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Crónica de Euskal Herria

Crónica de Euskal Herria 21-3

José Félix Azurmendi analiza la actualidad en su crónica de Euskal Herria

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Sabatina del 21 de marzo de 2020

Radio Vitoria – José Félix Azurmendi

 

Tx. El coronavirus lo engulle todo

JFA. Estamos inmersos, Txerra, en una terrible vorágine que nos mantiene desconcertados y ha venido para cuestionarlo todo y todo cambiarlo. Nadie sabe cómo saldremos de esta ni que resultará de ella después, pero todos sabemos ya que el futuro será distinto y distintas serán las maneras como analizaremos las cosas y planificaremos el porvenir a partir de una pandemia que ha llegado para ponerlo todo en cuestión. Esto es peor que una guerra, que unas inundaciones brutales, que un incendio. Solo los terremotos se le parecen en la medida en que cuando todo se mueve bajo tus pies y cae todo sobre tu cabeza no tienes a dónde ir ni siquiera intentar ir, y te quedas paralizado. Los que hemos vivido terremotos nunca olvidaremos esa sensación de no poder ni siquiera intentar huir. Salvando las distancias y sus magnitudes, con esta pandemia sucede algo parecido, mientras nos aferramos a la esperanza de que alguien sepa lo que hay que hacer, sea chino, coreano o alemán, porque lo que no se debió hacer todos lo tenemos claro. Dicen que la pandemia no tiene ideología, pero su interpretación y explicación, ¡vaya que la tiene!

No es este tiempo de reproches, ni de polémicas, es en efecto tiempo de unidad, cuanto más  internacional mejor, pero no me quito de la cabeza la respuesta de la consejera Murga cuando en una de sus comparecencias del jueves último dijo que a partir del estado de alarma no era el Gobierno Vasco el que administraba la gestión de los materiales necesarios para proteger a los que protegen la salud de todos; cuando dijo que era el Gobierno central el que debía rendir cuentas sobre unas carencias que, a su decir, no se produjeron mientras dependía del Gobierno Vasco. Dijo también que fue esto así incluso después de un reparto de sus existencias en otras comunidades. El ministro de Sanidad Salvador Illa, al que cada día se ve más demacrado, advertido seguramente de las palabras de la consejera Miren Nekane Murga, explicó de inmediato que las relaciones con todos los responsables de las comunidades autonómicas son excelentes y que tienen estas libertad para comprar directamente batas, mascarillas, gafas y demás. No me atrevo ni a sugerir, como sí han hecho algunos en Catalunya, que el Gobierno central está haciendo un reparto discriminatorio de los materiales, pero sí me atrevo a sostener que la eficacia de la gestión se asegura mejor si se deja en manos de responsables reconocibles y próximos. Y esto vale para escenarios normales, y muy especialmente para los dramáticamente excepcionales.

Tx. ¡Algo podremos aprender de este desastre!

JFA. Hasta hace poco, cuando cada muerto era noticia y se subrayaba que se trataba de una persona de edad avanzada y patologías previas, se la definía como fallecida con coronavirus, no por coronavirus, que es algo más que un matiz, lo que seguramente se hacía para frenar una alarma que hoy es ya irrefrenable. El coronavirus mata, y mata antes a los más débiles, pero puede matar a jóvenes y sanitarios sin patologías previas, como ha quedado ya tristemente demostrado. Serán muchas las lecciones que se podrán extraer cuando la pandemia se haya, más que vencido, controlado, y no serán las de menor interés las que se relacionan con la información, con la manera de trasmitirla, con el papel de los medios de comunicación y sus profesionales.

Cada vez de manera más generalizada, son muchos los que acceden a la prensa escrita a través de internet, hasta donde las empresas lo permiten y con la esperanza de que en un futuro próximo el lector se acostumbre a pagar por leer. Me ha llamado la atención que los diarios en papel con versiones digitalizadas no hayan aprovechado la ocasión, tremenda ocasión, para levantar el “solo para abonados” y permitir mientras dure el estado de excepción que todos sus contenidos estén abiertos gratuitamente. Empresas de otros ramos han sabido ver en la ocasión una oportunidad para presentarlo como servicio público y contribución a soportar mejor la crisis, pero los diarios, auténticos artículos de primera necesidad hoy, no, de momento. También me ha llamado la atención que se hayan mantenido algunas campañas de publicidad, especialmente en los medios audiovisuales, que resultan en estas circunstancias provocadores, cuando no insultantes, como si no se dieran por enterados de lo que sucedía.

Tx. La pandemia ha desterrado informativamente cualquier otro asunto

JFA. Y la Casa Real lo ha querido aprovechar para minimizar los efectos destructivos para la Corona a causa de lo que se iba haciendo público sobre la reprobable conducta del Emérito, aunque su acierto no esté a la postre asegurado, porque el pueblo llano está especialmente cabreado. Tras la nota que firmó Felipe VI para anunciar la renuncia imposible a unos derechos hereditarios y que a papá le dejaba sin paga, se ha podido asistir a la mayor desvergüenza interpretativa incluso en medios de comunicación de los que no cabía esperar la menor crítica al Rey de España pero sí algún atisbo de sentido del ridículo. La única explicación cabal para entender algunos juicios elogiosos a quien acaba de aprovechar el momento más dramática del pueblo para sacar ventaja es que sienten que la nave que comparten zozobra y que sus intereses comunes peligran. Subió a la televisión Felipe VI a leer un discurso sonso y pedir a sus súbditos unidad y confianza, y a nadie decepcionó, porque nadie esperaba otra cosa de él, y menos entre nosotros.

Bien está que el alcalde Urtaran se disponga a retirar el nombre Juan Carlos I de España de una de las avenidas de la ciudad. Y bien estaría que nos recordara quién propuso y dispuso que tamaño personaje fuera elegido para tal ejemplarizante honor.

Y, mientras tanto, sin noticia ni noticias de Joaquín y Alberto.

 

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