Sabatina
La columna de José Félix Azurmendi (19/11/2016)
Reflexiones sobre el escándalo de Altsasu, los problemas de Donostia Capital Cultural Europea 2016 y el papel de los sindicatos en la sociedad actual
Tx. Ha sido ésta una semana de reuniones y cónclaves preparatorios
JFA. Debería estar hablando hoy de política, de gobiernos, de nombramientos y acuerdos. Debería poner el acento hoy en que se van dando los pasos para un nuevo tiempo político y social más prometedor que el anterior. Un tiempo de normalización creciente en orden a una mejor convivencia y un mejor futuro para todos. Pero no, no hay más remedio que poner el acento en asuntos que en cualquier democracia normalizada resultarían inimaginables. Me refiero, para empezar, al escándalo de Altsasu.
Decía la madre de uno de los guardias civiles golpeado en esta localidad dos días después de la agresión que su hijo estaba encantado en el pueblo, que iba a seguir en él, que lo seguiría sirviendo como hasta entonces. Desde que ETA anunció el abandono definitivo de las armas, los guardias civiles y sus familias han ido saliendo de sus reductos, han empezado a frecuentar bares, plazas y parques con sus hijos, sin uniformes ni pistolas naturalmente. La disparatada y cruel reacción judicial a la bronca de Altsasu ha llevado dolor e indignación a muchas familias, y flaco favor ha hecho de paso a la inserción social de los agentes, a la normalización de sus vidas, no solo en este pequeño pueblo de Nafarroa. El asunto es lo suficientemente grave como para exigir de los representantes de esta sociedad actitudes firmes, más firmes que las que se han observado en algunos de ellos, lejos de equidistancias y equilibrios. Es lo suficientemente grave como para dejar la política, los gobiernos, los nombramientos y acuerdos para la semana que viene.
Tx. Esto para empezar, ¿y para seguir?
JFA. No le han faltado problemas desde sus inicios al proyecto Donostia Capital Cultural Europea 2016. Las preparaciones se toparon con la desconfianza que provocaba en algunos la titularidad de la ciudad en manos de EH Bildu. Dimitió la primera persona elegida para dirigirlo, se le sustituyó por otra que mantuvo junto a él a quien podía compensar su desconocimiento de la lengua que estaba entre los aportes más genuinos de la candidatura; se produjo el relevo en el ayuntamiento de la ciudad, se levantaron vetos, llegaron los recursos retenidos; se planificó una costosa inauguración que, a fuer de rompedora, desconcertó y desencantó a todo el mundo; no se quiso hacer sangre a pesar de su coste, se renovó la confianza a la directiva, y arrancaron los festejos y los actos que iban a poner a Donostia en Europa, aunque a la ciudad ya la conocían en Europa por los que viene celebrando desde hace años.
Cuando el año está en la recta final, no es fácil hacer un recuento recordatorio de lo nuevo; cuando el 2016 está en puertas de extinguirse, un escándalo ha recordado a la ciudadanía que los rectores y patronos del proyecto están ahí: una exposición que hubiera pasado como otras cuasi inadvertida ha saltado a las portadas de los medios de comunicación y la opinión pública, cuando las autoridades han decidido vetar la muestra de uno cuadros porque la biografía de sus autores podía resultar ofensiva para víctimas de terrorismo. La máxima autoridad del territorio lo ha avalado y lo ha razonado diciendo que la libertad de expresión tiene sus límites. Era lo peor que le podía pasar a un proyecto cultural que tenía en el de la convivencia uno de sus objetivos más destacados. No parece temerario adelantar ya que la capitalidad no ha satisfecho las expectativas creadas.
Tx. ¿Qué más has seleccionado para este peculiar enfoque de la semana?
JFA. En una entrevista con Bill Maher, ese cómico lúcido y ácido tan serio, se lamentaba el presidente Obama de que los sindicatos de su país no fueran más fuertes y establecer así el necesario equilibrio entre fuerzas y poderes que le hubiera permitido aprobar proyectos que tenía y debieron quedarse en eso. Unos días antes, el diputado general de Bizkaia había emplazado a ELA, la fuerza sindical más importante de nuestro país, a constituirse en partido y presentarse a las elecciones si quería seguir interviniendo como lo hace en asuntos que competen a su juicio a los representantes políticos elegidos para ello. Me parece a mí que a la sociedad la interesa lo que la dirección de ELA piensa del TAV, por ejemplo, del modelo de sociedad, del comportamiento de partidos y agentes sociales. Se trata de una fuerza independiente y libre que puede contribuir a la pluralidad de opiniones. Se puede estar de acuerdo o en contra de sus análisis, pero ¿por qué invitarle a que se limite a sus asuntos? ¿Por qué no dejar que sea la sociedad la que lo determine? A Obama no le hubiera parecido mal.
Y ya hablaremos el próximo sábado del Gobierno…