Jabo H nos acerca a la figura de Lope de Aguirre, el oñatiarra que hizo historia en las Indias en el siglo XVI

En Barquisimeto, Venezuela, muy cerca del Cabo de Maracaibo, a finales de octubre se pueden ver extrañas luces en el cielo negro de la noche. Su origen es desconocido pero las gentes murmuran que se trata de los relumbres del tiempo en el cielo en recuerdo de Lope de Aguirre. En Tocuyo hacen una procesión en nombre del oñatiarra también en octubre, y existe un salto de agua llamado Pongo de Aguirre en el río Huallaga, en la selva del Perú, donde el "Tirano", "El Peregrino", "El Loco", o la "Ira de Dios", dejó grabados unos símbolos extraños que son venerados con rezos y pleitesías. Historia y leyenda se juntan y se abrazan, a veces se despellejan y otras se alían para intentar descifrar al domador de potros que llegó a las Indias con 29 años.  Según las últimas investigaciones es tan probable que naciera en Araotz, un barrio de Oñati, como que no lo hiciese en ese lugar tan mágico, en ese valle frío sobre el que se alza el ojo de Aitzulo, el ojo de la piedra. Se han escrito muchos libros sobre él y se han filmado varias películas. Pero hay una especial, interpretada por otro personaje tan insólito como carismático, tan indefinible como Lope de Aguirre: el actor  Klaus Kinski quién, en "Aguirre, La Cólera de Dios", hace suyo a Lope de una manera inquietante.
El personaje real luchó contra su rey, Felipe II y el actor que lo interpretó lo hizo contra su director, Werner Herzog.