ESCRITO EN EL AIRE
'El capitalismo nació con un pecado original: la violencia estructural'
El escritor Juan Ibarrondo nos habla de dos inciendios ocurridos en Londres, el último hace una semana y otro sucedido en 1666.
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En 1666 se produjo el que sería quizá el más famoso incendio urbano de la historia.
Tuvo lugar en la ciudad de Londres, en un momento de grandes transformaciones políticas y económicas, que darían lugar -pasado el tiempo- al capitalismo tal y como lo conocemos.
Un incendio que dio lugar también a creencias apocalípticas sobre la cifra mágica de los tres seises.
Se dice, que la población culpó del incendio a los refugiados franceses y holandeses, a los que se persiguió con saña (lo mismo que pasó en el incendio de Roma con los cristianos) y no hay cifras de muertos o heridos, aunque lógicamente debieron de ser muy cuantiosas.
Lo que resulta indiscutible, es que el incendio afectó sobre todo a la zona donde vivían los sectores más pobres entre los londinenses, mientras que los distritos más acomodados se libraron del fuego. Además, también entonces, los vecinos afectados por el desastre se quejaron amargamente de la ineficacia de los bomberos a la hora de atajar las llamas.
Como era de esperar, el incendio dio lugar a una gigantesca operación de reconstrucción urbana, de la que se beneficiaron sobre todo los acaudalados rentistas y las grandes empresas inglesas de la época.
En 2017, parece que ha sido una actuación sobre el revestimiento exterior, por motivos estéticos, de una gran torre de viviendas sociales la causa de la propagación del incendio. Una intervención que podríamos denominar crematística a la luz de sus resultados.
Como hemos visto por TV, una enorme llamarada devoró en poco tiempo el edificio, en un incendio que como el de 1666 no ha afectado a sus vecinos acaudalados, y en el que tampoco los bomberos pudieron hacer nada por evita unas muertes sobre las que tampoco ahora disponemos de cifras, y según se dice puede que no las lleguemos a conocer.
El capitalismo nació con un pecado original, sobre las cenizas de los habitantes de Londres, y sobre los niños muertos de extenuación en las fábricas y las minas, dos siglos más tarde.
Un pecado que la teoría crítica con este sistema llamó violencia estructural, es decir una violencia, aparentemente ciega -y con seguridad evitable- que es consustancial al sistema de la “libertad de mercado” y la ganancia.
En momentos de crisis, esa violencia estructural de lugar a catástrofes como las de Londres, y también (como respuesta o consecuencia de la misma) a la aparición de otras violencias: con autores conocidos o anónimos, con causa o sin causa, y en muchos casos sin aparente explicación. Puede que las llamas de Londres nos iluminen para