CRÓNICA DE EUSKAL HERRIA
Crónica de Euskal Herria, 12 de septiembre de 2020
José Félix Azurmendi analiza la actualidad de la semana en su Crónica de Euskal Herria.
Your browser doesn’t support HTML5 audio
Fue a mediados de marzo cuando supimos todos que estábamos en pandemia pero fue más tarde cuando, casi todos, tomamos conciencia de su gravedad. Quisimos creer que con el calor del verano nos iría mejor y que solo en otoño deberíamos preocuparnos, pero el cálculo no fue acertado. El coronavirus está golpeando con especial virulencia en los territorios vascos, y no sabemos realmente por qué. Las explicaciones que se van dando no son suficientes. Mientras no tomemos conciencia, todos, de que solo el cumplimiento estricto de las medidas cautelares puede minimizar sus efectos, seguiremos preguntándonos por qué aquí, entre nosotros, con una sanidad por encima de otras, con una pobreza por debajo de otras y una climatología amable seguimos estando entre los más infectados de Europa.
En este momento, con el inicio del curso escolar, las miradas están puestas muy especialmente en las guarderías y los centros de enseñanza, sin olvidar a las residencias de ancianos que tan maltratadas resultaron en la primera etapa de la crisis. El test de la Enseñanza es especialmente sensible y se va a seguir por todos con singular atención. De entrada, ya hay una huelga convocada por sus trabajadores exigiendo unas medidas y unos medios que fueron prometidos pero no han llegado. Tampoco las medidas y los medios que se anunciaron en Salud, dando prioridad a una Sanidad Primaria muy afectada y muy implicada, se han materializado y ya se contemplan también en ella movilizaciones y paros.
Cuando nos despedimos a finales de junio pensábamos que la pandemia nos daría un respiro, que es lo que aconsejaba a decir del lehendakari no dejar la campaña electoral para más adelante; estaba muy presente en ese momento en la sociedad y los medios de comunicación el drama y el escándalo del vertedero de Zaldibar: han tenido lugar las elecciones, se ha constituido el Parlamento vasco, se ha elegido lehendakari, ha formado este su gobierno, pero solo los restos de uno de los dos sepultados en el vertedero ha podido ser recuperado.
Los resultados electorales no sorprendieron a nadie, confirmaron las previsiones de los sondeos como pocas veces antes. Que el PNV y el PSE-EE-PSOE obtuvieran los escaños suficientes para una mayoría absoluta ha difuminado el excelente resultado de EH Bildu, que fue la única fuerza que obtuvo más votos que en la consulta anterior. El portavoz socialista en el Parlamento se jactaba recientemente de que ellos, con menos apoyo, rentabilizaban mucho mejor sus votos, pero no faltan en su partido, con Odón Elorza y Jesús Eguiguren, quienes sientan como abrazo del oso el que los jeltzales les regalan y les está conduciendo a la insignificancia.
Defendía recientemente el presidente del EBB del PNV la sorprendente tesis de que la mayoría absoluta de este Gobierno era buena hasta para la oposición. Decía también que era un buen momento para, con la colaboración de los nacionalistas catalanes, plantear un modelo de Estado en el que todo el mundo se sienta cómodo. Defendía su portavoz en el Parlamento de Gasteiz que ciertos acuerdos, que a muchos les parecerían lógicos, no eran posibles mientras la izquierda abertzale no se deshiciera de la mochila que todavía conserva del pasado. A los aludidos les resultó muy fácil responderle con el recuerdo de la mochila con la que cargan sus socios del PSOE.
Lo que mayoría de la sociedad debe estar pensando es que no es momento este para servirse de reproches del pasado para disculpar incompetencias del presente. Lo que la mayoría va a exigir al nuevo Gobierno, y también al principal partido de la oposición, es que se dediquen a gobernar y legislar y administrar en beneficio de todos. Que haga lo que le toca el Ejecutivo, que haga valer su control el otro. Y que los socialistas, en la comunidad autónoma y en la foral, hagan valer su afinidad y cercanía con el Gobierno central. La coyuntura es lo suficientemente grave como para que nadie desvíe la atención con jueguecitos y politiquerías. Y tal vez así se deba entender esa afirmación de Ortuzar de que la mayoría absoluta es buena para todos.
Una noticia de ayer mismo: la Audiencia Nacional española ha condenado al ex coronel y ex viceministro de El Salvador Inocente Orlando Montano a la pena de 133 años y tres meses de cárcel como responsable de ocho asesinatos, el más recordado el del jesuita portugalujo Ignacio Ellacuría, que tuvieron lugar en noviembre de 1989. La sentencia se conoce cuando una jueza argentina ha tomado por fin declaración a Martín Villa, ministro del Interior y responsable por tanto de la masacre de Vitoria, del apaleamiento policial en la Plaza de Toros de Pamplona en el que perdió la vida Germán Rodríguez, y de otras actuaciones criminales de las fuerzas a sus órdenes por las que nunca rindió cuentas.
La ocasión hubiera sido propicia para explicar a las generaciones más jóvenes qué fue aquello de la Teología de la Liberación, qué lo del diálogo entre cristianos y marxistas; cuál fue el papel jugado por los Estados Unidos de América para combatirlos, y cómo se explica que aquella lucha de liberación en la que Ellacuría estaba implicado y por lo que le mataron, fue vista con tanta ilusión y condujo al compromiso militante a cientos, si no miles, de jóvenes vascos de ambos sexos. Hubiera podido servir también para buscar la explicación de que todo aquello, en El Salvador, y en Guatemala y en Nicaragua, terminara tan mal. Hubiera sido un buen momento, una excelente ocasión, perdida seguramente. Hubiera servido para recrear un contexto en el que violencias más próximas estaban presentes también entre nosotros con toda su crudeza.