"¿Qué pasará cuando ya no me parezca a mí misma?"

A veces, cuando me miro en el espejo, me doy cuenta de cómo se desdibuja el rostro.

Día a día, sin vuelta atrás.

Quizás sea porque el espejo es antiguo, regalo de amama, y posee ya ese  óxido característico de otras épocas, muchos usos y varias vidas reflejadas…

O quizás sean las vidas capturadas que transcurren al otro lado del espejo, aún en movimiento, y que a este lado de la realidad producen esa sensación inquietante de móvil deformidad según la óptica de la mirada…

Puede que, simplemente, me haya pasado la vida frente a los espejos de Valle Inclán en su Callejón del Gato…

O que la pura necesidad de vivir en una constante feria de los sentidos, acreciente el deseo de ser Alicia en el País de las Maravillas…

Sea como fuere… las líneas que yo creía que me definían, aparecen borrosas, diferentes, desconocidas… Y  cuesta…

Cuesta asumir que mi propia selfie generará la veracidad y el permiso para operar sobre mi cuenta bancaria desde cualquier rincón del mundo.

Cuesta asumir que se lancen selfies a la nube a cada instante de la vida de tantas y tantas personas, sean o no interesantes los instantes…

O que éste reconocimiento facial abrirá las puerta de mi casa domótica y encenderá  o apagará luces y calefacción.

Estoy tratando de explicárselo a mi abuela, que nunca cerró la puerta con llave,  y que lo vive como esas películas de ciencia ficción…

Hoy he visto en las noticias las imágenes de un gigante arsenal de armas listas para su uso. El uso de matar.

Armas que estarán empuñadas por seres sin rostro…

Siento cómo se me ha escapado para siempre otra chispa de ilusión en la mirada.

Y me pregunto, ¿qué pasará cuando ya no me parezca a mí misma?