ÁLAVA MEDIEVAL
Alaitza, la iglesia con pinturas y una misteriosa ventana palaciega
Con Isabel Mellén, de Álava Medieval, nos acercamos al románico de nuestro territorio. Esta semana, hablamos de las curiosas pinturas rojizas que encontramos en el ábside de la Iglesia de Alaitza.
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Lo primero que sorprende al visitante al entrar en la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Alaiza son las impresionantes pinturas murales del ábside. Allí nos encontramos el mejor ejemplo a nivel europeo de la técnica de la pintura roja que conocemos hasta el momento y, como comentábamos la semana pasada, encontramos todo tipo de escenas de temática profana y apenas hay referencias a elementos sacros o cristianos, más allá de la presencia de algunos templos pintados. En la zona más sagrada del ábside, la parte central, nos encontramos el asedio a un castillo ubicado en lo alto de una mota. Desde las almenas los soldados con ballestas se defienden mientras que otros tocan el cuerno llamando a la guerra. A pie de fortaleza, un conjunto de guerreros a caballo trata de conquistar el castillo. Otras escenas de lucha se desarrollan por el ábside, esta vez de soldados a pie, al mismo tiempo que vemos otras representaciones, como la de un funeral, conjuntos de mujeres que asisten con ofrendas a diferentes templos, escenas de caza… Todo un impresionante conjunto que remite a la guerra como principal protagonista de la acción y toda una narrativa de la cual todavía no conocemos el significado. Pero sí que hay un hilo conductor que llama la atención de todas estas pinturas: todas hacen referencia a la vida de la nobleza, no aparecen campesinos ni clérigos.
Pero si después del impacto inicial que nos causan las pinturas miramos alrededor veremos que hay más detalles de Alaiza que son extraños o están fuera de lo común. Para empezar la estructura ya llama la atención: tiene dos naves, cuando lo habitual en el románico alavés es una sola, una de ellas de cabecera recta y otra de ábside semicircular. Ambas quedan unidas por unos arcos de grandes dimensiones que dan acceso de un espacio a otro y que no son nada habituales en las iglesias. Por otra parte, tiene algunos elementos arquitectónicos que podrían formar parte de una reforma que se tuvo que realizar en torno al siglo XIV que no nos esperaríamos encontrar en una iglesia. Por ejemplo, en la zona donde debería estar el altar, pegado a la pared este, nos encontramos en su lugar un nicho apuntado cuya función hoy en día es difícil de averiguar. También encontramos un arcosolio (es decir, un arco horadado en la pared norte de muy poca profundidad) y quizá lo que más llama la atención es una ventana palaciega que todavía sobrevive en la pared oeste. Todo ello nos da la pista de que en la actual iglesia de Alaiza hubo en la Edad Media, probablemente construidas en el siglo XIV, toda una serie de estructuras hoy en día desaparecidas que delatarían el uso privado que tuvo aquella iglesia. Es decir, en Alaiza, muy probablemente, convivían hasta tres espacios distintos: una iglesia de uso público, otra de uso privado o funerario y una casa-torre privada que estaría integrada dentro del conjunto. Y esta escena, aunque nos pueda parecer muy exótica o rara, debía ser bastante frecuente en la Edad Media.
Para comprender las relaciones que había en la Edad Media entre la nobleza rural y el ámbito eclesiástico, debemos hablar de las iglesias privadas o monasterios, como se denominaban en la época. Antes de que las iglesias formaran parte de una estructura parroquial y dependieran de un obispado, la costumbre era que fueran construidas y sufragadas por la pequeña nobleza. Estos nobles daban dinero para la construcción del templo, contrataban un sacerdote para que atendiera el culto y lo que se obtenía de los diezmos y limosnas servía para mantener los cultos y también para beneficio personal de la familia que había creado la iglesia. Ésta era la tónica general en toda la cristiandad hasta que, en el siglo XI, con la conocida como reforma gregoriana, se intentó que las iglesias se integraran dentro de un orden eclesiástico bajo el dominio de un obispo y además se eliminara el patronato privado de las iglesias. En definitiva, se trataba de separar el poder laico del poder religioso, porque hasta entonces habían estado unidos bajo el dominio de lo civil.
Esta imposición no sentó nada bien en Álava y de hecho hubo bastantes resistencias a este proceso de separación. Hay un documento muy curioso en el que Sancho Grañón, un obispo de Calahorra, se presenta en Estíbaliz para excomulgar a todos los alaveses debido a que no asumen estas nuevas normas, y también tenemos bastantes documentos por parte de los obispos de Calahorra que se quejan al papa de Roma de que los alaveses no les dejan entrar ni a ellos ni a sus vicarios en Álava. Estas resistencias se pueden apreciar no solamente en escritos, sino también en los propios edificios, por ejemplo, en un detalle que suele aparecer en las iglesias románicas alavesas: el conocido tema de la dama y el caballero. La dama (representada con un tocado sujeto bajo la barbilla con barbuquejo) y el caballero (con media melena) aparecen en casi todas las iglesias de esta época. Se cree que hacen referencia a los patronos privados, a los nobles que habían pagado los gastos de construcción de estos templos. Por ello no es de extrañar que no los tengamos en las dos principales iglesias románicas de Álava, que fueron construidas para apoyar la reforma y eliminar el poder de los nobles: Estíbaliz y Armentia. Con sus más y sus menos poco a poco se va imponiendo esta reforma y las iglesias se van integrando dentro de la estructura de la Iglesia, pero quedó un poso de resistencia que a veces se agudizó.
En el siglo XIV hay un importante proceso de refeudalización en el que los nobles de nuevo vuelven a ganar el poder que habían perdido en los últimos siglos. Es un momento en el que se apropian de las iglesias construyendo casas privadas adosadas, a veces incluso ocultando la propia portada de los templos. El caso más paradigmático que conservamos en Álava, y que además está bien documentado, es el de Urbina-Basabe, que se encuentra en pleno valle de Kuartango. Allí todavía se conserva la casa-torre que los Urbina construyeron en el siglo XIV dentro de la iglesia, en la zona oeste, estableciendo una comunicación directa entre ambos espacios (el privado y el religioso). Además, edificaron una nave lateral para ubicar allí los enterramientos de la familia. Creemos que este mismo modelo lo podemos aplicar a Alaiza, con la salvedad de que en Alaiza se eliminó la torre en siglos posteriores y sólo nos han quedado partes de la misma, como la ventana palaciega de la que hablábamos. La nave donde hoy están las pinturas murales (que son las originales del templo) podría ser el lugar empleado por la familia como espacio de enterramiento, ya que no se utilizaba el altar, como comentábamos antes, y además hay un arcosolio pensado para ubicar un enterramiento.
Si somos observadores, también veremos este tipo de ventanas palaciegas en más iglesias, como la de Heredia, Bernedo, Gazeo, Arkaute, Dallo… También encontramos ejemplos bastante elocuentes de estas casas-torre adosadas a las iglesias a partir del siglo XIV, como el caso de Miñano Menor, donde la puerta de entrada al templo es directamente una puerta de palacio, no de iglesia. Hay incluso casas-torre que a día de hoy se conservan en su lugar original, pegadas al templo, como se puede apreciar en Obécuri, en Monasterioguren y, de forma muy disimulada, en Elorriaga.