Episodio 10
Los anacondas se libran de la expulsión gracias al sacrificio de Artzai
Artzai ha perdido el duelo contra César tras suspenderse el juego de inmunidad del laberinto, que acabó en batalla campal.
Euskaraz irakurri: Anakondak, kanporaketatik libre, Artzairen sakrifizioari esker
La eliminación de Artzai ha puesto el punto final al paso por la aventura de uno de los participantes más carismáticos de la duodécima edición del concurso. El pelotari de Villabona se ha ganado el cariño del público y de sus compañeros de "El Conquistador del Amazonas" gracias a su sencillez, simpatía natural y desparpajo. Artzai es un buenazo y precisamente su inocencia y candidez han sido las causas de su salida del programa. Su valentía desinteresada a la hora de presentarse voluntario solo se entiende desde la insensatez de su juventud. En su equipo solo Erku pareció ofrecerse voluntaria, al menos con la boca pequeña. Los presuntos "fuertes" de los anacondas se escondieron tras el ímpetu de Artzai. Ni Iñigo, ni Juanma, ni Leku tuvieron agallas para ir al duelo. Las lágrimas de Leku al ver fuera del juego a su amigo del alma son, seguramente, lágrimas de arrepentimiento porque él sabe que el barro y César eran su destino y no el de Aitor. Leku se hubiera llevado por delante al venezolano. Pero el miedo a perder y la ambición por ganar fueron más importantes en la balanza? Como la vida misma. Tampoco Patxi demostró ser el capitán que todos ponen en los altares. El exfutbolista permitió el sacrificio del guipuzcoano pese a ser consciente de que varios de los que callaron estaban más preparados para pelear por el triunfo. Su consuelo es que ahora los verdes siguen adelante, porque Artzai en el fondo era un jaguar, pero su derrota les ha dejado como estaban, en el infierno del campamento muy pobre.
César, mientras, sigue con su cruzada particular contra los anacondas. Pero su víctima anhelada no era Artzai, el único que fue medianamente educado cuando se despidieron de él en aquella turbulenta asamblea. Los pirañas se relamen del gusto en el campamento rico y Peio, que estaba decidido a abandonar, cambió su parecer cuando vio aparecer a César y Txapela con una cazuela repleta de sopa de gallina. Como diría Groucho Marx, "yo tengo unos principios, pero si no le gustan tengo otros".
El detonante de todos los acontecimientos que se fueron sucediendo fue el juego del laberinto. En el arranque el primero en enfilar una de las salidas fue Peio, pero Patxi decidió seguir a su contrincante en vez de buscar la segunda salida. Después, siempre con los pirañas en primera posición, los anacondas se centraron en pasar por encima de sus rivales para desandar lo andado y sin pensar que había otro camino válido. Ahí llegó la batalla campal que acabó con la suspensión del juego. Patxi Salinas sacó los codos a pasear, Igor los dientes, Iñigo las rodillas y César sus hombros y caderas. El camino, ya bastante estrecho de por sí, se puso impracticable y si Julian no hubiera parado el juego aquello hubiera terminado como el rosario de la Aurora.