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ESCRITO EN EL AIRE

"La indumentaria ha sido una muestra de las diferencias sociales"

Patricia Escudero reflexiona sobre la indumentaria en la política, y cómo ésta ha estado historicamente ligada a las clases sociales.

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Sin calzones”, así eran conocidos los miembros de uno de los principales grupos de la Revolución Francesa, a los que se podía identificar fácilmente por su indumentaria, unos holgados pantalones tobilleros de telas burdas y baratas, muy cómodos y  adecuados para trabajar. Ropa que evidenciaba el humilde origen de sus portadores, humillados y despreciados por la nobleza y la burguesía adinerada que hacían de sus “calzones” un signo de evidente distinción. La indumentaria no era un asunto menor, era una prueba  palpable de las diferencias sociales que la revolución quería erradicar. Y los “sin calzones” tuvieron la revancha, además de marcar  tendencia con un fondo de armario  que incluía pantalones de paño a rayas,  casaca suelta y el libertario gorro  frigio. Para el decoro de la época  una provocación.  Hubo que esperar  más de un siglo hasta que los ingleses pusieran de moda,  junto a ese pantalón una chaqueta,  configurando así  un traje que llegaba para quedarse.  Ropa de faena  utilizada    por la clase obrera y campesina y el premeditado y “vulgar” atuendo elegido por el fundador del Partido Laborista Británico en su primea aparición parlamentaria. Otro  escándalo y un nuevo  atentado al decoro que también   marcó tendencia. Es innegable que  todo cambio ideológico va unido a un cambio estético y, pese a que generalizar siempre esté mal, tampoco se puede negar que  el atuendo,  además de dar información sobre gustos o   personalidad  es  una eficaz herramienta de comunicación. Y  así, al traje también le llega    su hora cuando avanzado el siglo   XX,  los progresistas  marcando  distancias con los conservadores,  lo dejan de lado  a favor de  camisas sin corbata,   cazadoras,  y pantalones de pana que se convirtieron  en  todo un símbolo.   Diferencias visuales  que  con el tiempo  se han ido acortando bastante, dando     paso, en lo que a la  indumentaria “política” masculina,  se refiere,  a un “estilismo” uniforme,  plano y poco llamativo  adoptado  tanto por  unos como por otros. Una cuestión de protocolo,  más o menos aceptado, que ahora se las tiene que ver con la  irrupción en la escena política de  la controvertida camiseta. Hasta hace bien poco ropa   interior, que por su comodidad  resultó muy  adecuada para trabajar, compartiendo así  humilde origen con otras indumentarias que han hecho historia. La suya es   corta pero intensa,  una prenda que goza de una extraordinaria popularidad y que es   un magnífico escaparte  donde plasmar  de forma concisa y eficaz  todo tipo de mensajes. Camisetas cuyas frases, dibujos, o colores dan información sobre  las personas que con ellas se visten,   o  contribuyen sin más a crear una determinada  imagen. Una prenda, que en lo que al  ámbito político se refiere, rodea sus apariciones de encendidas polémicas en las que no falta el decoro como argumento. Nada nuevo, pero convendría  interiorizar, que el  decoro  indumentario  no es más que un convencionalismo  estético   que nada aporta si  no va  unido  a un intachable comportamiento  ético.

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