Patrimonio
Urrialdo, el misterio de un despoblado a los pies de la Sierra de Arrato
Los compañeros de Álava Medieval nos descubren esta antigua entidad poblacional que desde 1935 está deshabitada y de la que solo quedan restos de su iglesia parroquial
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Otro de los lugares hoy en día arruinados que podemos ver en las fotografías tomadas por Federico Bariabar y Lorenzo Elorza es la iglesia parroquial del actual despoblado de Urrialdo, cercano al concejo de Mártioda, ne la zona rural de Vitoria-Gasteiz. De esta ermita dedicada en origen a Nuestra Señora de los Remedios se sabe que perteneció a los señores de Mártioda, que gobernaban su señorío desde la casa-torre que todavía permanece en pie en la localidad. Fue una templo gestionado directamente por la familia de los Hurtado de Mendoza.
Urrialdo cuenta con una curiosa leyenda recogida y dramatizada por Manuel Díaz de Arcaya en la que se alude a la presencia de un basilisco en una fuente de la localidad, capaz de matar con la sola mirada. Según cuenta esta historia, los campesinos idearon una forma de acabar con el monstruo y finalmente ubicaron su esqueleto en el altar mayor de la iglesia. Resulta muy llamativa una afirmación de Díaz de Arcaya que alega que en torno a la segunda mitad del siglo XIX allí se podía encontrar, efectivamente, el cadáver del monstruo. Desconocemos qué tipo de animal podía haber dado origen a la leyenda, pero es probable que en el interior de la iglesia se conservase un exvoto exótico, quizá un cocodrilo o un caimán disecado, como los que todavía se conservan en algunos templos por toda Europa, y que pudo servir de inspiración para la historia del basilisco.
En el momento en el que Baraibar y Elorza tomaron las fotografías de la iglesia todavía se encontraba en buen estado y era un pueblo que contaba, al menos, con un habitante: el ermitaño encargado del cuidado del templo y cuya casa se puede ver en la instantánea, adosada a la cabecera de la iglesia. El 29 de septiembre de 1935 esta vivienda sufrió un incendio, lo que motivó el abandono de la misma, el despoblamiento definitivo de Urrialdo y la progresiva ruina del templo parroquial, que puede evidenciarse a lo largo de todo el siglo XX.
Pero este abandono acarreó también alguna que otra sorpresa. El proceso de ruina del edificio reveló en 1936 unas pinturas murales góticas que describió Adrián de Aldecoa en la revista Vida Vasca en 1939 y que se corresponden con una cronología de principios del siglo XIV. Las continuas goteras y los problemas de humedad desvelaron varias bandas de imágenes de santos, santas y personajes religiosos sobre un fondo estrellado con una cenefa de leones y castillos, en clara alusión a la heráldica de la monarquía castellano-leonesa. Afortunadamente, Gerardo López de Guereñu pudo fotografiarlas antes de su desaparición, lo cual nos permite hacernos una idea del conjunto mural. En ese mismo artículo se describen también algunos canecillos, destacando especialmente uno con un rostro femenino y otro con forma de testa de animal que muerde con sus fauces un objeto redondeado. En la actualidad podemos ver canecillos muy similares a este último en la iglesia de Ondategi o en la ermita de Nuestra Señora de Ayala.
En 1975 se publica el IV tomo del Catálogo Monumental de la Diócesis de Vitoria, en el que aparece la ermita de Urrialdo. Para entonces, las pinturas se han borrado completamente debido a la ausencia de cubierta de la ermita y ya han desaparecido la mayor parte de los elementos de su interior, como el coro, la pila bautismal o el retablo mayor. Se salvaron dos tallas en madera de la Virgen con el Niño gracias a que las trasladaron a la iglesia de San Juan Evangelista de la vecina localidad de Mártioda. En las fotografías incluidas en el Catálogo Monumental se ve cómo la ventana absidial comienza a desintegrarse y también el inminente proceso de ruina que padece el templo.
En la actualidad, de la ermita quedan en pie los cuatro muros perimetrales, la portada románica, las columnas que sujetaban las bóvedas con sus capiteles y un par de canecillos en el alero que representan cabezas de animales. De las dos ventanas románicas que fueron fotografiadas por Baraibar y Elorza, por López de Guereñu, y por Micaela Portilla ya en proceso de destrucción, no queda absolutamente nada.