Opinión
La columna de José Félix Azurmendi (03/02/2018)
Reflexiones sobre los acontecimintos de la semana: la anulación de la jornada semanal de 35 horas de los funcionarios vascos; acercamiento de presos y la crisis catalana
Tx. Una semana fría esta, pero solo en lo climatológico
JFA. Ya me referiré luego a la crisis española que Catalunya ha puesto en evidencia, pero antes quiero tomar nota de esas tres visitas que representantes de tres asociaciones de familiares y allegados de víctimas de ETA han hecho al Ministerio de la Justicia en París. Contra toda lógica, da la impresión de que temieran estos que a los etarras se les fueran a conceder beneficios penitenciarios que no les corresponden. Esa es la impresión, pero la realidad, o la explicación al menos, es otra a mi juicio, y tiene que ver una vez más con el relato y con el temor de que el trato a los etarras pueda abonar la idea de que había tras ellos motivaciones políticas respetables. Ya no matan, pero ahí están, queriendo romper España, decía el otro día en la emisora de Federico Jiménez Losantos Isabel San Sebastián. Decía otro día Consuelo Ordóñez que nunca una victoria vendida como rotunda ha resultado tan poco visible, “y si me apuran –decía- tan amarga”. Me parecen testimonios bastantes para afirmar que hay sectores de la derecha española decepcionados porque la derrota de ETA no haya sido acompañada, a su juicio, de la derrota de sus propuestas políticas.
Tx. El debate sobre autogobierno se ha visto alterado por una sentencia del Supremo
JFA. La confirmación del Tribunal Supremo de la anulación del Superior de Justicia del País Vasco de la jornada de 35 horas semanales para los funcionarios de esta comunidad ha caído como una bomba en pleno debate sobre la ponencia de autogobierno en la que trabaja el Parlamento Vasco. A las dificultades para un acuerdo entre todos o casi todos, como pretende el lehendakari, se añade ahora un asunto muy sensible para decenas de miles de trabajadores de la cosa pública y pone en evidencia que el derecho a decidir afecta y se manifiesta en todos los órdenes de la vida. Se trata el anulado de un trabajado y trabajoso acuerdo entre Administración y representación sindical que parecía contar con el apoyo de todos los grupos en el Parlamento Vasco, que coloca en una posición muy incómoda a la representación del Partido Popular del País Vasco. Se trata de un acuerdo transversal, como se pretende para la nueva ponencia de autogobierno, cuenta con una cuasi unanimidad, nada tiene que ver con lo identitario, pero el Estado impone su ley a través de sus instrumentos, haciendo una interpretación restrictiva del autogobierno y del Estatuto. Puede parecer muy inoportuno, o todo lo contrario, en la medida en que contribuye a situar la reflexión sobre autogobierno en su verdadera esencia.
Por esto y por mil razones más que tienen que ver con el comportamiento del Estado en la crisis catalana y con los escándalos por corrupción del partido de Gobierno central, debe ser consciente ya el Partido Popular de que es muy poco probable que el PNV termine apoyando con sus votos los nuevos Presupuestos generales.
Tx. ¿Qué hay de nuevo finalmente en la crisis de Catalunya?
JFA. Hace ocho días decía que se podían esperar para esta semana que concluye acontecimientos aclaratorios en la crisis catalana, que es también de España, pero evidentemente me equivoqué. El dirigente socialista Miquel Iceta ha resumido la cuestión diciendo que a los independentistas solo les queda ya acatar la realidad, que llama él Estado de Derecho, o la insurrección. Quedaría tal vez otra opción si el proceso estuviera lo suficientemente maduro como para asumir, si no provocar, una insumisión que solo la CUP podría hoy por hoy animar. A estas alturas parece evidente, y no solo porque haya montado casa en Waterloo, que Puigdemont no se va a dejar detener por la policía española, lo que es más que razonable, visto el comportamiento del juez que lleva el caso con los que ya están presos, vistos los anuncios del ministro de Justicia sobre lo que les espera a los ya procesados y a los que lo serán entre tanto. El Estado, con el entusiasta apoyo de casi todos los medios de comunicación y sus falanges de comentaristas, se han empeñado esta semana en airear y ahondar las diferencias estratégicas y personales entre independentistas.
La caza mayor está concentrada en el presidente Puigdemont, que es lo mismo que reconocer que es su persona y lo que representa lo que más molesta. En esta cacería, se cometen también torpezas como la del Gobierno cuando aparece aconsejando qué es lo mejor hasta para los independentistas. El proceso sigue, la incertidumbre, también.