un alto representante vasco. Lo hizo Reagan, que recibió a Ardanza y se fotografiaron a caballo, dando por supuesto que alguien de la raza de aquellos pastores de Nevada e Idaho se sentiría cómodo en esa silla. No era el caso con el elorriano Ardanza, pero Reagan no tenía por qué saberlo.
Al presidente llegó el lehendakari Ardanza a través de su asesor Paul Laxalt, un descendiente de vasco continental, en los mismos días en los que el futuro presidente Aznar, otro con ancestro vasco, esperaba infructuosamente una cita en la Casa Blanca. Paul era hermano de Robert Laxalt, uno de los escasos escritores de origen vasco de cierto nivel que se conozcan en Estados Unidos, que escribió de los vascos y su sueño de la tierra prometida. De todas maneras, el más vasco de todos los norteamericanos fue Peter Cenarrusa, un muy relevante político republicano de primera generación, que conoció muy de cerca a los Bush.
El Papa sigue dando que hablar
Dije la semana pasada que al Papa Francisco le había salido el argentino cuando empleó la metáfora de la mamá para defender el legítimo derecho de respuesta a puñetazos. Un argentino amigo, especialmente afectado estos días por al asesinato del fiscal Nisman, me ha corregido: al Papa, dice él, le salió el peronista que lleva dentro. Mi amigo, radicalmente antiperonista, me asegura que lo es desde su época de director de colegio de jesuitas, y que nunca ha dejado de fomentar asociaciones que visitaran las villas miseria y aplicaran la lógica peronista. Ante mi asombro, ha dicho que, como bien decía Juan Domingo, “aquí, en Argentina, todos somos peronistas”, de extrema derecha, de centro derecha, de extrema izquierda, de centro izquierda…, que da para todo.
El Papa Francisco sería un peronista de centro derecha y así se entendería lo que acaba de decir sobre parir hijos como conejos. Se ha recordado que lo ha soltado en el avión, que, como se sabe, agudiza todas las pulsiones, pero no se ha subrayado que lo hacía tras visitar Filipinas, el enclave católico más numeroso de Asia, uno de los lugares de crecimiento poblacional más acelerado e irracional del mundo.
Filipinas, por cierto, es también el país del mundo con más rastros vascos. Pero de eso, y del PP y de Barcenas y de Grecia, hablaremos otro día.