ESCRITO EN EL AIRE
'No nos lo podemos permitir'
Patricia Escudero reflexiona sobre el papel adoptado por algunas mujeres que, para eludir su responsabilidad delictiva, han optado por hacerse las tontas.
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Pasar por tonta ha sido una de las estrategias más utilizada por las mujeres a lo largo de la historia. Una forma de encubrir el talento, que las afortunadas podían exhibir en privado pero del que no podían hacer gala en público. Cuesta imaginar la rabia y la frustración de una inteligencia sometida y obligada a no brillar. Innumerables ejemplos de mujeres que para poder desarrollar sus actividades tuvieron que utilizar seudónimos, vestir de hombres o dejar que ellos se apropiaran de sus logros. Siglos respondiendo a un estereotipo que hacía de ellas personas inferiores a las que la humildad y la modestia debían acompañar. Un largo y doloroso camino hasta llegar aquí, una época en la que al menos, en esta parte del mundo, la igualdad es un derecho. Y aunque la realidad ponga continuamente en evidencia que entre la teoría y la práctica hay todavía un abismo, el punto en el que nos encontramos permite pensar que ya falta menos. Sin embargo, han quedado en el imaginario colectivo, clichés de los que cuesta deshacerse. Noticias recurrentes sobre una corrupción endémica en el panorama político actual, ponen de manifiesto comportamientos reproblables e inaceptables abusos, perpetrados por personas que se han apropiado de lo ajeno con una total falta de escrúpulos y que afortunadamente tienen que vérselas con la ley. Hombres y mujeres, que buscan denodadamente la forma de eludir sus responsabilidades o por lo menos minimizarlas. Hombres y mujeres, que, sin embargo, han optado por argucias legales claramente distintas. De alguna manera las personas encargadas de su defensa, han encontrado que para las mujeres, en su calidad de parejas o exparejas de imputados, existe la posibilidad convincente de convertir la estulticia en un eximente o al menos en un atenuante. En definitiva, que se hagan pasar por tontas. Más difícil resultaría aceptar el supuesto contrario, mujer imputada y pareja o expareja hombre, asumiendo que no se entera de nada, que el Maserati es de su esposa, que él sólo dispone de un cochecillo de segunda mano que utiliza para ir a la compra y dejar a la prole en el colegio, que las cuentas las lleva ella y que él no entra en cuestiones que vayan más allá de lo doméstico. Lamentablemente seguro que seguirán aflorando más casos de corrupción, pero no perdamos de vista que estamos ante personas privilegiadas, con vidas que en lo material han discurrido plácidamente, con acceso a la educación superior y que en muchos casos ocupan cargos públicos, personas que no sólo no son tontas sino que van de listas y cuyo comportamiento tiene una gran trascendencia social. Y por si de nuevo vemos en el banquillo a una persona mujer imputada o pareja o expareja de imputado, sería de agradecer que no se hicieran las tontas. Porque señoras, aunque ustedes salgan airosas del trance, perjudican al conjunto y no nos lo podemos permitir.