Las despedidas son un arte

Un camino que se bifurca, un final que sí, que también es el principio un jamás, el rabo del nunca, la íntima necesidad de un cambio que aparece de forma transparente en nuestro interior cuando decidimos dar el paso, cuando nos convencemos de que ya no vale mirar atrás, aunque nos duela, más allá de que nos convirtamos en estatuas de sal cuando tomemos esta decisión que nos lleve a otros ámbitos, a un rumbo distinto y nuevo.

La vida es un cambio perpetuo, constante.Nunca nos bañamos dos veces en el mismo río ni con la misma persona porque ni nosotras ni ellas somos las mismas ante un nuevo baño. Las despedidas son los instantes, los óvulos fecundados por ese cambio, nuevos nacimientos, sensación de pérdida. Despedirnos de un chupete, de una casa, de un lugar, de un país, de un amor, de un objeto, de un animal, de una plantad como hizo el abuelo de José Saramago cuando tuvo que marcharse de su pueblo en el Alentejo y, ¿cómo lo hizo? Se abrazó a todos sus árboles antes de marcharse, tomó un rumbo diferente. Marchó a la ciudad.

¿De qué nos despedimos y cómo nos despedimos? Las artes y más concretamente la literatura y el cine nos aportan mágicos ejemplos de despedidas. Con Jabo H. Pizarroso.